lunes, 19 de agosto de 2013

La primavera de Praga y los dividendos de las esperanzas frustradas

La primavera de Praga y los dividendos de las esperanzas frustradas

La primavera de Praga y los dividendos de las esperanzas frustradas

La insurrección como capital político. En agosto de 1968 comenzó la operación Danubio. Las tropas de los países del Pacto de Varsovia entraron en Checoslovaquia y poniendo fin a las reformas democráticas de Alexánder Dubcek.

A diferencia de la insurrección húngara, de 1956, el aplastamiento de la primavera de Praga fue relativamente menos sangriento. Más tarde, las autoridades de la R. Checa independiente convietieron exitosamente la imagen de las víctimas de los Soviet en el derecho a entrar en pie de igualdad en el concierto de las potencias europeas líderes. 
Primavera de Praga es solo un floripondio. Las reformas democráticas conducidas por el secretario general Dubcek y sus compañeros duraron más de medio año, del 5 de enero al 21 de agosto de 1968, cuando en Checoslovaquia entraron las tropas de la URSS y de sus aliados. La dirigencia soviética estuvo durante meses vacilando, sin saber cómo actuar frente a la voluntariosa Praga. No se podía esperar más, debido a que las transformaciones en marcha amenazaban con la escisión del bloque oriental. Además que, en el Kremlin temían que el “virus de las reformas” se propagara mas allá de Checoslovaquia, que contagiaran no solo la elite de Europa Oriental, sino también de la intelectualidad soviética, e incluso la parte liberal de los funcionarios del partido. Los generales tenían un argumento más a favor de la solución por la fuerza, afirma Alexánder Stikalin, experto del Instituto de Estudios Eslavos de la Academia de Ciencias de Rusia: a diferencia de Polonia, de Hungría y de la RDA, en Checoslovaquia no había contingente soviético: 
Hacía tiempo que inquietaba a la dirigencia soviética que, en Checoslovaquia no hubiesen tropas (soviéticas), y que en los hechos no estuviese defendido aquel corredor de mil kilómetros que iba desde Alemania Occidental hasta las fronteras soviéticas. Lo que significaba que había que encontrar el pretexto para llenar ese vacío. En el generalato soviético existían tales consideraciones mucho antes de los hechos de 1968. Y la primavera de Praga ofreció el motivo para hacerlo. 
Hoy día, muchos politólogos afirman que la URSS obró según las circunstancias. Y que cualquier líder de un bloque político-militar de peso habría optado por una medida similar. Sin embargo, el daño para la reputación del Kremlin fue enorme. Cinco países del Pacto de Varsovia participaron en el aplastamiento de la primavera de Praga, pero la triste fama de asfixiador de la libertad la heredó justamente la URSS, pues el líder responde por todos. 
La primavera de Praga no fue el primer intento de levantamiento dentro del bloque del Este. Se conoció la insurrección de Berlín, de 1953. Por millares se cuentan las víctimas de los que se alzaron en Hungría, en 1956, en la guerrilla urbana. Algunos pormenores ofrece el politólogo Pável Sviatenkov, experto del Instituto de Estrategia Nacional: 
El vínculo de esta insurrección (húngara) con Occidente es muy evidente. Aquel fue un alzamiento militar armado contra las autoridades de entonces. Naturalmente que tenía un carácter sedicioso y contra la URSS. Mientras que la primavera de Praga, desde el punto de vista retórico era muy útil porque, formalmente, fue un movimiento pacífico. De ahí justamente que fuese tan atractiva desde el punto de vista de la agitación política y de la propaganda. 
En lugar del conflicto abierto, los líderes checoslovacos eligieron la táctica del astuto Stefan Zweig, a saber, la de aceptar las circunstancias como son y de extraer de ellas el máximo de provecho. A los ojos de Occidente, la primavera de Praga devino el emblema del martirio. Las autoridades de la R. Checa postsoviética lo iban a usar como capital político, el que fue depositado afortunadamente en las “bolsas políticas” de Occidente. Pável Sviatenkov considera que, un efecto de los más importantes de la primavera de Praga fue el ingreso de la R. de Checa en el club de las potencias europeas líderes como miembro paritario: 
Los checos lograron convertir, provechosamente, su papel en los hechos de 1968, en boleto de entrada como miembro paritario en el club de estados europeos ponderables. A mi juicio, la elite política checa es ahora parte orgánica de la elite política de la vieja Europa Occidental. La R. Checa tiene su voz en Europa y su postura es tomada en cuenta. No existe la sensación que sea una hijastra pobre, que reciba patadas y subsidios de la comisión europea. 
La voz de los políticos checos es bien escuchada a nivel internacional. Pável Sviatenkov añade que, la tenacidad del presidente checo Vatslav Klaus indujo a la UE a hacer determinadas condiciones a Praga en la firma del Tratado de Lisboa, en 2009. Por su historia, los checos estuvieron largo tiempo viviendo bajo el amparo de Estados de consideración. Ellos aprendieron, evitando el conflicto abierto, a obtener siempre para sí el derecho a voto. 

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