El
fiscal general de Israel, Avijai Mandelblit, anunció ayer que le
iniciará proceso por corrupción, defraudación y abuso de confianza a la
esposa del primer ministro, Benjamin Netanyahu, Sara, y avivó aún más el
escándalo que sacude a una familia que lo denuncia como una caza de
brujas.
La imagen de los Netanyahu viene sufriendo fuertes golpes por la publicidad que ha venido tomando su rumboso estilo de vida, inalcanzable para el israelí promedio, y por las versiones de que lo sustentan con fondos públicos.
La fiscalía no anunció aún la fecha en que tendrá lugar la primera audiencia judicial sobre el caso, pero el anuncio es el primer paso formal previo a la presentación de los cargos y la acusada tiene derecho a una audiencia previa para defenderse judicialmente antes de ser acusada formalmente.
Mandelblit investiga un supuesto exceso de gastos de refacción de la residencia oficial de los primeros ministros. Tanto Sara como su marido han acusado, a su vez, al ex jefe de su custodia, Meni Naftali, quien, aseguran, infló los gastos de la residencia. Hace más de dos años, la contraloría del Estado, a cargo de Joseph Shapira, inició las actuaciones judiciales que llevaron ahora a la acusación contra Sara, informaron diversos medios israelíes, entre otros el diario Haaretz.
Según la prensa israelí, Sara Netanyahu será acusada de gastar 359.000 shekels (algo más de 100.000 dólares) del Estado en reparaciones de la residencia ministerial, y de haber informado la contratación de un cocinero que nunca tuvo lugar. También será acusado Ezra Saidoff, ex subdirector de la oficina del primer ministro, por el cargo de haber recibido artículos por el equivalente a 393.000 shekels (111.700 dólares) en forma fraudulenta. Al mismo tiempo, el fiscal general anunció el cierre de otros tres casos que involucraban a la familia Netanyahu, todos relacionados a contratación de personal en condiciones irregulares con fondos públicos inflados.
Estas contrataciones involucran la de un partidario suyo como electricista en la residencia de los Netanyahu en el balneario de Cesárea, camareros en la residencia oficial, y jardineros que trabajaron como enfermeros en la atención del padre de Sara.
Para Mandelblit, no quedó suficientemente demostrado que Sara estaba al tanto de las contrataciones ni de los pagos, y agregó que en el caso de los cuidados al padre de la esposa de Netanyahu debían “tenerse en cuenta las circunstancias especiales” derivadas de la condición terminal del paciente.
Benjamin Netanyahu se hizo cargo de la defensa pública del honor de su esposa en su página de Facebook, donde ridiculizó la idea de que la familia hubiera podido consumir la cantidad de bandejas de comida –“suficiente para alimentar a un equipo de fútbol”– que, según él, fueron solicitadas por Naftali.
Netanyahu aseguró que todas las acusaciones se esfumarían en la próxima audiencia, y defendió a Sara -una psicóloga que trabaja con niños y sigue ejerciendo su profesión- como una “mujer valiente y honesta” que “nunca ha hecho nada malo”.
Pero el primer ministro de Israel está involucrado en una serie de investigaciones por supuestos delitos financieros que, de ser comprobados, superarían en varios órdenes de magnitud los relacionados con los ilícitos de que es acusada su mujer.
La imagen de los Netanyahu viene sufriendo fuertes golpes por la publicidad que ha venido tomando su rumboso estilo de vida, inalcanzable para el israelí promedio, y por las versiones de que lo sustentan con fondos públicos.
La fiscalía no anunció aún la fecha en que tendrá lugar la primera audiencia judicial sobre el caso, pero el anuncio es el primer paso formal previo a la presentación de los cargos y la acusada tiene derecho a una audiencia previa para defenderse judicialmente antes de ser acusada formalmente.
Mandelblit investiga un supuesto exceso de gastos de refacción de la residencia oficial de los primeros ministros. Tanto Sara como su marido han acusado, a su vez, al ex jefe de su custodia, Meni Naftali, quien, aseguran, infló los gastos de la residencia. Hace más de dos años, la contraloría del Estado, a cargo de Joseph Shapira, inició las actuaciones judiciales que llevaron ahora a la acusación contra Sara, informaron diversos medios israelíes, entre otros el diario Haaretz.
Según la prensa israelí, Sara Netanyahu será acusada de gastar 359.000 shekels (algo más de 100.000 dólares) del Estado en reparaciones de la residencia ministerial, y de haber informado la contratación de un cocinero que nunca tuvo lugar. También será acusado Ezra Saidoff, ex subdirector de la oficina del primer ministro, por el cargo de haber recibido artículos por el equivalente a 393.000 shekels (111.700 dólares) en forma fraudulenta. Al mismo tiempo, el fiscal general anunció el cierre de otros tres casos que involucraban a la familia Netanyahu, todos relacionados a contratación de personal en condiciones irregulares con fondos públicos inflados.
Estas contrataciones involucran la de un partidario suyo como electricista en la residencia de los Netanyahu en el balneario de Cesárea, camareros en la residencia oficial, y jardineros que trabajaron como enfermeros en la atención del padre de Sara.
Para Mandelblit, no quedó suficientemente demostrado que Sara estaba al tanto de las contrataciones ni de los pagos, y agregó que en el caso de los cuidados al padre de la esposa de Netanyahu debían “tenerse en cuenta las circunstancias especiales” derivadas de la condición terminal del paciente.
Benjamin Netanyahu se hizo cargo de la defensa pública del honor de su esposa en su página de Facebook, donde ridiculizó la idea de que la familia hubiera podido consumir la cantidad de bandejas de comida –“suficiente para alimentar a un equipo de fútbol”– que, según él, fueron solicitadas por Naftali.
Netanyahu aseguró que todas las acusaciones se esfumarían en la próxima audiencia, y defendió a Sara -una psicóloga que trabaja con niños y sigue ejerciendo su profesión- como una “mujer valiente y honesta” que “nunca ha hecho nada malo”.
Pero el primer ministro de Israel está involucrado en una serie de investigaciones por supuestos delitos financieros que, de ser comprobados, superarían en varios órdenes de magnitud los relacionados con los ilícitos de que es acusada su mujer.
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