Los escenarios militares de una guerra total en Siria
Ante el fracaso del plan imperialista para derrocar al gobierno de
Damasco, seguido del fracaso de la tregua este verano, Washington no
tiene otra opción que doblar la apuesta, iniciar una escalada militar.
Los pasos más inmediatos que va a dar el Pentágono van a empezar por enviar a los salafistas misiles Manpad, Tow y las llamadas “jabalinas”, un tipo de lanzacohetes portátiles antitanque.
Pero los aviones rusos pueden volar por encima de los 5.000 metros, fuera del radio de alcance de los Manpad, por lo que pueden reducir el daño notablemente.
No se puede decir lo mismo de los helicópteros, por más que sean resistentes al impacto de los Manpad. Pero los rusos también disponen de opciones de combate. Los helicópteros rusos Mi-28 y Ka-52 pueden disparar desde 10 kilómetros de distancia, por lo que también quedarían fuera del alcance de los misiles.
El problema más importante para Rusia serían los helicópteros de transporte, que podrían ser un blanco fácil.
Rusia tiene un abanico de opciones más amplio que Estados Unidos, que se ha metido en una verdadera ratonera. Puede enviar al campo de batalla blindados T-90, que hasta la fecha han mostrado ser inmunes a los Tow.
También pueden enviar mucha más artillería, lanzagranadas, lanzallamas pesados como el TOS-1 y la fuerza aérea puede iniciar bombardeos mucho más pesados que los actuales. Sin embargo, por motivos políticos, es complicado que se decida a enviar infantería.
Lo más probable es que ese papel lo sigan desempeñando Hezbollah y los iraníes que, hasta la fecha, han tapado muy eficazmente los agujeros del ejército sirio en los distintos frentes de combate.
La variedad de opciones, tan importante en una guerra como la de Siria, es lo que arroja algo de luz a la táctica que han seguido los rusos, incluso antes de la tregua. De hecho la tregua nunca ha sido otra cosa que una de esas opciones. Su táctica tiene dos claves esenciales: no quieren un enfrentamiento militar directo con Estados Unidos en Siria y consideran que el tiempo juega a su favor.
La segunda clave ayuda a entender la exasperante lentitud de movimientos de Rusia, tanto en el terreno diplomático como en el militar. Parece actuar con retardo y da la impresión de de vacilar, lo que hay que unir a ese lenguaje almibarado y sosegado de Lavrov, que jamás pierde la compostura.
Sus palabras contrastan con las declaraciones chusqueras de los gringos, propias del oeste más salvaje. Algunas de ellas son tan poco originales que volvemos a oír la manoseada comparación entre Putin y Hitler, para consumo de un auditorio muy poco exigente.
Un nuevo rearme de los yihadistas en Siria no resultaría eficaz sin una una zona de exclusión aérea, que es el caballo de batalla de los sectores más reacciones del partido republicano y que, si se deciden a imponerlo, deberá hacer suyo la “demócrata” Clinton.
Una zona de exclusión aérea, ¿conduciría a la guerra directa con Rusia? Los generales del Pentágono creen que sí, pero hay que tener en cuenta la llamada Doctrina Rumsfeld y las experiencias bélicas anteriores.
Hasta ahora Estados Unidos ha impuesto las zonas de exclusión aérea después de intensos ataques con misiles crucero desde la fuerza aérea y la marina de guerra. El objetivo militar consiste en destruir los radares, las defensas aéreas del adversario y su capacidad de mando.
El ataque dura entre 2 y 10 días y va acompañado de una ofensiva de guerra electrónica, de la destrucción de las bases aéreas, de los aviones del adversario en tierra y de los depósitos de combustible.
Tras ello se abre una segunda fase con el despliegue de aviones de combate aire-aire junto con Awacs para lograr la supremacía aérea y atacar las agrupaciones de fuerza del adversario con un mínimo daño.
Trasladar ese plan bélico a Siria es muy complicado y en ningún caso el Pentágono podrá lograrlo sin un coste muy importante.
Aunque el despliegue en Siria de los sistemas S-400 y S-300 en Siria es reducido, el ejército de Estados Unidos no lo ha puesto a prueba.
Hay algo aún peor: Rusia dispone de radares de muy largo alcance que hacen imposible un ataque sorpresa.
Por su no fuera suficiente, Rusia utiliza mecanismos de guerra electrónica capaces de sembrar el caos en los sistemas de mando, control, comunicación e inteligencia de Estados Unidos.
