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Renuncia del vicepresidente en Uruguay: por qué el verdadero problema es el Frente Amplio
Por Julio María Sanguinetti 16 de septiembre de 2017
Hacemos esta reflexión a propósito de lo que han significado para el
Frente Amplio los últimos episodios, no sólo los referidos a la renuncia
del vicepresidente Raúl Sendic sino también la actitud frente a la
crisis política y humanitaria que afecta a Venezuela, un país que fue
tierra de asilo para tantos y hoy expulsa de su seno a gente de trabajo,
mucha de la cual está en nuestro país y aporta su esfuerzo al quehacer
colectivo.
Es
notorio que hay un vasto espacio del Frente Amplio que no cree en la
democracia. Actúa bajo sus reglas, pero sigue pensando en la lucha de
clases, en el socialismo marxista, en que la Justicia,
interpretada a su saber y entender, está por encima de las libertades.
Por eso mismo creen que Venezuela, como también Cuba, es una democracia
"con sus particularidades".
Ya el gobierno de Hugo Chávez había degradado la institucionalidad
hasta el punto de que sucumbió la prensa libre. El cierre de Radio
Caracas Televisión, el principal medio de opinión, fue el símbolo de esa
situación. La subordinación absoluta de la Justicia por draconianas
disposiciones se hizo inocultable. Pero nada parecía importar,
porque el manto de legitimidad de las elecciones permitía sostener
todavía un hilo de democracia. Instalado en el poder Nicolás Maduro,
todo eso se hizo ilusorio. Su legitimidad de origen se perdió
rápidamente cuando comenzó por suspender las elecciones de gobernadores,
vació las competencias de la perdida Alcaldía de Caracas, desconoció a
los gritos las resoluciones de una Asamblea General electa por el
pueblo, metió presos a los líderes opositores, organizó una abusiva y
sangrienta represión de las manifestaciones de protesta y, finalmente,
se lanzó a la redacción de una soviética Constitución que sustituya a la
"bolivariana", considerada hasta entonces la panacea en la materia.
Es notorio que el canciller uruguayo hizo toda clase de piruetas para
moverse entre su propia convicción democrática y el reclamo de ese medio
Frente Amplio que sostenía estólidamente al régimen. Finalmente, las
evidencias fueron abrumadoras y la unanimidad del Mercosur se le impuso,
pero quedó en evidencia esa falencia democrática de quienes hoy son la
conducción sindical y la mayoría parlamentaria del partido de gobierno.
Se
podrá pensar que no hay riesgo para la institucionalidad del país, pero
en la vida diaria esa falta de convicción democrática es la que, en
cada caso concreto, aflora. De ahí las leyes inconstitucionales
aprobadas a tambor batiente, de ahí la defensa acérrima de un director
de hospital que violó todas las leyes y llenó de funcionarios su
establecimiento, por sí y ante sí, mientras contrataba servicios y
bienes a organizaciones vinculadas con los jerarcas. Y no seguimos la
lista porque sería interminable.
El
episodio Sendic ha sido también revelador. Ante todo, de la debilidad
ética que afecta muy especialmente al Movimiento de Participación
Popular (MPP), al Partido Comunista y a algún otro grupo radical, que
son la fuerza principal del partido de gobierno, con el control, además,
del fuerte aparato sindical. Para ellos, el fin justifica los
medios y así como un día tomaron las armas para derribar la democracia e
instalar su idea revolucionaria, hoy defendieron al vicepresidente en
sus declaraciones mentirosas, sus abusos administrativos, su pésima
administración de ANCAP (la empresa petrolera estatal de Uruguay) y esa
cohorte de beneficios personales que, grandes o chicos, no dejan de ser
apropiaciones indebidas.
Hace un año y medio que el país entero está dando vueltas en torno a
esa historia, a la que le puso un colofón muy desajustado el propio
presidente Vázquez. Me enteré de sus declaraciones fuera del país, donde
estuve la semana pasada, lejos del clima local, y confieso que no podía
entender que estaban referidas a alguien que su propio partido acababa
de severamente condenar. Que una persona moderada e inteligente como el
Presidente sea arrastrada por el microclima de su partido y la necesidad
de contemporizar con nuestro colega José Mujica, es también otra
revelación muy significativa. Los elogios tributados al vicepresidente
sonaron a algo tan desafinado como todo el episodio. En todo caso, recordemos que aquí no termina la historia, porque la instancia judicial de ANCAP seguramente dará que hablar.
De todo esto surge que el Frente Amplio ha pasado a ser un problema.
Esas divisiones y contradicciones que le dieron tanto rédito electoral
han terminado vaciándolo de contenido. Le han tergiversado los valores
fundaciones del general Líber Seregni, con quien compartimos el proceso
esperanzado de la salida de la Dictadura, discrepamos en cuanto al rumbo
de la sociedad, pero en quien respetamos siempre su solidez democrática
y su estricto apego a códigos de honor, tanto en lo público como en lo
privado. Todo lo cual, volviendo al principio, nos está diciendo que el
problema es el partido, o la "fuerza política", como suelen
denominarlo sus integrantes. Ya no importa el candidato. Sea quien
fuere, este va a quedar prisionero de esta estructura, afectada por
estas falencias tan graves.
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