Álvaro Uribe: un tipo de cuidado
Asco.
Horror. Indignación. Náusea y desprecio son las sensaciones que me
quedan luego de leer el libro de Hernando Calvo Ospina: El terrorismo de
Estado en Colombia. Su autor ha participado en documentales para la
cadena británica BBC de Londres, y la franco-alemana “Arte”.
En
este trabajo ofrece importantes revelaciones sobre el mecanismo del
terrorismo de Estado en Colombia, de la amplia relación del gobierno con
el narcotráfico y grupos paramilitares, de cómo el gobierno ampara y
protege todas las acciones criminales realizadas por estos grupos,
siempre bajo el paraguas protector del gobierno norteamericano. Como
escribió en su momento Stefania Mosca: “El presidente norteamericano
casi llora destacando la lealtad del gobierno de Uribe, tan democrático
que a cada quien le toca su muerte”.
O
Mariadela Linares: “En el vecino país hay 30 congresistas y más de 100
políticos presos, todos ellos militantes de la causa uribista. (¿Qué
ocurriría aquí si se aplicara de verdad la justicia con la bancada
opositora en la AN?). Son acusados de mantener vínculos con el tenebroso
paramilitarismo que ha causado decenas de miles de asesinados,
desaparecidos y varios millones de desplazados”.
En
el libro que desglosaré, veremos cómo los más altos estamentos de la
sociedad colombiana, esto es, la oligarquía, la jerarquía católica y los
altos mandos militares y policiales, la clase política que ha gobernado
ese país -sin olvidarnos de varios embajadores y militares
norteamericanos-, los dueños de los grandes medios de comunicación y, en
fin, “todos juntos y por la humanidad confundidos”, se lucran de las
inmensas fortunas provenientes del narcotráfico.
Mientras
todo esto ocurre en el vecino país, aquí en Venezuela la oposición
guarda el más “discreto” silencio, no vaya a ser que les salga un
“espanto”. O lo que es peor, sale en defensa de Álvaro Uribe cada vez
que Maduro le dice unas cuantas verdades al capo colombiano.
¿Será
que también “aspiran”? Por ejemplo, ante la extradición en Colombia
cuando gobernaba Uribe de varios “comandantes” del narcotráfico, el
Comisionado de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas criticó el
hecho de que con ellos se iba mucha información que compromete a esos
“30 congresistas y más de 100 políticos presos”; por su parte, la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA considera que
“esta extradición afecta la obligación del Estado colombiano de
garantizar los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la
reparación de los crímenes cometidos por los grupos paramilitares”.
Y
la oposición criolla, ¿qué dijo? Miró para otra parte, y banalizó el
caso, como hace siempre que se acerca a la candela. Aunque sí armó un
escándalo cuando lo de las computadores “anti-misilísticas” de Raúl
Reyes. Como escribe Luis Britto García: “En el país del realismo mágico,
es normal que el presidente finja encontrar computadoras maravillosas
que resisten un bombardeo que asesinó a 24 prójimos. Lo que deja atónito
al mundo es que el criminal llame a Interpol para que investigue a sus
víctimas, en lugar de investigarlo a él”.
¿Y
la oposición? Se fue de farra a una plaza de toros en Mérida -¿verdad,
Guanipa?-, donde la pea que agarró fue tan descomunal que se olvidó de
que su esposa estaba al lado, y se puso a coquetear con una encantadora
copartidaria. Ahora leamos a Calvo Ospina hablando de Uribe: un
columnista de El Espectador -diario de Bogotá-, Fernando Garavito Pardo,
debió exiliarse en marzo de 2002 por amenazas a su vida, luego de haber
publicado una serie de investigaciones sobre los presuntos nexos del
entonces candidato a la presidencia Álvaro Uribe con el narcotráfico y
el paramilitarismo. Esas denuncias coinciden con las de Ignacio E. Gómez
Gómez, quien también debió irse del país por la misma causa.
