Eros y magia
Giordano Bruno sostenía que no sólo los individuos pueden ser poseídos del deseo, sino también las masas, a esa referencia se llega tras la lectura de Eros y magia en el Renacimiento |
La modernidad occidental nació en la rebelión del
Renacimiento contra el dogmatismo medieval, pero más allá de ello,
además de poner al hombre como centro de todas las cosas, son la erótica
del amor y la técnica del poderío las dos esferas del imaginario
renacentista que están en las raíces de nuestro mundo, de su estética y
de sus realizaciones. La mayor parte de los estudiosos del Renacimiento otorgan un papel preponderante a la filosofía oculta en la creación de su imaginario y, por ello, se ocupan de los magos de inspiración neoplatónica o los cabalistas cristianos, de Cornelio Agrippa a Marsilio Ficino. A muchos que reducen lo occidental al racionalismo, podrá parecerles extraña la presencia de los magos en el origen de la modernidad, aunque más desconcertante para ellos debería ser la constatación de la persistencia de la magia en el mundo moderno. Para Ioan P. Culianu, en su libro Eros y magia en el Renacimiento, la censura que la Reforma y la Contrarreforma impusieron al imaginario mágico renacentista produjo paradójicamente las ciencias exactas y la tecnología moderna, una tesis interesante, la cual nos está diciendo que precisamente en la imaginación humana nacen todas las posibilidades de la explicación del mundo y del dominio de la naturaleza, lo cual no debería contradecir el sustrato de lo mágico como interpretación de lo divino y su Creación, puesto que se encuentra en las raíces de la razón misma así haya sido por el hecho fortuito de una censura. Le debo a Culianu mi acercamiento a la obra de Giordano Bruno, especialmente a Los heroicos furores y a su obra De magia. Uno de sus capítulos, De vinculis (De los vínculos en general) un breve tratado que debería acompañar a El Príncipe de Maquiavelo, obra esta última útil en la aventura de la política —por ejemplo, en el tiempo de las revoluciones—, pero que poco tiene que ver con las manipulaciones de masas del mundo contemporáneo, mientras que Bruno advierte con su figura de mago psicólogo realidades más cercanas como las de la mercadotecnia política, los sistemas de control de masas de las grandes corporaciones, la preponderancia de los expertos, los manejos de nuevas élites y también, en contraste, el desarrollo de las potencialidades de una sociedad o grupo humano... De magia, particularmente De vinculis en su capitulo III, es un texto impresionante, el cual a pesar de su hermetismo —complicado por la traducción del latín— parece una descripción de nuestro mundo. Su herencia se traspasó a sociedades secretas, de los rosacruces en adelante. Para Bruno, como para todos los magos del Renacimiento, a través de la imaginación todo puede ser manipulado. Reconoce Bruno que Eros establece en el sentimiento amoroso el predominio espiritual de una imagen. Reserva a la mujer la encarnación de esa imagen por medio de su belleza. El poseedor, el hombre, practicante de la retención mágica —un referente del tantrismo— no requería ser hermoso, sino potente. Por supuesto, Bruno sabe que el vínculo erótico es también una debilidad, ya que hace depender al mago del capricho de la mujer, o lo que es peor, de su encantamiento; en este vínculo, el mago arriesga su perdición. Pero Bruno estudia las pulsiones eróticas, no sólo del individuo, sino también de las masas, que pueden ser manipuladas por esas mismas pulsiones mediante la imagen, los símbolos, las fantasías, las proyecciones mágicas de sus deseos. El siglo XX nos mostró un ejemplo exasperado con los cultos seculares del fascismo, el nazismo y el comunismo. Sin embargo, es ahora en las sociedades de la globalización donde la manipulación mágica analizada por Bruno se ha asentado plenamente, ya sin furores. El vínculo más elevado, más importante y el más general pertenece a Eros, por ello los platónicos llamaban al amor el gran demonio, daemun magnus. El descubrimiento de Bruno es que no sólo los individuos pueden ser poseídos del deseo, sino también las masas. Hay un escenario donde el poder se convierte en potencia colectiva. Contra el destino finalmente impotente de las turbas resentidas, se alza el destino de las masas cohesionadas por el conjuro mágico de la potencia. Las vías están abiertas, la fantasía es libre, una operación mágica puede crear todos los vínculos que se quieran: “la esperanza, la compasión, el amor, el odio, la indignación, la ira, la alegría, la paciencia, el desprecio de la vida, de la muerte, de la fortuna” (De magia).
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domingo, 2 de diciembre de 2012
Eros y magia
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