Hay aspectos de similitud en México con el proceso violento en Irlanda del Norte: represión grave, investigaciones oficiales manipuladas. Ese conflicto europeo ilustra el gasto social en los procesos de pacificación
La guerra en el territorio de Irlanda del Norte entremezcla en un mismo conflicto nacional tres diferentes naturalezas sociales: es una guerra civil entre habitantes de una misma nación quienes dirimen su conflictividad por medios armados, es decir, al margen de la instituciones del Estado; es un conflicto nacional, anti-colonial (se les llamaba antes de “liberación nacional”) porque hay un factor de dominio político externo presente; y es un conflicto ideológico-religioso-cultural, porque hay protestantes y católicos enfrentados violentamente. Por lo tanto, la disputa por el poder se encuentra revestida por ésta triple confrontación, que le da un alto grado de complejidad analítica y como modelo de resolución alternativa de dicha conflictividad social.
Por ello es necesario atender algunos datos históricos básicos: durante 800 años, Irlanda ha sido una colonia en el más estricto sentido de la palabra. La isla fue repoblada a partir del siglo XVI por colonos escoceses e ingleses (los protestantes, que se adueñaron de las mejores tierras, mientras que los indígenas (los católicos), eran sometidos a un sistema de “apartheid a la inglesa”: los derechos de los primeros no eran los mismos que los de los segundos, pues había un estatus social inferior. Para la preservación de dicho modelo social se echó mano de la aniquilación de la cultura autóctona (sólo 70 mil personas conservan hoy el uso de la lengua irlandesa, el gaélico) y del genocidio: gracias a las represiones y a la miseria en que se mantenía a los indígenas, la población irlandesa es la única de Europa que ha disminuido desde la Edad Media. Hoy en día, Irlanda tiene la mitad de habitantes que en 1800.
La guerra desarrollada es la culminación de todo un proceso colonial que ha subsistido hasta una época en la que ya han desaparecido todas las demás colonias, y en ella se confronta, por una parte, la metrópoli, Inglaterra, y por la otra el movimiento de liberación nacional irlandés, el IRA, que mantiene desde hace 60 años la lucha contra los ingleses; y en medio de ello, la comunidad de los colonos, los “pied noirs” protestantes, empeñados en que una porción territorial de Irlanda siga siendo británica. Veremos después por qué esto no converge con los intereses británicos, para quienes éste ha sido “el problema del Ulster”.
Observen la estructura sustantiva del conflicto en cuestión: el colonizador británico, exterminador de los grupos nativos, con ideología religiosa católica, combate contra los irlandeses católicos, independentistas y republicanos (llamados genéricamente “nacionalistas”), mediante sus fuerzas coercitivas, sus aliados ingleses e irlandeses de religión católico-protestante, e incluso protestantes conservadores (todos llamados genéricamente “unionistas”), quienes desean preservar el vínculo colonial con la corona británica para Irlanda del Norte, lo que equivale a mantener el sometimiento nacional. Ésta es una aproximación esencial a la “litis del conflicto”, cuya expresión en la superficie ha sido –para todo el mundo– la de una guerra civil ideológica-religiosa. Falso.
En segunda instancia hay que observar que algunos de los episodios de lucha de los militantes del IRA –el ejército republicano irlandés– que se remontan a los inicios del siglo XX (para tomar ese punto analítico de arranque) tienen registro significativo en dos episodios de lucha de entonces: el Levantamiento o la Rebelión de Pascua del 24 de abril de 1916, cuando las milicias nacionalistas católicas (la Hermandad Republicana Irlandesa y los Voluntarios Irlandeses, rebautizados como Ejército Republicano Irlandés, IRA) ocuparon la Oficina Central de Correos en Dublín, considerada uno de los símbolos del poder inglés. Los sublevados crearon un gobierno provisional integrado por siete dirigentes, que anunció la creación de la República Irlandesa.