Cuando
en el 2002 le fue entregado el Premio Internacional de Libertad de
Prensa, del Comité Mundial para la Protección de los Periodistas,
explicó que tal galardón lo recibía por el trabajo de los antecedentes
que relacionan a Álvaro Uribe con el cartel de Medellín. Es una
investigación que hizo en cinco partes. Una de ellas tenía que ver con
la coincidencia cuando Pablo Escobar era miembro del Congreso y tenía
muchísima actividad política en los barrios pobres de Medellín, y por
entonces Álvaro Uribe era el alcalde y hacía programas muy paralelos a
los de Pablo Escobar. Después, Uribe fue director de la Aeronáutica
Civil.
Antes de él, desde 1954 hasta
1981, el Estado había concedido 2.339 licencias, y durante los 28 meses
que él ejerció, concedió 2.242 licencias, muy poco menos que en los 35
años anteriores, con el agravante que muchísimas de esas licencias
quedaron en manos del cartel de Medellín. Además, había una estrecha
relación entre el papá de Uribe y el clan de los Ochoa -uno de éstos,
Fabio, le regaló un caballo a Carlos Andrés Pérez, digo-, que era una
familia muy importante en el cartel de Medellín. “Empezaron entonces las
amenazas contra él -sigue Calvo Ospina-, el director del noticiero y
sus familia. Así se ha conocido que el expresidente de Colombia vivió
sus primeros años de vida en el seno de una familia de clase media con
regulares problemas financieros.
Un
día cualquiera la situación empezó a cambiar radicalmente a partir de
los negocios del padre, Alberto Uribe Sierra, como agiotista, aunque por
las investigaciones se puede decir que la palabra exacta para las
actividades del padre es ‘testaferro’. O sea, dueño ficticio de
propiedades de narcotraficantes, algo que había iniciado con el clan de
los capos Ochoa, familiares de su esposa. Los Uribe empezaron la
acumulación de su propio capital y de extensas propiedades rurales:
‘Uribe Sierra vivía tan inmerso en ese mundo de negocios alucinantes
que, relataba un amigo, hoy podía tener 23 fincas ó 10 y amanecer mañana
con 41’. (El Mundo, Medellín, 16-06-1983)”. Eso sólo lo puede lograr un
mago.
Y, casualmente, a los narcos en Colombia se les dice mágicos.
“A
pesar de su alta investidura, el presidente Uribe nunca ha dado una
aclaración objetiva sobre la procedencia de su gran fortuna. Cuando se
ha visto obligado a tocar el tema, las frases dicen de todo sin precisar
nada. Si un periodista le insiste, aparece su agresividad. El padre del
presidente murió en un asalto que realizaron las FARC a su hacienda en
junio de 1983”.
Los Uribe dicen que
los guerrilleros pretendían secuestrarlo y él se atrincheró para
impedirlo; que el ataque se hizo para desbaratar el campo de
entrenamiento paramilitar que ahí existía, aseguró el grupo guerrillero.
Esa es la parte trágica de la historia. “Cuando Álvaro Uribe supo del
ataque, utilizó un helicóptero para llegar hasta el lugar e intentar el
rescate de su padre y hermanos. Al preguntársele sobre esto, respondió:
‘Me monté casi de noche en el helicóptero que consiguierom. El periódico
El Mundo dijo al otro día que el helicóptero era de Pablo Escobar. (El
Tiempo, Bogotá, 21 de abril de 2002). Según informó la prensa, la
aeronave era una de las más modernas del país en cuanto a tecnología de
navegación, por lo tanto Escobar no lo iba a prestar a cualquiera.
“Siendo
alcalde de Medellín, con gran despliegue mediático, Uribe presentó en
Bogotá el programa ‘Medellín sin tugurios’. Muy poco después se conoció
que era un plan con aparente sentido cívico financiado por Pablo
Escobar, quien buscaba la seguridad social y la aceptación política. Las
extrañas ‘casualidades’ del presidente Uribe con algunos capos del
narcotráfico no se detienen.
