lunes, 20 de octubre de 2014

La espada y la pared de la Reserva Federal

La espada y la pared de la Reserva Federal

El Lun, 20 de Octubre de 2014, 
Opinión del experto Colaborador en Excélsior.
POR ÉDGAR AMADOR

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Entre la espada y la pared es una precisa frase castellana para ilustrar un caso en el cual no se tiene alternativa sin costo. Cualquier ruta conduce al daño. Todo camino es un despeñadero. Así, entre la espada y la pared se encuentran los bancos centrales del mundo, especialmente la Reserva Federal (la Fed) de los Estados Unidos.
Con la globalización vienen beneficios y maleficios. Por un lado los mercados se expanden, la productividad encuentra condiciones para crecer, y los consumidores tienen acceso a bienes y servicios de todas partes. Pero al tiempo, los riesgos se propagan, los inconvenientes se generalizan, y todos tenemos que cuidarnos de todos.
Hasta hace unos años, lo que la Fed hacía si bien tenía efectos sobre el resto del mundo, concentraba sus consecuencias en Estados Unidos. Lo que ocurría en Europa o Asia, o con el Banxico al sur del Río Bravo, no eran variables que determinaran la decisión final de la Fed sobre el qué hacer con las tasas de interés.
La primera vez que la Fed tuvo que enfrentar las consecuencias inadvertidas de sus actos fue con la devaluación del peso mexicano en 1994. El Banco de México había recién obtenido su independencia y el país tuvo que enfrentar una serie de radicales alzas en las tasas de interés estadunidenses que la Fed aplicaba para tratar de frenar una expansión económica desbocada. El peso voló por los aires y el Tesoro y la Fed tuvieron que entrar al rescate: pero las tasas siguieron altas.
Las mismas tasas altas provocaron un par de años después, la hecatombe de las monedas del sureste asiático en 1997, en una serie de países que habían usado tipos de cambio fijo para insertarse en la economía global. Esta vez la Fed, dándose cuenta que sus tasas altas habían causado estragos, detuvo la marcha e hizo una pausa.
Pero lo que vivimos las últimas dos semanas es notable por el grado con el que hechos extranjeros van a determinar la decisión de la Fed de subir o no las tasas de interés.
Viendo solamente los datos de la economía vecina, es probable que quienes toman la decisión en la Fed apoyen dos decisiones importantes de corto plazo: primero, terminar con al relajamiento cuantitativo (QE) que ha inyectado enormes flujos de liquidez al sistema bancario; y dos, quizá proceder a un mínimo incremento en las tasas de interés de corto plazo en el segundo semestre del 2015 sólo como una señal de que la instancia monetaria deberá de modificarse en los próximos años y que ya no es posible que el dinero siga regalándose como ha sido el caso durante los últimos cinco años, subiendo las tasas de corto plazo del actual nivel de cero por ciento.
La Fed de hecho ha sugerido suevamente que ésa será su estrategia en los próximos meses. Lo ha dicho casi con dulzura, con todo el tiento posible, con tal de no asustar a millones de agentes económicos en el mundo que en los últimos cinco años han tomado prestado créditos a tasas históricamente bajas para que así se preparen para el nuevo escenario.
Pero ni toda la dulzura ni todo el cuidado han podido mitigar el impacto. Cada vez que la Fed da señales de subir y los mercados comienza a ajustarse, un Armagedón se desata en los mercados del mundo: en los últimos 15 días las bolsas globales se han hecho añicos; índices completos se encuentran más de 10% por debajo de su máximos lo que significa que están en un estado de corrección (muy en especial el clave índice Rusell 2000); los precios del petróleo se han hundido a mínimos de cuatro años; los spreads soberanos en la periferia europea y en mercados emergentes se han disparado y han provocado que países como España y Grecia no puedan colocar toda la deuda calendarizada para estas fechas; los índices de volatilidad se han disparado; y los precios de los bonos de los países centrales se han subido reflejando el miedo al riesgo disparado por las perspectivas de un alza en las tasas de interés.
El miedo no es gratuito. Y los historiadores financieros en estos días han recordado dos anécdotas de situaciones similares en que los bancos centrales subieron tasas de interés cuando aún la economía se encontraba frágil y las consecuencias fueron descomunales; tras el alza de las tasas las economías de Estados Unidos en la década de 1930 y de Japón en los 1990 se hundieron de nuevo entrando en un estado de deflación, es decir, de precios a la baja y creciente desempleo y estancamiento secular en la producción.
Los últimos 15 días, en que el peso mexicano cayó frente al dólar a mínimos de cuatro años; en que el precio de la mezcla mexicana se hundió por debajo del nivel proyectado en el presupuesto; y en que la bolsa mexicana sufrió un severo traspié; fueron una muestra de lo complicado que será para la Fed, hoy de facto el banco central del mundo entero, volver a la normalidad en su política monetaria. Lo que haga la Fed no se agota en Alabama o en Texas; y tiene que cuidar el efecto que su decisión tendrá en Cataluña, en Calcuta y en Peralvillo.

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