Éste es un episodio fundamental repleto de contenido político e ideológico, no deja duda del carácter o naturaleza de la lucha que anima a los católicos irlandeses: creación de una república irlandesa independiente, sin doctrina religiosa oficial, sino pronunciándose por la “libertad religiosa”, decían en la proclama emitida junto a la acción de sublevación (“Del gobierno provisional de la República de Irlanda al pueblo irlandés”). La rebelión fue atribuida a la organización Sinn Féin, que era “la cara pública del nacionalismo irlandés”. Muchos de sus miembros estaban también en las filas de la “Hermandad Republicana Irlandesa” y de los “Voluntarios Irlandeses”.
La represión ordenada desde Londres fue brutal, e incluía la ejecución sumaria de los condenados (16 en total); no obstante, permitió que grupos amplios de la población volvieran su atención hacia Sinn Féin (que en irlandés significa “nosotros mismos”, fundada por Arthur Griffith como partido de tendencia monárquica y nacionalista, y que luego de los acontecimientos de la Rebelión de Pascua cambió hacia la aceptación y promoción de una república irlandesa independiente).
Luego, en las elecciones de diciembre de 1918, los candidatos de esta organización aglutinaron la voluntad de los irlandeses independentistas y republicanos y obtuvieron 73 de los 106 escaños correspondientes a Irlanda en el Parlamento Británico. Tras su reconocimiento legal, la aplastada rebeldía nacionalista de abril de 1916 encontró una nueva expresión: los parlamentarios electos se negaron a ir al parlamento británico en Westminster y constituyeron en Dublín la primera “Asamblea Irlandesa” (Dáil Éirean) formando un gobierno propio presidido por Eamon de Valera, lo que constituyó prácticamente una Declaración de Independencia, que condujo a enfrentamientos armados durante 1919-1920.
Así se posicionó una guerra civil irregular (asimétrica, dirían hoy los expertos): de un lado, una guerrilla, y de otro lado, la policía y las fuerzas militares enviadas desde Londres para reprimirlos.
En diciembre de 1920 el parlamento británico decretó la Ley del Gobierno de Irlanda, que estipulaba la división nacional mediante la formación de un Parlamento para seis de los condados del Norte y otro para los 26 condados restantes en el Sur de Irlanda. La mayoría protestante de Irlanda del Norte aceptó esta autonomía limitada y eligió sus diputados en mayo de 1921. En cambio, la mayor parte de los católicos de toda la isla rechazó la partición. Las negociaciones entre los representantes del Dáil y el gobierno británico del primer ministro Lloyd George dieron paso a un tratado firmado en diciembre de 1921, según el cual los condados del Sur se convertirían en el Estado Libre de Irlanda, dentro de la Commonwealth.
De Valera rechazó el acuerdo, dimitió como presidente del Dáil y fue reemplazado por Griffith; simultáneamente, el dirigente nacionalista Michael Collins fue nombrado presidente del gobierno provisional.
Se formó un grupo disidente dentro del Sinn Féin, conocido como los republicanos bajo el liderazgo de De Valera, que exigió la reanudación de la lucha contra Gran Bretaña y comenzó una campaña contra el gobierno encabezado por Collins, que supuso una verdadera guerra civil con gran número de muertos (Collins entre ellos). El gobierno británico había logrado dividir la causa independentista y enfrentar a los dos bandos políticos (republicanos y autonomistas limitados) y también religiosos (protestantes y católicos).
Mientras tanto el Dáil diseñó una Constitución que después de la aprobación por parte del Parlamento británico entró en funcionamiento a fines de 1922. Al año siguiente, el Estado Libre de Irlanda se integró en la Sociedad de Naciones y una vez ratificado el Estatuto de Westminster, en 1931, quedó habilitado para legislar fuera de la influencia del Reino Unido.