“En
marzo de 1984 la policía llegó hasta lo que se consideraba el
laboratorio de procesamiento de cocaína más grande y moderno del mundo,
conocido como Tranquilandia, cuyo propietario principal era Pablo
Escobar. Ahí se hallaron varias aeronaves, tres de las cuales tenían
licencia de funcionamiento expedidas por Álvaro Uribe (marzo 1980 –
agosto 1982). También se encontró un helicóptero que por herencia
pertenecía a los hermanos Uribe Vélez”.
Después
de dejar la dirección de la Aeronáutica, el futuro presidente de
Colombia fue elegido gobernador del departamento de Antioquia. Desde ese
cargo se convirtió en el principal promotor e impulsor de las
Cooperativas de Seguridad Rural (Convivir). El jefe narcoparamilitar
Carlos Castaño Gil diría que “Uribe Vélez logró sacar adelante
cooperativas de seguridad, con las cuales nunca estuve de acuerdo”.
“No
voy a negar que a las autodefensas les sirvió, pero no tanto se avanzó
con ellas. Quienes las aprovecharon fueron los narcotraficantes que se
dedicaron a montar pequeñas Convivir en sus fincas” (Mauricio Aranguren
Molina: Mi confesión). “El 30 de julio de 2004, la presidencia de
Colombia rechazó públicamente un documento desclasificado en mayo, y
proveniente de la Defense Intelligence Agency (DIA), uno de los
servicios de seguridad más secreto y poderoso de Estados Unidos,
dependiente del Pentágono”.
El
informe dice en un aparte, 82: “Álvaro Uribe Vélez -un político y
senador colombiano dedicado a la colaboración con el cartel de Medellín
en las altas esferas del gobierno. Estuvo vinculado a los negocios
relacionados con las actividades de narcóticos en Estados Unidos. Su
padre fue asesinado en Colombia por su conexión con los traficantes de
narcóticos. Uribe ha trabajado por el cartel de Medellín y es un cercano
amigo personal de Pablo Escobar Gaviria”.
Es
por estas razones que la revista colombiana Semana, en su edición de
octubre de 2001, y en artículo titulado “Los 40 más poderosos de
Colombia”, reconocía que no es ninguno de los multimillonarios
empresarios, ni un rancio político nacido en este país. No. Semana dice
que es el presidente de Estados Unidos, George W. Bush. ¿Por qué de
Colombia, y no de EEUU? ¡Obvio! Su mayor caudal en dólares proviene de
la droga y de su estrechísima relación con el “doctor Varito”, como
llamaba, cariñosamente, Pablo Escobar a Alvarito Uribe. Pero esto no es
todo.
También deja saber que existen
otros estadounidenses con mucho poder sobre el destino de Colombia, y
que éstos son los subsecretarios de Estado para asuntos políticos y
antinarcóticos, la embajada en Bogotá, el jefe de la Reserva Federal, el
presidente del Subcomité de Operaciones Internacionales del Senado y el
presidente de la Cámara de Representantes, todos estadounidenses, of
course.
“No puede existir duda
-culmina Calvo Ospina-: con el presidente Álvaro Uribe, lo que va
quedando de soberanía se arrastra en andrajos”. ¡Claro! No puede ser de
otra manera: a todos, incluidos los altos prelados, les tienen su
respectivo prontuario criminal, como a Uribe que lo “distinguen” con el
número 82.
No debemos olvidar
tampoco que Álvaro Uribe es uno de los aliados estratégicos de Leopoldo
López. ¿Recuerdan que se han reunido varias veces, y hasta posado
juntos? ¿Qué andaría buscando el “Monstruo de Ramo Verde”? ¿Pesos,
dólares, drogas? ¿O tal vez conexiones con los mismos financistas de
allá?
PS: Ahora nos vuelve a
amenazar, esta vez desde Miami, con una intervención militar de un
“gobierno extranjero” -léase, los Estados Unidos-; ya lo hizo una vez
cuando finalizaba su mandato, pero “le faltó tiempo”, según confesión
propia. Desde nuestro país le respondió Chávez: “No le faltó tiempo, lo
que le faltaron fueron cojones”. ¡Claro, qué más cabía esperar de un
discípulo de Santander!
Misión Verdad
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