“La debilidad institucional” y el “mátenlos en caliente” del régimen
Guillermo Fabela / Colaborador
(10 de octubre, 2014).- Es
incuestionable que México vive en estos momentos algo más que una crisis
generalizada, como lo patentiza la grave inestabilidad política y el
estancamiento económico, problemas ambos con gravísimas consecuencias
que confluyen en una sola dirección: la ingobernabilidad incontrolable
que cada día se incrementa e influye en la desmoralización de la
ciudadanía. Aun así, la élite oligárquica sólo sigue pensando en
apuntalar sus negocios y privilegios, como si el país atravesara por un
periodo de paz social y desarrollo pleno.
Un claro ejemplo: Miguel Alemán
Velasco, hijo de quien inició el resquebrajamiento del proyecto social
de la Revolución Mexicana en gran escala, con el objetivo de estrechar
una alianza estratégica con Estados Unidos y asegurar que nuestro país
se olvidara de ideas reivindicatorias; no conforme con la riqueza
acumulada desde los años cuarenta, el ex gobernador de Veracruz y ex
accionista de Televisa, dueño de múltiples empresas, entre las que
destaca Interjet, ahora quiere quedarse con Oceanografía, la compañía
proveedora de servicios de Pemex.
Seguramente lo habrá de conseguir, a
pesar de los conflictos legales por los que atraviesa dicha empresa
debido a la corrupción desmedida de su ex principal accionista y
beneficiario de los hijos de Martha Sahagún, Amado Yáñez. No habrá nada
que se lo impida, como nada impidió que Alemán Velasco creara la
aerolínea Interjet, principal beneficiaria de la quiebra forzada de la
compañía Mexicana de Aviación, que dejó en la calle a más de 15 mil
trabajadores.
Para la cúpula empresarial México vive
un periodo de bonanza, porque sólo tienen ojos para ver sus cuentas
bancarias y sus utilidades en la bolsa. Sin embargo, la realidad es muy
diferente a lo que reflejan sus crecientes privilegios, como lo han
señalado diversos gobiernos y organismos extranjeros, los cuales han
mostrado ya su profunda preocupación por las gravísimas violaciones a
los derechos humanos de miles de mexicanos, y por los crímenes de lesa
humanidad, cada vez más frecuentes, que se cometen en el territorio
nacional. Sin embargo, para Enrique Peña Nieto sólo “se advierten
señales de debilidad institucional”.
Así reaccionaba Porfirio Díaz, cuando
por alguna distracción de sus ayudantes se enteraba de que la oposición a
su gobierno empezaba a desbordar a los caciques regionales. “No pasa
nada, las instituciones son muy fuertes”, solía decir, aunque cuando las
cosas se complicaban al punto de que gobiernos extranjeros,
principalmente el estadounidense, se enteraban de los conflictos, tenía
el recurso de ordenar: “¡Mátenlos en caliente”. ¿Será acaso que ya hay
una instrucción así surgida de Los Pinos y por eso suceden masacres como
las de Tlatlaya e Iguala? En tanto el Estado de derecho siga en
picada, hay margen para suponer eso y más.
Porque como lo señaló el director
ejecutivo de la división de las Américas del organismo Human RightsWatch
(HRW), José Miguel Vivanco: “El problema no es de Iguala, el problema
es de México y el responsable último por la suerte, la seguridad y la
vida de esos estudiantes (los secuestrados) es el gobierno federal, son
las máximas autoridades mexicanas”. Añadió que “a las autoridades
mexicanas les preocupa más la imagen de su gobierno que resolver la
situación de los estudiantes secuestrados”, como así lo demuestran los
hechos y la fuerza cada vez mayor del duopolio televisivo.
Podría decirse que, como van las cosas,
no falta mucho para que con todo y los miles de millones de pesos
gastados en propaganda engañosa, la ciudadanía empiece a organizarse y
actuar sin miedo a represalias. Así lo demostró la agresión a Cuauhtémoc
Cárdenas Solórzano en el Zócalo, el miércoles, a pesar de que acudió
para patentizar su solidaridad a los estudiantes normalistas de
Ayotzinapa. El motivo del ofuscamiento de los agresores es que el ex
candidato presidencial es militante del PRD, cuya dirigencia está al
servicio del grupo en el poder como está más que demostrado.
Como dijo el padre de uno de los
normalistas secuestrados: “Sabemos quiénes se los llevaron; fueron los
policías municipales y nos quieren hacer creer que fue el crimen
organizado. No queremos engaños con las narcofosas”. La verdad acabará
imponiéndose y no habrá una mínima viabilidad para más fraudes
electorales. Si lo intentaran el próximo año, el país se moverá pero en
defensa de sus legítimos derechos. El anhelo de justicia y democracia
moverá a México, no la demagogia del régimen.
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