El “Rusiagate” promete un nuevo capítulo en la saga de sospechas de espionaje entre Washington y Moscú. El Senado estadounidense llegó ayer a un acuerdo bipartidista para imponer más sanciones financieras al Kremlin y limitar la capacidad del presidente Donald Trump de levantarlas sin debate parlamentaria. El consenso impone nuevas sanciones a quienes efectúen “actividades cibernéticas maliciosas” en nombre de Moscú, a aquellos que suministren armas al gobierno del presidente sirio, Bashar al Assad, o a personas vinculadas a los sectores de inteligencia y defensa de Rusia, entre otras. También concede al Congreso 30 días –o 60 días, si es próximo al receso de agosto– para revisar y, potencialmente, bloquear a Trump en caso de que el mandatario decidiera levantar o relajar las sanciones contra Moscú.
El acuerdo dificulta además que se levanten las sanciones ya impuestas a Rusia por parte de la Administración del anterior presidente, Barack Obama, y permite ampliarlas a sectores de la economía. El líder de la minoría demócrata del Senado, Chuck Schumer, saludó el acuerdo alcanzado e instó a la Cámara de Representantes a que lo apruebe lo antes posible. “Al exigir al Congreso que revise cualquier decisión para debilitar o levantar las sanciones, estamos asegurando que Estados Unidos continúe castigando al presidente ruso, Vladimir Putin, por sus acciones imprudentes y desestabilizadoras”, apuntó el senador por Nueva York.
La investigación sobre la supuesta injerencia rusa en las elecciones de noviembre pasado y los posibles contactos entre la campaña de Trump y el Kremlin está ahora en manos de un fiscal especial, el ex director del FBI Robert Mueller. En tanto, los legisladores estadounidenses iniciaron ayer una serie de cuatro sesiones con el secretario de Estado Rex Tillerson sobre el impopular presupuesto de Trump, sus mensajes contradictorios sobre relaciones exteriores y los vínculos entre el gobierno y Rusia.
Las cuatro sesiones de esta semana representan una oportunidad inusual para que los miembros del Senado y de la Cámara de Representantes cuestionen a Tillerson, quien no ha testificado públicamente en el Capitolio desde su áspera audiencia de confirmación en enero, sesión que estuvo centrada en el tema de Rusia. En ese momento, tanto republicanos como demócratas estaban preocupados de que el ex ejecutivo de Exxon Mobil, que tenía vínculos estrechos con Moscú, fuera demasiado blando con un país a menudo en desacuerdo con Estados Unidos.
Cuarenta y tres miembros de la bancada demócrata votaron en contra de la confirmación de Tillerson, en la mayor votación de rechazo para un nominado a secretario de Estado en décadas. “No he oído mucho del señor Tillerson, y lo que he oído de él no ha satisfecho mis preocupaciones”, dijo a la prensa el senador Ben Cardin, principal demócrata en la comisión de Relaciones Exteriores del Senado. Los legisladores prometieron interrogar a Tillerson sobre la propuesta de presupuesto de Trump, que incluye fuertes recortes en el gasto en diplomacia y ayuda exterior y grandes aumentos en el gasto militar.