Legalmente la mayor parte de los sistemas S-400 y S-300 están en territorio ruso, en la base aérea de Jmeimim y los cruceros rusos de la clase Slava y Kuznetsov fondeados en la costa siria, por lo que cualquier ataque a ellos es técnicamente un ataque directo contra Rusia, lo que abre la posibilidad de contraataques y represalias por parte de Rusia en cualquier región de Oriente Medio.
Aún en el supuesto de que el ejército de Estados Unidos fuera capaz de imponer su supremacía aérea a toda costa, los rusos tendrían aún importantes bazas que poner en funcionamiento.
Aunque Estados Unidos pueda imponer su supremacía aérea en Siria y aunque fuera capaz de soportar su enorme coste militar, aún tendría importantes problemas políticos, que pueden ser decisivos.
El primero es que no va a contar con el respaldo de la ONU, un factor que no es tan despreciable como más de uno pueda pensar.
En una escalada militar Estados Unidos se arriesga a una ruptura con sus aliados de la OTAN, que no van a poder seguir a su socio hasta esos extremos porque se lo deja muy fácil: no cuenta con el respaldo de la ONU.
Los países europeos punteros, quizá con la excepción de Gran Bretaña, no se van a enfrentar a Rusia en ningún caso, con excepción de los peleles, como los del Báltico, Ucrania, Polonia, Rumanía y otros parecidos.
Queda una última incógnita: una zona de exclusión aérea sobre Siria exigiría un formidable despliegue de aviación, posiblemente de centenares de aeronaves, por lo que hay que preguntar qué bases utilizarán. ¿La de Incirlik? ¿Autorizarán los turcos el empleo de su suelo para una guerra en la que interviene Rusia?
Todo indica que no, porque Turquía ya lo impidió en 2003 durante la invasión de Irak y porque Estados Unidos no podrá invocar el artículo 5 del Tratado de Washington que fundó la OTAN (“uno para todos, todos para uno”), al no contar con el respaldo de la ONU.
En un contexto de guerra total en Siria, lo más probable es que Irak ordenara el cierre de su espacio aéreo y que la fuerza aérea de Estados Unidos tampoco pueda utilizar ni a Jordania, ni a Egipto, ni a Arabia saudí, ni mucho menos a Israel.
La única posibilidad que tienen es la de utilizar portaviones emplazados en el Mediterráneo, un remedio complicado pero factible, sobre todo si la campaña no se prolonga demasiado.
Los pasos más inmediatos que va a dar el Pentágono van a empezar por enviar a los salafistas misiles Manpad, Tow y las llamadas “jabalinas”, un tipo de lanzacohetes portátiles antitanque.
Pero los aviones rusos pueden volar por encima de los 5.000 metros, fuera del radio de alcance de los Manpad, por lo que pueden reducir el daño notablemente.
No se puede decir lo mismo de los helicópteros, por más que sean resistentes al impacto de los Manpad. Pero los rusos también disponen de opciones de combate. Los helicópteros rusos Mi-28 y Ka-52 pueden disparar desde 10 kilómetros de distancia, por lo que también quedarían fuera del alcance de los misiles.
El problema más importante para Rusia serían los helicópteros de transporte, que podrían ser un blanco fácil.
Rusia tiene un abanico de opciones más amplio que Estados Unidos, que se ha metido en una verdadera ratonera. Puede enviar al campo de batalla blindados T-90, que hasta la fecha han mostrado ser inmunes a los Tow.
También pueden enviar mucha más artillería, lanzagranadas, lanzallamas pesados como el TOS-1 y la fuerza aérea puede iniciar bombardeos mucho más pesados que los actuales. Sin embargo, por motivos políticos, es complicado que se decida a enviar infantería.
Lo más probable es que ese papel lo sigan desempeñando Hezbollah y los iraníes que, hasta la fecha, han tapado muy eficazmente los agujeros del ejército sirio en los distintos frentes de combate.
La variedad de opciones, tan importante en una guerra como la de Siria, es lo que arroja algo de luz a la táctica que han seguido los rusos, incluso antes de la tregua. De hecho la tregua nunca ha sido otra cosa que una de esas opciones. Su táctica tiene dos claves esenciales: no quieren un enfrentamiento militar directo con Estados Unidos en Siria y consideran que el tiempo juega a su favor.
La segunda clave ayuda a entender la exasperante lentitud de movimientos de Rusia, tanto en el terreno diplomático como en el militar. Parece actuar con retardo y da la impresión de de vacilar, lo que hay que unir a ese lenguaje almibarado y sosegado de Lavrov, que jamás pierde la compostura.
