Por Moises Saab El
Cairo, 28 jun (PL) Todos los signos de la tormenta están presentes hoy
aquí: un muerto en un atentado, una vigilia de apoyo al presidente
egipcio Mohamed Morsi y una campaña opositora cuyos resultados y
consecuencias están por ver.
En lo inmediato, los partidarios del primer magistrado tras la plegaria
del mediodía del viernes, día sagrado para los musulmanes, comenzarán a
concentrarse en los alrededores de una mezquita en Medina Nasser
(Ciudad Nasser, en árabe) para defender la legalidad, basados en el
triunfo electoral de Morsi el año pasado.
La sentada es una
réplica de la concentración realizada el viernes último en la misma zona
durante la cual se escucharon exhortaciones a "purgar la judicatura y
la prensa".
Anoche, desconocidos tirotearon una oficina de la
Hermandad Musulmana (HM, islamistas) en Zakazik, una ciudad del delta
del río Nilo, en el norte, con saldo de una víctima fatal, acorde con un
reporte de la Policía.
El ataque sigue a jornadas de violencia
callejera en Mansoura y Sharquiya, dos ciudades también en el norte,
donde el miércoles dos personas murieron y más de 200 resultaron heridas
en choques callejeros entre miembros de la HM y detractores del
mandatario.
En un discurso tarde en la noche del miércoles ante
miles de sus partidarios en un estadio de esta capital, en el cual
admitió haber cometido errores, Morsi propuso crear un comité para
modificar la Constitución proclamada en diciembre pasado, pero fue
calificado por sus adversarios de "muy poco, muy tarde".
Una de
las incógnitas en el presente contexto egipcio es si el opositor Frente
de Salvación Nacional tiene suficiente capacidad de convocatoria para
movilizar una masa capaz de minar los cimientos del Gobierno.
Otra es cómo reaccionarán los partidarios de Morsi ante una situación
semejante a la que obligó a renunciar hace dos años y medio al ex
presidente Hosni Mubarak en la cual todos estaban de acuerdo, islamistas
y laicos, pobres y ricos, además de la clase media, una convergencia
inesxistente ahora.
Sin embargo, el enigma mayor radica en qué
decisiones adoptará el mando de las Fuerzas Armadas frente a una crisis
que sumerja al país aún más en el desconcierto y, peor aún, en una
polarización política tangible a cada paso y de consecuencias a largo
plazo.
tgj/msl |
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