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Haití se desangra
A diez minutos de los braseros y las ollas de Marie, se encuentra la prisión civil de la capital. Cada día, frente a sus puertas, docenas de mujeres hacen cola llevando comida para sus familiares presos. Saben que, ahí dentro, una fiambrera es media vida. Los funcionarios no tienen con qué rellenar las despensas desde septiembre, según supo la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos (RNDDH), y el penal, que fue construido para 800 presos, hoy alberga más de 4.200. Tras hablar con el director de la cárcel y visitar el centro, esta organización denunció que los 19 primeros días de 2017 habían muerto 14 internos por hambre, cólera o tuberculosis. La madre de Shal David, que se escribe a diario con su hijo y le lleva comida, lo confirma: «Cada día muere alguien». A Shal, de 20 años, lo apresaron tras una pelea hace tres años; la pareja de Sismith Saturné, de 32, lleva cinco dentro por conducir sin licencia; el marido y el hermano de Fabienne Saint Preux suman seis por robar unos plátanos. Ninguno ha sido juzgado. Tampoco John Gideon, de quien su hermano Wil no tiene noticias desde hace tres meses: «Me cuesta tener esperanza; quizá ha enfermado».
EL INFIERNO
Cómo no hacerlo. Livia Bouvier, activista de RNDDH, relata que cuando la policía intentó hacer una redada en la cárcel el pasado otoño, los perros que debían detectar droga se negaron a entrar y esa misma tarde los animales cayeron enfermos, agobiados por la multitud hacinada e intoxicados por los olores de unas celdas en las que cualquier esquina sirve de letrina. Se lo dijo el director a Bouvier: «Si quiere encontrar un lugar en la Tierra que se parezca al infierno, venga a la prisión civil de Puerto Príncipe».En la misma calle, a 300 metros de las filas solidarias, está la redacción de ‘Le Novelist’, el principal periódico del país, pero el caso jamás ha salido en sus páginas. Pese a la mala fama de la prensa, un hombre de pelo canoso insiste en ver al periodista, pero pide alejarse de la multitud. Explica que su nieta fue infectada de VIH por la Cruz Roja. A los nueve días de nacer, recibió una transfusión de sangre, al cabo de poco enfermó y un análisis de sangre reveló que era seropositiva. Los padres pasaron las pruebas para ver si ellos habían sido los transmisores y dieron negativo, así que solo podía haber sido la Cruz Roja. Así lo dedujo también un juez, que condenó a la ONG a pagar 300.000 dólares en 2015.
El penal de Puerto Príncipe, que fue construido para 800 presos, hoy alberga más de 4.200
EL ESTADO NO EXISTE
Nadie puede ayudar a Edymé a que se cumpla la ley. Nadie va a castigarle por esconder que su hija tiene el sida. El Estado no existe, y es una frase casi literal. Son los salesianos quienes acogen y educan a niños de la calle en sus residencias y escuelas de formación profesional, son los defensores de derechos humanos quienes denuncian la degradación de las cárceles, y así se podría seguir hasta nombrar las 3.000 organizaciones no gubernamentales que operan en el país. Pero es que parte del problema es que estas entidades han construido una suerte de gobierno paralelo, en palabras de un alto cargo de la Organización Mundial de la Salud en Haití, que pide anonimato. ¿Cómo pedirle al Gobierno que invierta en hospitales si las oenegés los montan gratis? ¿Para qué exigir un sistema de saneamiento de agua si tradicionalmente lo han pagado las agencias de la ONU?Por eso, Oxfam apostó por otro modelo. Reunió a medio centenar de haitianos de todos los campos y, tras más de 50 horas de debates y estudios conjuntos, entendieron que el mayor problema es de gobernanza. Las metas, según su director, Damien Bendorf, son tres: una descentralización que evite las migraciones masivas del campo a los slums de la capital; la soberanía alimentaria como solución al hambre; y una justicia fiscal que posibilite lo anterior. La lección es que hay que superar la limosna, que los haitianos son duros y listos -Haití se independizó de Francia gracias a una revuelta de sus esclavos, algo insólito y que jamás volvió a repetirse en la historia-. Basta con apoyarles para que puedan tomar las riendas de su país.
HURACÁN MATTHEW
Sin embargo, las emergencias pesan más que los planes a largo plazo. Sirve de ejemplo el paso del huracán Matthew este otoño. De nuevo arreciaron las campañas de emergencia y las agencias internacionales y oenegés priorizaron la reconstrucción, el reparto de semillas y el saneamiento de agua. El Matthew dejó un millar de muertos y decenas de miles de personas damnificadas, fuera por la pérdida de su sustento, de su casa o de la fuente de agua dulce de la que dependían. Con todo, la actitud con la que respondieron era de resistencia. «Ya estamos acostumbrados», explica Jean Mance, nacido en el sur y cuyos padres, campesinos, perdieron una vaca y toda la cosecha. Pese a que es diminuto, Haití es el tercer país más afectado en el mundo por los fenómenos climáticos. El país está en zona de paso de ciclones, así que sufre un huracán o tormenta tropical cada dos años, la deforestación favorece las inundaciones y como, debajo, chocan las placas norteamericana y caribeña, los seísmos son frecuentes. Pero ninguno como el Goudou Goudou. Así se refieren, en criollo, al terremoto de 2010.El huracán Matthew dejó un millar de muertos y decenas de miles de damnificados, sin trabajo ni casa
Icavis nunca supo cuánto tiempo estuvo desmayado, pero sí recuerda los tres días que aguantó con la pierna desfigurada, durmiendo entre cadáveres en medio de la calle: «El Gobierno no retiró los cuerpos, fueron las fuerzas internacionales, que eran quienes tenían dinero». Icavis conducía una moto taxi y sin pierna tuvo que dejarlo, pero lo que más le dolió fue el abandono de su mujer y madre de sus tres hijos. Los dos mayores viven con su tío en las afueras, pero el pequeño se quedó con él. Viven bajo una tienda de campaña y ha logrado su objetivo, que su hijo vaya a la escuela, y con eso parece bastarle. «Mis amigos me dan dinero cada semana y mi hijo tendrá oportunidades. La ayuda no llegó para mí, nunca se cumplieron las promesas que nos hicieron», lamenta refiriéndose a la ONU, las oenegés y el gobierno, «pero me mantengo fuerte».
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