La continuidad de los nazis en la dirección de la República Federal de Alemania
Tribunal del Reich, la Audiencia Nacional nazi |
Tras la Segunda Guerra Mundial cerca del 80 por ciento de los cuadros
del Ministerio de Justicia de la República Federal de Alemania habían
trabajado en el mismo puesto con el III Reich, un número mucho más elevado de lo que siempre se había reconocido oficialmente.
Los datos los publicó ayer el diario Süddeutsche Zeitung, reproduciendo una vieja polémica a la que el historiador Peter Reichel ha calificado como “la segunda historia del nazismo”, es decir, la continuidad del III Reich en la nueva Alemania.
“El número de [antiguos] miembros del NSDAP [el partido nazi] en el seno del Ministerio de Justicia no se redujo tras la guerra, como se había supuesto, sino que aumentó en los años cincuenta”, ha manifestado al Süddeutsche Zeitung uno de los codirectores de la investigación, Christoph Safferling.
Es un tema recurrente que muestra el íntimo vínculo del fascismo con el capitalismo en su última etapa, tal y como analizara Dimitrov en su informe de 1935 a la Internacional Comunista.
Formalmente, la República Federal de Alemania se creó en 1949 como un repudio explícito del pasado más inmediato. Los hechos demuestran algo bien distinto. El contraste con la República Democrática Alemana y otros países del este de Europa es flagrante: sólo la revolución socialista puede acabar con la pervivencia del fascismo.
No sólo los historiadores alemanes, entre otros, como los españoles, están perdidos sino, sobre todo, quienes dicen luchar contra el fascismo sin saber contra qué ni contra quién se enfrentan porque del fascismo, como dice Reichel sólo cuentan la primera parte; les falta la segunda: la persistencia del fascismo bajo “una burda falsificación del parlamentarismo”, como denunciaba Dimitrov en su informe.
En Alemania la historiografía se ceba en el falso anzuelo del holocausto. Pero lo importante es tener en cuenta, como escribió en 1964 Rolf Hochhuth en “Der Stellvertreter” (El Vicario), que los implicados en la “solución final” son los mismos que forjaron luego la “nueva” República Federal de Alemania.
Afortunadamente, hace 20 años saltó una polémica con las últimas investigaciones sobre los crímenes nazis en Serbia y la Unión Soviética.
Los historiadores se hacen los tontos, como en España. Parece que no se quieren enterar de lo que para casi todos los demás es una evidencia, la “Sonderweg” típica de la historia germana, que no es Hitler, como no es Franco en España. El verdadero nudo es que los mismos, las mismas clases sociales coaligadas que llevaron al Reich a la Primera Gran Guerra, la llevaron luego a la Segunda y finalmente a la “nueva” Alemania y a la edificación del sueño fascista: la Unión Europea.
Sin derrocar a esas clases sociales, hoy fundidas en la burguesía monopolista, no es posible acabar con el fascismo, ni en Alemania ni en España.
Los datos los publicó ayer el diario Süddeutsche Zeitung, reproduciendo una vieja polémica a la que el historiador Peter Reichel ha calificado como “la segunda historia del nazismo”, es decir, la continuidad del III Reich en la nueva Alemania.
“El número de [antiguos] miembros del NSDAP [el partido nazi] en el seno del Ministerio de Justicia no se redujo tras la guerra, como se había supuesto, sino que aumentó en los años cincuenta”, ha manifestado al Süddeutsche Zeitung uno de los codirectores de la investigación, Christoph Safferling.
Es un tema recurrente que muestra el íntimo vínculo del fascismo con el capitalismo en su última etapa, tal y como analizara Dimitrov en su informe de 1935 a la Internacional Comunista.
Formalmente, la República Federal de Alemania se creó en 1949 como un repudio explícito del pasado más inmediato. Los hechos demuestran algo bien distinto. El contraste con la República Democrática Alemana y otros países del este de Europa es flagrante: sólo la revolución socialista puede acabar con la pervivencia del fascismo.
No sólo los historiadores alemanes, entre otros, como los españoles, están perdidos sino, sobre todo, quienes dicen luchar contra el fascismo sin saber contra qué ni contra quién se enfrentan porque del fascismo, como dice Reichel sólo cuentan la primera parte; les falta la segunda: la persistencia del fascismo bajo “una burda falsificación del parlamentarismo”, como denunciaba Dimitrov en su informe.
En Alemania la historiografía se ceba en el falso anzuelo del holocausto. Pero lo importante es tener en cuenta, como escribió en 1964 Rolf Hochhuth en “Der Stellvertreter” (El Vicario), que los implicados en la “solución final” son los mismos que forjaron luego la “nueva” República Federal de Alemania.
Afortunadamente, hace 20 años saltó una polémica con las últimas investigaciones sobre los crímenes nazis en Serbia y la Unión Soviética.
Los historiadores se hacen los tontos, como en España. Parece que no se quieren enterar de lo que para casi todos los demás es una evidencia, la “Sonderweg” típica de la historia germana, que no es Hitler, como no es Franco en España. El verdadero nudo es que los mismos, las mismas clases sociales coaligadas que llevaron al Reich a la Primera Gran Guerra, la llevaron luego a la Segunda y finalmente a la “nueva” Alemania y a la edificación del sueño fascista: la Unión Europea.
Sin derrocar a esas clases sociales, hoy fundidas en la burguesía monopolista, no es posible acabar con el fascismo, ni en Alemania ni en España.
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