Investigadores
descubren que la ”grasa marrón” interactúa con la secretina de la
hormona intestinal para transmitir al cerebro un mensaje para dejar de
comer.
Investigadores de Alemania y Finlandia han demostrado que durante una comida, las señales codificadas por las hormonas intestinales en ratones llegan al cerebro a través de la sangre o a través de los nervios activados en el intestino delgado, según recogió el lunes Europa Press.
El estudio, publicado en la revista ‘Cell’, refuerza nuestra comprensión del papel que se sospechaba durante mucho tiempo que tenía el tejido adiposo marrón (BAT, por sus siglas en inglés), que un tipo de grasa corporal genera calor cuando un animal está frío, en el control del consumo de alimentos.
“Demostramos una conexión entre el intestino, el cerebro y el tejido marrón, descubriendo una faceta previamente desconocida del complejo sistema regulador que controla el balance de energía”, afirma el autor principal de este trabajo, Martin Klingenspor, presidente de Medicina Nutricional Molecular de la Universidad Técnica de Munich, en Alemania.
El investigador añadió que la visión de la grasa marrón como un simple órgano calefactor debe revisarse, y “se debe prestar más atención a su función en el control del hambre y la saciedad”.
En su estudio, los ratones hambrientos que fueron inyectados con secretina habían suprimido los apetitos. La inyección de ratones con secretina también aumentó la cantidad de calor que producía su grasa parda. Los ratones con tejido graso marrón inactivado, sin embargo, no experimentaron la misma supresión del apetito cuando se les inyectó la hormona, lo que sugiere que es el efecto de secretina sobre la BAT lo que causa la sensación de plenitud.
Este experto cree que las funciones de la grasa parda en el control del hambre y la saciedad la convierten en un objetivo particularmente atractivo para los nuevos enfoques para tratar la obesidad. A su juicio, dirigirse a la grasa marrón a través de la secretina podría ser prometedor para futuras intervenciones nutricionales o farmacológicas contra la obesidad y la enfermedad metabólica.
ask/ncl/mjs/alg
Investigadores de Alemania y Finlandia han demostrado que durante una comida, las señales codificadas por las hormonas intestinales en ratones llegan al cerebro a través de la sangre o a través de los nervios activados en el intestino delgado, según recogió el lunes Europa Press.
El estudio, publicado en la revista ‘Cell’, refuerza nuestra comprensión del papel que se sospechaba durante mucho tiempo que tenía el tejido adiposo marrón (BAT, por sus siglas en inglés), que un tipo de grasa corporal genera calor cuando un animal está frío, en el control del consumo de alimentos.
“Demostramos una conexión entre el intestino, el cerebro y el tejido marrón, descubriendo una faceta previamente desconocida del complejo sistema regulador que controla el balance de energía”, afirma el autor principal de este trabajo, Martin Klingenspor, presidente de Medicina Nutricional Molecular de la Universidad Técnica de Munich, en Alemania.
El investigador añadió que la visión de la grasa marrón como un simple órgano calefactor debe revisarse, y “se debe prestar más atención a su función en el control del hambre y la saciedad”.
Demostramos una conexión entre el intestino, el cerebro y el tejido marrón, descubriendo una faceta previamente desconocida del complejo sistema regulador que controla el balance de energía”, afirma el autor principal de este trabajo, Martin Klingenspor, presidente de Medicina Nutricional Molecular de la Universidad Técnica de Munich, en Alemania.El trabajo de Klingenspor y sus colegas indica que la hormona intestinal secretina, reconocida por primera vez en 1902 por estimular el páncreas y secretar bicarbonato para ayudar a que el intestino delgado neutralice el ácido y digiera los macronutrientes, tiene un papel poco apreciado en la saciedad.
En su estudio, los ratones hambrientos que fueron inyectados con secretina habían suprimido los apetitos. La inyección de ratones con secretina también aumentó la cantidad de calor que producía su grasa parda. Los ratones con tejido graso marrón inactivado, sin embargo, no experimentaron la misma supresión del apetito cuando se les inyectó la hormona, lo que sugiere que es el efecto de secretina sobre la BAT lo que causa la sensación de plenitud.
Este experto cree que las funciones de la grasa parda en el control del hambre y la saciedad la convierten en un objetivo particularmente atractivo para los nuevos enfoques para tratar la obesidad. A su juicio, dirigirse a la grasa marrón a través de la secretina podría ser prometedor para futuras intervenciones nutricionales o farmacológicas contra la obesidad y la enfermedad metabólica.
ask/ncl/mjs/alg
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