De Valera y los republicanos pusieron fin a la resistencia en 1927 e ingresaron en el Dáil después de haber creado el partido Fianna Fáil. Acto seguido, De Valera se convirtió en el presidente del gobierno, cargo que desempeñó durante 16 años, desarrollando un programa de eliminación gradual de la influencia británica en los asuntos irlandeses. Se atenuó el problema nacional de los irlandeses con la autonomía funcionando mediante un parlamente propio, pero se complicó mediante la división en dos entidades nacionales: la República Libre del Sur y el territorio de Irlanda del norte, autonómico, no independiente ni republicano. A los protestantes pro-británicos se les llamó “unionistas”; los nacionalistas e independentistas eran católicos republicanos. El Dáil fue declarado ilegal que es el principio de la guerra anglo/irlandesa llamada también “Guerra Tan”. El IRA se organiza en las famosas flying columns (columnas volantes), milicias guerrilleras de raigambre rural que comienzan a escribir la historia contemporánea del nacionalismo independentista irlandés, a los cuales el gobierno británico opone los “Black & Tans”, milicias paramilitares apoyadas por el ejército inglés que combatió la guerrilla del IRA.
Este es el cuadro referencial de orden histórico que nos introduce de lleno a la trama política que arranca en los años de la década de 1970.
Cuando se produjo una rebelión anti-colonial de la comunidad católica que fue aplastada –literalmente–, la cual se conoce históricamente como el “Domingo Sangriento” (30 de enero, 1972, con 14 civiles muertos que recrudeció la violencia del IRA contra el gobierno británico), su episodio principal, mediante una guerra de tipo colonialista desarrollada por el ejército inglés entre los años 1970-1972, porque se dirigió por medios militares contra el IRA y sus bases de apoyo para terminar con los grupos anti-coloniales católicos.
En una primera investigación ordenada por el primer ministro británico, Edward Heath se exoneró a los soldados británicos, aunque nunca se demostró que algún manifestante por los derechos civiles de esa manifestación, estuviera armado. Una segunda investigación independiente (1998) ordenada por el otro primer Ministro Tony Blair, concluyó que se trató de una represión absolutamente injustificada, y ameritó pedidos de perdón del gobierno a los familiares de las víctimas (14 muertos y más de 30 heridos de bala). Los medios, instrumentos y actos, por cuyo conducto desarrollan el proceso de pacificación, son principalmente los siguientes:
Declaraciones y/ acuerdos de “alto al fuego”, o iniciativas unilaterales.Esto condujo directamente al Acuerdo del Viernes Santo también llamado Acuerdo de Belfast, fue firmado en Belfast, Irlanda del Norte, el Viernes Santo de 1998 (10 de abril) por los gobiernos británico e irlandés y aceptado por la mayoría de los partidos políticos norirlandeses, para poner fin al Conflicto de Irlanda del Norte. También fue aprobado por el pueblo de Irlanda del Norte y la República de Irlanda mediante un referéndum en cada lugar. EUA intervino dando su anuencia y aprobación al proceso. En mayo de 1998 se celebraron referéndum por separado concernientes al Acuerdo de Belfast. Así, el Acuerdo de Paz alcanzado, fue previamente sometido a referéndum tanto en la República de Irlanda, como en Irlanda del Norte. El resultado fue la aprobación del mismo en ambas partes, de lo que se puede colegir que la mayoría de unionistas y nacionalistas, convergieron en un método de legalización y legitimación del acuerdo logrado.
Paso de lo simbólico de la medida a lo real que va modificando el entorno político-social en que se ha desarrollado el conflicto.
“Cese completo de las operaciones militares”, con fecha y hora. En Colombia: no hubo cese al fuego declarado, sino la voluntad de restringir las operaciones ofensivas progresivamente hasta llegar a cero. En ambos casos representan un paso necesario, un gesto para avanzar.
La tregua surge como un producto del diálogo previo entre las partes (o en el caso colombiano, como voluntad concertada).
