¿Una bendición encubierta? La presidencia de Trump podría ser mejor para Palestina
Así pues, debe ser extraño, si no totalmente provocativo, sugerir que
una presidencia de Trump podría ser el golpe de gracia que necesitan
los palestinos y, de hecho, todo Oriente Próximo para liberarse del peso
de una política exterior estadounidense autoritaria, arrogante e inútil
que dura décadas.
Sin lugar a dudas una presidencia de Donald Trump es a todas luces terrible para los palestinos a corto plazo. Este hombre ni siquiera trata de mostrar una cierta imparcialidad o un ápice de equilibrio a la hora de abordar el conflicto más prolongado y delicado de Oriente Próximo.
Según el flujo aparentemente infinito de sus tweets, Trump cuenta los días para poder demostrar a los dirigentes israelíes lo proisraelí que va a ser su gobierno. Poco después de que Estados Unidos se abstuviera en la votación de la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que condenaba las ilegales colonias de Israel el pasado 23 de diciembre el presidente electo tweeteó: “Por lo que se refiere a las Naciones Unidas, las cosas serán diferentes a partir del 20 de enero”.
Trump recurrió una vez más a Twitter poco después de que el Secretario de Estado estadounidense John Kerry pronunciara un importante discurso sobre el conflicto israelo-palestino en el que reprendió a Israel por poner en peligro la solución de los dos Estados y calificó al actual gobierno de Benjamin Netanyahu del gobierno más de derecha de la historia de Israel.
Trump pidió a Israel en su réplica que “se mantuviera firme” hasta su toma de posesión el 20 de enero. Los dirigentes israelíes también esperan la llegada de esta fecha en la que personas como Naftali Bennett, presidente del extremista Jewish Home Party [Partido del Hogar Judío] esperan “reiniciar” las relaciones entre Israel y Estados Unidos una vez que Trump se presidente.
Además, Bennett, que también es ministro de Educación de Israel, declaró a un periodista el pasado mes de noviembre que “tenemos la oportunidad de reiniciar la estructura por todo Oriente Próximo. Tenemos que aprovechar la oportunidad y actuar al respecto”.
Una de las oportunidades inminentes que presenta la presidencia de Trump es que “la era del Estado palestino ha terminado”.
Kerry, por supuesto, está en lo cierto: el actual gobierno israelí es el gobierno más de derecha y extremo, una tendencia que no va a cambiar en un futuro inmediato ya que es un fiel reflejo del estado de ánimo político y social en el país.
Vean la respuesta de Bennett al discurso de Kerry: “Kerry me citó tres veces, anónimamente, en su discurso para demostrar que nos oponemos al Estado palestino, así que permítanme decirlo explícitamente: sí. Si está en mi mano, no estableceremos otro Estado terrorista en el centro de nuestro país”.
A la reafirmación de Kerry de que Jerusalén debe ser la capital tanto de Israel como de Palestina, Bennett respondió: “Jerusalén ha sido la capital judía durante 3.000 años. Está en la Biblia, ábranla y léanlo”.
El dominio del fanatismo religioso en la política israelí es irreversible, al menos en un futuro inmediato. Aunque en el pasado los políticos judíos laicos utilizaban los conceptos religiosos para atraer a los judíos religiosos a cambio de sus votos y para poblar las ilegales colonias, los grupos religiosos son los que ahora marcan la pauta de la política israelí dominante.
Así pues, ¿cómo podría beneficiar esto de alguna manera a los palestinos? Dicho de manera simple: [debido a la] claridad.
Desde que funcionarios medios estadounidenses accedieron a reunirse con una delegación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Túnez a finales de la década de 1980 Estados Unidos ha elegido el camino más desconcertante para la paz.
Poco después de que un poco convencido Estados Unidos “comprometiera” a la OLP (una vez que esta hubo de salvar muchos obstáculos políticos para recibir el visto bueno de Estados Unidos), se dejó solo a Estados Unidos para establecer qué implicaba la “paz” entre Israel y sus vecinos palestinos y árabes.
La Casa Blanca estableció los parámetros del “proceso de paz”, acorraló a los árabes en muchas ocasiones para que dieran su aprobación a cualquier “visión” de la paz que Estados Unidos considerara adecuada y dividió a los árabes en “moderados” y radicales” basándose únicamente a cómo determinado país percibía los dictados de “paz” estadounidenses en la zona.
Sin mandato alguno Estados Unidos se autonombró “honesto negociador de la paz”, pero lo ha hecho todo mal con el fin de poner en peligro la realización de los mismos parámetros que estableció para lograr la supuesta paz. Aunque llegó a calificar de “obstáculo para la paz” la construcción de las ilegales colonias de Israel, Washington financió las colonias y al ejército de ocupación encargado de proteger esas entidades ilegales, pidió “medidas para crear confianza” mientras que al mismo tiempo financiaba al ejército israelí y justificaba las guerras de Israel en Gaza y su excesiva violencia en los ocupados Cisjordania y Jerusalén.