Sus palabras contrastan con las declaraciones chusqueras de los gringos, propias del oeste más salvaje. Algunas de ellas son tan poco originales que volvemos a oír la manoseada comparación entre Putin y Hitler, para consumo de un auditorio muy poco exigente.
Un nuevo rearme de los yihadistas en Siria no resultaría eficaz sin una una zona de exclusión aérea, que es el caballo de batalla de los sectores más reacciones del partido republicano y que, si se deciden a imponerlo, deberá hacer suyo la “demócrata” Clinton.
Una zona de exclusión aérea, ¿conduciría a la guerra directa con Rusia? Los generales del Pentágono creen que sí, pero hay que tener en cuenta la llamada Doctrina Rumsfeld y las experiencias bélicas anteriores.
Hasta ahora Estados Unidos ha impuesto las zonas de exclusión aérea después de intensos ataques con misiles crucero desde la fuerza aérea y la marina de guerra. El objetivo militar consiste en destruir los radares, las defensas aéreas del adversario y su capacidad de mando.
El ataque dura entre 2 y 10 días y va acompañado de una ofensiva de guerra electrónica, de la destrucción de las bases aéreas, de los aviones del adversario en tierra y de los depósitos de combustible.
Tras ello se abre una segunda fase con el despliegue de aviones de combate aire-aire junto con Awacs para lograr la supremacía aérea y atacar las agrupaciones de fuerza del adversario con un mínimo daño.
Trasladar ese plan bélico a Siria es muy complicado y en ningún caso el Pentágono podrá lograrlo sin un coste muy importante.
Aunque el despliegue en Siria de los sistemas S-400 y S-300 en Siria es reducido, el ejército de Estados Unidos no lo ha puesto a prueba.
Hay algo aún peor: Rusia dispone de radares de muy largo alcance que hacen imposible un ataque sorpresa.
Por su no fuera suficiente, Rusia utiliza mecanismos de guerra electrónica capaces de sembrar el caos en los sistemas de mando, control, comunicación e inteligencia de Estados Unidos.
Legalmente la mayor parte de los sistemas S-400 y S-300 están en territorio ruso, en la base aérea de Jmeimim y los cruceros rusos de la clase Slava y Kuznetsov fondeados en la costa siria, por lo que cualquier ataque a ellos es técnicamente un ataque directo contra Rusia, lo que abre la posibilidad de contraataques y represalias por parte de Rusia en cualquier región de Oriente Medio.
Aún en el supuesto de que el ejército de Estados Unidos fuera capaz de imponer su supremacía aérea a toda costa, los rusos tendrían aún importantes bazas que poner en funcionamiento.
Aunque Estados Unidos pueda imponer su supremacía aérea en Siria y aunque fuera capaz de soportar su enorme coste militar, aún tendría importantes problemas políticos, que pueden ser decisivos.
El primero es que no va a contar con el respaldo de la ONU, un factor que no es tan despreciable como más de uno pueda pensar.
En una escalada militar Estados Unidos se arriesga a una ruptura con sus aliados de la OTAN, que no van a poder seguir a su socio hasta esos extremos porque se lo deja muy fácil: no cuenta con el respaldo de la ONU.
Los países europeos punteros, quizá con la excepción de Gran Bretaña, no se van a enfrentar a Rusia en ningún caso, con excepción de los peleles, como los del Báltico, Ucrania, Polonia, Rumanía y otros parecidos.
Queda una última incógnita: una zona de exclusión aérea sobre Siria exigiría un formidable despliegue de aviación, posiblemente de centenares de aeronaves, por lo que hay que preguntar qué bases utilizarán. ¿La de Incirlik? ¿Autorizarán los turcos el empleo de su suelo para una guerra en la que interviene Rusia?
Todo indica que no, porque Turquía ya lo impidió en 2003 durante la invasión de Irak y porque Estados Unidos no podrá invocar el artículo 5 del Tratado de Washington que fundó la OTAN (“uno para todos, todos para uno”), al no contar con el respaldo de la ONU.
En un contexto de guerra total en Siria, lo más probable es que Irak ordenara el cierre de su espacio aéreo y que la fuerza aérea de Estados Unidos tampoco pueda utilizar ni a Jordania, ni a Egipto, ni a Arabia saudí, ni mucho menos a Israel.
La única posibilidad que tienen es la de utilizar portaviones emplazados en el Mediterráneo, un remedio complicado pero factible, sobre todo si la campaña no se prolonga demasiado.
Fuente: http://www.unz.com/tsaker/the-war-against-syria-both-sides-go-to-plan-b/
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