Un proceso de paz o pacificación debe cruzar por distintos momentos. Es muy complejo que pueda cumplir con un trayecto lineal, regularmente cursa una línea de tendencia con altos y bajos, pero debe ser persistente.
Se trata de procesos de mediano a largo plazo, en los cuales, la pacificación implica imperativamente, la construcción de espacios de confianza política mutua, institucionales y no institucionales. Sin ello, es imposible avanzar en esa ruta, menos aún, llegar a una posible reconciliación.
El caso de Irlanda del Norte: son cinco pasos o procesos principales, los cuales transcurren en un periodo de 25 años.
I. El Acuerdo de Sunningdale para compartir el poder entre las facciones enfrentadas (fue un intento de acabar con el Conflicto de Irlanda del Norte forzando a los unionistas a compartir el poder con los nacionalistas. El Acuerdo constaba de tres partes: la elección de una Asamblea de Irlanda del Norte (que sustituiría al Parlamento de Irlanda del Norte), un ejecutivo con el poder compartido entre unionistas y nacionalistas, y la creación de un organismo de colaboración transfronteriza, el Consejo de Irlanda. El Acuerdo fue firmado en la “Civil Service Staff College” (actualmente sede de la “National School of Government”) en la ciudad de Sunningdale el 9 de diciembre de 1973. La oposición unionista, los actos violentos del IRA Provisional y, finalmente, la gran huelga general organizada por los lealistas, impidieron que el texto se llevase a la práctica y se abandonó en mayo de 1974).
II. Las protestas y huelgas de hambre en las prisiones irlandesas por parte de los republicanos: a) protesta de Manta de 1976; la protesta sucia de 1978; la primera huelga de hambre d 1978 que duró 53 días; b) la segunda huelga de hambre de 1981, el fallecimiento de 10 prisioneros (tras 66 días de huelga) provocó su levantamiento con un sepelio de masas (100,000 asistentes) que convirtió a Sinn Féin en una fuerza política de primer orden, que se radicalizó ante el hecho.
III. El Acuerdo Anglo-Irlandés: firmado entre el Reino Unido y la República de Irlanda, con el objetivo de poner final al Conflicto de Irlanda del Norte. El acuerdo proveyó a Irlanda de un papel consultivo en Irlanda del Norte, además de confirmarse que Irlanda del Norte seguiría siendo parte del Reino Unido a no ser que la mayoría de los ciudadanos norirlandeses estuviera de acuerdo en unirse a Irlanda. También se establecieron las condiciones para la devolución de la autonomía a la región, con base en un consenso entre nacionalistas y protestantes. Se firmó el 15 de noviembre de 1985 en el Castillo de Hillsborough, por la Premier británica, Margaret Thatcher, y por Taoiseach irlandés, Garret FitzGerald.
IV. Las conversaciones/negociaciones John Hume-Gerry Adams dieron lugar a una declaración de ambos en donde se reconoce que el pueblo irlandés en su conjunto (las dos Irlandas) tienen derecho a la libre autodeterminación, lo que marcó un cambio importante en la estrategia del nacionalismo unionista, y su líder declaró que la clave era persuadir al IRA para que abandonara las armas, y trabajar con el “ala política” Sinn Féin, y se requería una postura neutral del gobierno británico para que el pueblo irlandés lograra un consenso. El gobierno británico debía lograr un entorno que permitiera al IRA dejar las armas. Este subproceso duró de 1988 a abril de 1993. El equilibrio se desplazó hacia una negociación pacífica con el cambio de postura.
