De comunistas y morenos
2. diciembre, 2012
Jorge Melendez Preciado
Más del 86 por ciento de los afiliados al Movimiento de
Regeneración Nacional (Morena) estuvieron de acuerdo en que se
constituyeran en un partido político, y únicamente el 11 por ciento
quería continuar siendo una agrupación civil. Algo que era lógico, ya
que uno de los propósitos del presidente actual del Consejo Nacional,
Andrés Manuel López Obrador, es participar en los procesos electorales
el próximo año e intentar llegar con fuerza a 2018.
Andrés Manuel López Obrador dijo que se debe evitar la politiquería. Y “cuidar que no haya individualismo, oportunismo, nepotismo, amiguismo, influyentismo, clientelismo, sectarismo, ninguna de esas lacras de la política”.
Y remató: “Nada de grupos, nada de corrientes, nada de sectas, tenemos que actuar con libertad” (Reforma, 20 de noviembre de 2012). Realmente algo imposible, ya que la política no es un juego de santos, más bien es como un descenso al infierno,
parafraseando a Max Weber. Máxime en estos momentos donde el que aspire
a un puesto de elección tiene que gastar abundante dinero, no ya en la
campaña electoral, sino mucho antes, para darse a conocer, gestionar
peticiones de los ciudadanos, hacer grupos a su favor, promoverse a
través de diferentes medios y llegar a los más altos niveles donde se
toman las decisiones “importantes”.
Pero bienvenido este esfuerzo por darle la vuelta a una de
las profesiones más desprestigiadas en el orbe: la política; en México,
incluso, por debajo de la policía, lo que habla de la desconfianza que
tiene de los grillos la gente en todos lados.
Es cierto, no obstante todo lo que se diga, que las personas buscan
a los políticos para tratar de resolver problemas, desde los más
elementales (inscribir a un alumno, obtener una vacuna) hasta los más
complicados (salir de prisión o evitar el robo de un predio). Pero eso,
lejos de acercar a la gente con los “poderosos” en el Congreso de la
Unión o al Ejecutivo, aumenta la desconfianza.
En la constitución de Morena estuvieron intelectuales de valía:
Enrique Semo (autor de una obra reciente acerca de la democracia),
Arnaldo Córdova, Armando Bartra, Porfirio Muñoz Ledo, Elena Poniatowska y
Paco Ignacio Taibo II.
Además, acordaron tener un periódico, algo que la mayoría de los partidos constituidos ignoran. Se llamará Regeneración,
como el famoso impreso de los hermanos Flores Magón. Y ya sabemos que
en las redes sociales los obradoristas son muy activos, tanto que en el
cumpleaños de su líder estuvieron presentes.
Desgraciadamente aún no sabemos si una de sus batallas sea tratar
de modificar la legislación, por medio de algunos de sus amigos cercanos
en radio o televisión. Algo en lo que no ha puesto cuidado Andrés
Manuel, como bien señala en su blog Jenaro Villamil.
Y este punto es vital desde ahora. De no lograr una nueva
correlación en los instrumentos que son los propagandistas número uno,
la batalla, por más que se diga lo contrario, será inequitativa. Después
de eso ni siquiera vale la pena quejarse. Y debemos recordar que en
2000 todos los diputados que apoyaban a López Obrador aprobaron la
llamada Ley Televisa.
El presidente electo por votación de Morena fue Martí Bátres (quien
había renunciado al Partido de la Revolución Democrática), fue
designada secretaria general Bertha Luján, y Octavio Romero como
encargado de finanzas. Los tres se jugaron en la elección su suerte y
así quedó integrado el trío, que junto con el patrocinador, debe ser el
más activo para en realidad conformar un partido diferente de la
izquierda política, más que decir: el más importante en la historia de
esta ideología.
Hay algunas cuestiones que heredan de los comunistas que en 1979
volvieron a la legalidad, luego de varios decenios en los cuales se
vieron forzados al semiclandestinaje. Uno, que los representantes
populares deberán dar al partido el 50 por ciento de sus cuotas (antes
era el 90 por ciento). Dos, para ser militante hay que pagar una cuota
de 360 pesos anuales. Y tres, que los líderes no devengarán ningún
salario (esto último harto difícil).
Estuvieron en el acto central, Ricardo Monreal, que no se ha salido
del Movimiento Ciudadano; Manuel Bartlett, que es senador por el
Partido del Trabajo –y supuestamente continúa afiliado al PRI (Partido
Revolucionario Institucional)– y que hoy le late el corazón de
Morena; y el sonorense, Alfonso Durazo, que fue un hombre cercano a Luis
Donaldo Colosio y hoy es diputado por la izquierda electoral.
Fue curioso: mientras que Jesús Zambrano envió una carta a López
Obrador diciéndole entre otras cosas que en el Partido de la Revolución
Democrática (PRD) “compartimos su convicción por lograr la
transformación de México por vías pacíficas y democráticas, y con
respeto a las instituciones”, el también miembro de la corriente de los Chuchos,
Miguel Barbosa, líder de los perredistas en la Cámara de Senadores,
dijo que Morena estaba fuera de la ley y era una agrupación únicamente
con fines mediáticos (Silla Rota, 20 de noviembre de 2012). Dos
visiones que muestran las diferencias en un grupo que parecía compacto y
sigue con atavismos en contra del llamado Peje.
Hasta el momento no hay desbandada en el PRD. La mayoría sabe que
no puede irse a otro lugar si no están garantizadas posiciones
importantes. Si Morena logra participar y tener éxito en alguno de los
13 comicios estatales del próximo año, una buena cantidad quizá se mudará de
camiseta. Entonces comenzarán los problemas y se verá si en realidad
pueden conservar su pureza y virginidad que nos anuncia muy convencido
Andrés Manuel.
Por el momento, los cuadros muy probados en estar cerca del jefe
son los que harán la chamba. Al cambiar los tiempos, quizá los
esforzados del inicio sean cambiados por otros que se acomoden mejor a
los tiempos, algo que ha sucedido continuamente.
Bien por hacerle un homenaje a José Zamarripa, Carlos Monsiváis,
Gustavo Iruegas, Luis Javier Garrido, Bolívar Echeverría, entre otros
que se fueron antes.
*Periodista
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