Aunque el terremoto de 8.2 registrado en 2017 es el mayor en un siglo, la intensidad registrada en la capital fue cinco veces menor. Pero en Oaxaca y Chiapas sí se registraron niveles de intensidad similares a los que vivió la CDMX en el 85.
Aunque la magnitud del sismo registrado el jueves 7 de septiembre fue de 8.2, incluso mayor que el terremoto de 1985 (con magnitud de 8.1), la intensidad fue de apenas una quinta parte de lo registrado en el desastre que devastó la Ciudad de México. Sin embargo, los niveles de intensidad registrados en Oaxaca sí son equiparables a los que vivió la capital del país en el 85. Esto explica por qué el reciente terremoto con epicentro en Pijijiapan, Chiapas, resultó mucho menos catastrófico para la capital del país, de acuerdo con expertos de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Servicio Sismológico Nacional.
"Es muy importante distinguir magnitud de intensidad. Son dos conceptos completamente diferentes. Magnitud corresponde al tamaño del sismo, la energía que éste libera en el lugar donde se origina y la intensidad se refiere a la aceleración, al movimiento del terreno. Entonces en cuanto a intensidad, el sismo de la Ciudad de México de 1985 fue cinco veces más grande que el que vivimos la noche de ayer con epicentro en las costas de Chiapas", explicó Xyoli Pérez Campos, jefa del Servicio Sismológico Nacional.
La experta también aclaró que todos los sismos producen movimientos oscilatorios y trepidatorios, por lo que eso no es un factor muy relevante en el análisis científico, a pesar de que en la cultura popular suele ser un tema recurrente.
"Es importante mencionar que este sismo tuvo niveles de intensidad de una tercera parte o una quinta parte de lo que se observó en 1985, así que hay que ser cuidadosos con las aseveraciones sobre el desempeño de estas estructuras. Para la Ciudad de México no fue un sismo que se esperara que ocasionara daños", señaló Leonardo Ramírez Guzmán, titular de la Unidad de Instrumentación Sísmica del Instituto de Ingeniería UNAM.
En este sentido, estimaciones del Instituto de Ingeniería de la UNAM, señalan que 50 millones de personas sintieron el sismo y aproximadamente 37 y 38 millones de personas lo percibieron de manera moderada o fuerte.
Los registros acelerográficos de la Red Sísmica Mexicana recopilados por la UNAM, los cuales miden la intensidad sísmica por aceleración del suelo, señalan que el temblor del 7 de septiembre de 2017 tuvo niveles entre 1 y 4 centímetros por segundo al cuadrado (cm/s*s) en la Ciudad de México. Sin embargo, tuvo una aceleración superior a los 90 cm/s*s en la franja costera de Oaxaca y Chiapas, lo cual explica en buena medida la destrucción y las muertes registradas en ciudades como Juchitán.
© UNAM
"El mapa lo que indica es los niveles de aceleración en rojo, son muy altos y en verde prácticamente imperceptibles. Entre los estados de Oaxaca y Chiapas se observa la concentración más alta de intensidades", agrega Ramírez Guzmán. De este modo, el sismo de 2017 en la Ciudad de México tuvo una intensidad de entre 2 y 5 cm/s*s mientras que el terremoto registrado el 20 de marzo de 2012 tuvo una aceleración entre 12.08 y 36.99 cm/s*s y el terremoto del 19 de septiembre de 1985 tuvo una aceleración entre 32.54 y 161.63 cm/s*s. Medidas que demuestran las marcadas diferencias entre cada uno de los sismos cuyas magnitudes fueron de 8.2 para el de 2017; 7.4 para el de 2012 y 8.1 para de 1985.
Otro elemento que influyó en que el más reciente sismo no se sintiera igual al de 1985, tiene que ver con la distancia. Mientras el terremoto de 1985 tuvo su epicentro en la costa de Guerrero, con una distancia de no más de 400 kilómetros respecto a la Ciudad de México, en 2017 son más de 650 kilómetros de distancia con epicentro en Chiapas.
De ahí que los efectos más destructivos del temblor de 2017 se ubicaran en Oaxaca y Chiapas, región donde "hay referencias de un sismo de magnitud 8, con localización similar al que tuvimos la noche anterior, este ocurrió el 15 de enero de 1931 y también en la zona se ha enido 1999 de 7.1, así que es una zona donde han ocurrido sismos como estos", según señaló la jefa del SSN.
Una situación de desastre que se agravó por las deficiencias en los códigos de construcción que existen en otras entidades del país, en comparación con lo que ocurrió en la Ciudad de México tras el sismo de 1985.
"Una de las tareas pendientes en nuestro país es la adecuación de los códigos de construcción. Existen buenos códigos de construcción en la Ciudad de México según los aprendizajes de temblores recientes, en específico el de 1985, pero esta práctica no se ha extendido al resto del país", apuntó Luis Agustín Álvarez Icaza Longoria, director del Instituto de Ingeniería.
El sismo de 2017 es el más alto registrado en el último siglo, junto con otro registrado en 1932 en las costas de Jalisco y Colima, ambos con una magnitud de 8.2. Luego le sigue el terremoto de 1985.
Sin embargo, también se tienen evidencias de un terremoto mayor, ocurrido en 1787, en las costas de Oaxaca y Guerrero, que alcanzó una magnitud estimada entre 8.4 y 8.6.
El sismo de 2017 también ocasionó un tsunami aunque no fue de un tamaño considerable.
"Sí tuvimos un tsunami. Afortunadamente no fue de una amplitud tan grande como puede ocurrir o está asociado a un sismo de esta magnitud", señaló Jorge Zavala, jefe del Servicio Mareográfico Nacional, quien aseguró que en Chiapas y Salina Cruz y Acapulco, hubo incrementos importantes en el nivel del oleaje, por lo que llamó a la población a mantenerse alerta ante posibles réplicas, aun cuando reconoció que el riesgo de tsunami va disminuyendo conforme pasan los primeros 15 minutos después del sismo.
Los investigadores también hicieron un llamado a no creer ninguna información que diga predecir un terremoto, ya que "no se puede predecir ningún sismo".