V. Declaración de Downing Street. El 15 de diciembre de 1993 en las oficinas de John Major, el Primer Ministro del Reino Unido, el propio John Major, y el Taoiseach de la República de Irlanda, reiteró el derecho del pueblo de Irlanda a la autodeterminación y que Irlanda del norte sería transferida a la República de Irlanda desde el RUGB solo si la mayoría de la población se pronunciaba en favor de dicha medida. El “Principio de Consentimiento” implicó que el pueblo de la República de Irlanda tenía derecho a resolver sobre sus asuntos con Irlanda del Norte, buscando un acuerdo constitucional pacífico, y tanto el IRA como Sinn Féin podían participar en las conversaciones, siempre que abandonaran la violencia. Los republicanos cambiaron su postura también. Así el IRA anunció un alto al fuego el 31 de agosto de 1994, al que siguió otro igual de la facción radical (Comando Militar Leal) el 13 de octubre.
Un matiz importante: el referéndum que se celebró en Irlanda del Norte se refería exclusivamente al Acuerdo, propugnando la aprobación o reprobación del mismo, mientras que la votación en la República de Irlanda se refería a la aprobación de la necesaria reforma para adecuar la Constitución irlandesa en línea con el Acuerdo. Para ello, había que reformar los Artículos 2 y 3 de dicho texto para eliminar la reclamación territorial que en ellos se hacía del Ulster. Una vez aceptado esto, concluyó el conflicto, aunque algunos grupos minoritarios del IRA repudiaron el Acuerdo y emprendieron algunas acciones, totalmente aislados de los grupos militantes y de la sociedad que tomó partido por una u otra causa.
Irlanda del Norte con 1.8 millones de habitantes (su capital Belfast tienen 500 mil habitantes), tiene hoy un ingreso per cápita del primer mundo 26 mil 900 dólares, poco más del doble de los mexicanos, muy similar a una de las “estrellas asiáticas” como Corea del Sur, por ejemplo, y a pesar de que el Reino Unido de la Gran Bretaña lleva ocho años de gasto público austero, este no ha predominado en Irlanda del Norte (una de las cuatro naciones que lo componen), en donde los gobiernos británicos, mediante acuerdos con el Partido Norirlandés de los “Unionistas Democráticos” (DUP), incluyendo el actual de Theresa May, mantiene la inyección de recursos públicos generosamente, porque sin el apoyo de los parlamentarios de dicho partido, el gobierno actual puede perder la mayoría parlamentaria. Incluos, este año de 2018, pese a todos los problemas económicos, el DUP logró un gasto adicional de 1 mil 300 millones de euros para Irlanda del Norte. Economía política pura de proyección parlamentaria con fines de estabilización social. El agua y los medicamentos son gratuitos, y el Estado costea una parte de las matr´´iculas universitarias, por ejemplo.
Parece una constante: una causa nacional no logra todos sus objetivos, pero ya sea mediante un repliegue unilateral de algunos de los actores combatientes fundamentales, o mediante un acuerdo legitimado socialmente, se pacifica el territorio hasta entonces escenario del conflicto, habiéndose logrado avances importantes en las formas de lucha pacíficas, parlamentarias y de construcción inicial de un contrapoder al propio del Estado, mediante lo cual, replantean radicalmente la estrategia para la consecución del objeto estratégico primario, que es este caso, la reivindicación de la independencia y la soberanía para el territorio de Irlanda del Norte, aunque al no lograrse éste en forma completa, la causa en sí misma se posterga (aunque no se diga, explícitamente), no desaparece, queda viva para seguir luchando por su obtención bajo otro contexto histórico.
Aprecien también, los aspectos de similitud en México con procesos producidos en el País Vasco y en Irlanda del Norte: hablamos de acontecimientos de represión grave, investigaciones oficiales manipuladas, etc., no obstante el carácter estructuralmente diferenciado de los conflictos o episodios de violencia encabezados por agentes del Estado (cuerpos armados) contra grupos sociales en rebeldía o en manifestación pacífica, pero también, y de manera relevante, las proyecciones que puede tener el gasto social en los procesos de pacificación.
Continuaremos con otro estudio de caso la próxima semana.
Jorge Retana Yarto
No hay comentarios.:
Publicar un comentario