En otras palabras, durante décadas Estados Unidos ha hecho exactamente lo contrario de lo que predicaba públicamente.
Actualmente es evidente la esquizofrenia política de Estados Unidos. Aunque Obama osó cometer algo atroz en diciembre (como abstenerse en la votación de una resolución que exigía a Israel detener sus ilegales colonias en Cisjordania) solo unas semanas antes había entregado a Israel “el mayor acuerdo de ayuda militar de la historia”.
El apoyo ciego de Estados Unidos a Israel a lo largo de los años ha aumentado las expectativas de este último hasta el punto de que ahora anticipa el apoyo estadounidense para continuar, aún cuando Israel está gobernado por extremistas que desestabilizan aún más una región que es ya frágil e inestable.
Según la lógica israelí estas expectativas son bastante razonables. Estados Unidos ha servido para hacer posible la beligerancia política y militar de Israel al tiempo que pacificaba a los palestinos y árabes con promesas vacías, a veces con amenazas, con dádivas o meras palabras. De hecho, se pacificó debidamente a los llamados “palestinos moderados”, las personas como Mahmoud Abbas y su Autoridad Palestina, ya que obtuvieron la parafernalia del “poder”, unido al visto bueno estadounidense, mientras permitían a Israel conquistar lo que quedaba de Palestina.
Pero, en efecto, esta era ha terminado. Aunque Estados Unidos seguirá haciendo posible la intransigencia de Israel, es probable que una presidencia de Trump vea desaparecer totalmente la ambigüedad de Washington.
Lo malo ya no será lo bueno, lo equivocado no es lo correcto y el belicismo no es el establecimiento de la paz. De hecho, Trump esta dispuesto a mostrar lo que realmente es y ha sido durante décadas la política exterior estadounidense. Es probable que su presidencia haga que todas las partes tengan que elegir claramente dónde están respecto a la paz, la justicia y los derechos humanos.
Los palestinos también tendrán que elegir: afrontar con un frente unido una realidad que dura ya décadas o situarse al lado de aquellos que pretenden “reiniciar” el futuro de Oriente Próximo basándose en una oscura interpretación de las profecías bíblicas.
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Dr. Ramzy Baroud lleva 20 años escribiendo sobre Oriente Próximo. Es un columnista internacional, asesor de medios de comunicación, autor de varios libros y cofundador de PalestineChronicle.com. Su último libro es My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, London). Su página web es ramzybaroud.net
Fuente: http://www.counterpunch.org/2017/01/06/a-blessing-in-disguise-the-trump-presidency-may-be-better-for-palestine/
Sin lugar a dudas una presidencia de Donald Trump es a todas luces terrible para los palestinos a corto plazo. Este hombre ni siquiera trata de mostrar una cierta imparcialidad o un ápice de equilibrio a la hora de abordar el conflicto más prolongado y delicado de Oriente Próximo.
Según el flujo aparentemente infinito de sus tweets, Trump cuenta los días para poder demostrar a los dirigentes israelíes lo proisraelí que va a ser su gobierno. Poco después de que Estados Unidos se abstuviera en la votación de la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que condenaba las ilegales colonias de Israel el pasado 23 de diciembre el presidente electo tweeteó: “Por lo que se refiere a las Naciones Unidas, las cosas serán diferentes a partir del 20 de enero”.
Trump recurrió una vez más a Twitter poco después de que el Secretario de Estado estadounidense John Kerry pronunciara un importante discurso sobre el conflicto israelo-palestino en el que reprendió a Israel por poner en peligro la solución de los dos Estados y calificó al actual gobierno de Benjamin Netanyahu del gobierno más de derecha de la historia de Israel.
Trump pidió a Israel en su réplica que “se mantuviera firme” hasta su toma de posesión el 20 de enero. Los dirigentes israelíes también esperan la llegada de esta fecha en la que personas como Naftali Bennett, presidente del extremista Jewish Home Party [Partido del Hogar Judío] esperan “reiniciar” las relaciones entre Israel y Estados Unidos una vez que Trump se presidente.
Además, Bennett, que también es ministro de Educación de Israel, declaró a un periodista el pasado mes de noviembre que “tenemos la oportunidad de reiniciar la estructura por todo Oriente Próximo. Tenemos que aprovechar la oportunidad y actuar al respecto”.
Una de las oportunidades inminentes que presenta la presidencia de Trump es que “la era del Estado palestino ha terminado”.
Kerry, por supuesto, está en lo cierto: el actual gobierno israelí es el gobierno más de derecha y extremo, una tendencia que no va a cambiar en un futuro inmediato ya que es un fiel reflejo del estado de ánimo político y social en el país.
Vean la respuesta de Bennett al discurso de Kerry: “Kerry me citó tres veces, anónimamente, en su discurso para demostrar que nos oponemos al Estado palestino, así que permítanme decirlo explícitamente: sí. Si está en mi mano, no estableceremos otro Estado terrorista en el centro de nuestro país”.
A la reafirmación de Kerry de que Jerusalén debe ser la capital tanto de Israel como de Palestina, Bennett respondió: “Jerusalén ha sido la capital judía durante 3.000 años. Está en la Biblia, ábranla y léanlo”.
El dominio del fanatismo religioso en la política israelí es irreversible, al menos en un futuro inmediato. Aunque en el pasado los políticos judíos laicos utilizaban los conceptos religiosos para atraer a los judíos religiosos a cambio de sus votos y para poblar las ilegales colonias, los grupos religiosos son los que ahora marcan la pauta de la política israelí dominante.
Así pues, ¿cómo podría beneficiar esto de alguna manera a los palestinos? Dicho de manera simple: [debido a la] claridad.
Desde que funcionarios medios estadounidenses accedieron a reunirse con una delegación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Túnez a finales de la década de 1980 Estados Unidos ha elegido el camino más desconcertante para la paz.
Poco después de que un poco convencido Estados Unidos “comprometiera” a la OLP (una vez que esta hubo de salvar muchos obstáculos políticos para recibir el visto bueno de Estados Unidos), se dejó solo a Estados Unidos para establecer qué implicaba la “paz” entre Israel y sus vecinos palestinos y árabes.
La Casa Blanca estableció los parámetros del “proceso de paz”, acorraló a los árabes en muchas ocasiones para que dieran su aprobación a cualquier “visión” de la paz que Estados Unidos considerara adecuada y dividió a los árabes en “moderados” y radicales” basándose únicamente a cómo determinado país percibía los dictados de “paz” estadounidenses en la zona.
Sin mandato alguno Estados Unidos se autonombró “honesto negociador de la paz”, pero lo ha hecho todo mal con el fin de poner en peligro la realización de los mismos parámetros que estableció para lograr la supuesta paz. Aunque llegó a calificar de “obstáculo para la paz” la construcción de las ilegales colonias de Israel, Washington financió las colonias y al ejército de ocupación encargado de proteger esas entidades ilegales, pidió “medidas para crear confianza” mientras que al mismo tiempo financiaba al ejército israelí y justificaba las guerras de Israel en Gaza y su excesiva violencia en los ocupados Cisjordania y Jerusalén.
En otras palabras, durante décadas Estados Unidos ha hecho exactamente lo contrario de lo que predicaba públicamente.
Actualmente es evidente la esquizofrenia política de Estados Unidos. Aunque Obama osó cometer algo atroz en diciembre (como abstenerse en la votación de una resolución que exigía a Israel detener sus ilegales colonias en Cisjordania) solo unas semanas antes había entregado a Israel “el mayor acuerdo de ayuda militar de la historia”.
El apoyo ciego de Estados Unidos a Israel a lo largo de los años ha aumentado las expectativas de este último hasta el punto de que ahora anticipa el apoyo estadounidense para continuar, aún cuando Israel está gobernado por extremistas que desestabilizan aún más una región que es ya frágil e inestable.
Según la lógica israelí estas expectativas son bastante razonables. Estados Unidos ha servido para hacer posible la beligerancia política y militar de Israel al tiempo que pacificaba a los palestinos y árabes con promesas vacías, a veces con amenazas, con dádivas o meras palabras. De hecho, se pacificó debidamente a los llamados “palestinos moderados”, las personas como Mahmoud Abbas y su Autoridad Palestina, ya que obtuvieron la parafernalia del “poder”, unido al visto bueno estadounidense, mientras permitían a Israel conquistar lo que quedaba de Palestina.
Pero, en efecto, esta era ha terminado. Aunque Estados Unidos seguirá haciendo posible la intransigencia de Israel, es probable que una presidencia de Trump vea desaparecer totalmente la ambigüedad de Washington.
Lo malo ya no será lo bueno, lo equivocado no es lo correcto y el belicismo no es el establecimiento de la paz. De hecho, Trump esta dispuesto a mostrar lo que realmente es y ha sido durante décadas la política exterior estadounidense. Es probable que su presidencia haga que todas las partes tengan que elegir claramente dónde están respecto a la paz, la justicia y los derechos humanos.
Los palestinos también tendrán que elegir: afrontar con un frente unido una realidad que dura ya décadas o situarse al lado de aquellos que pretenden “reiniciar” el futuro de Oriente Próximo basándose en una oscura interpretación de las profecías bíblicas.
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Dr. Ramzy Baroud lleva 20 años escribiendo sobre Oriente Próximo. Es un columnista internacional, asesor de medios de comunicación, autor de varios libros y cofundador de PalestineChronicle.com. Su último libro es My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, London). Su página web es ramzybaroud.net
Fuente: http://www.counterpunch.org/2017/01/06/a-blessing-in-disguise-the-trump-presidency-may-be-better-for-palestine/
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