El relativo triunfo de López Obrador en Tabasco
Desde
su perspectiva de país, López Obrador es el político mexicano con
mayor congruencia y compromiso en la prosecución de la búsqueda de la
democracia (tanto política como social y económica, que no es lo mismo).
Así ha sido desde que ilusoriamente buscara enmendar el PRI de Tabasco
en el ya lejano 1983. Su incorporación al movimiento nacionalista de
ruptura de Cuauhtémoc Cárdenas y su trayectoria posterior así lo
muestran.
El ascenso de Arturo Núñez a la gubernatura de Tabasco –anterior adversario, hoy significativo aliado- representa para López Obrador una victoria relativa a la cual le antecede un tortuoso camino cargado de derrotas que en realidad fueron la construcción del triunfo cristalizado en la terminación de 83 larguísimos años de absoluto dominio priista en la entidad.
Hay tres tiempos en dicha progresión.
1. Uniéndose a la ruptura dirigida por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, en 1988 López Obrador sería candidato a gobernador por el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional. En 1989, fundador del PRD-Tabasco que en 1993, tras un proceso de impugnación, obtendría las primeras tres presidencias municipales para su causa. En 1994 se enfrenta a Roberto Madrazo en pos de la gubernatura, de cuyo resultado electoral alegaría y lograría demostrar un fraude al presentar en pleno Zócalo las facturas que exhibían por mucho el rebase de los gastos autorizados oficialmente para la campaña. A final de cuentas, su protesta no alcanzaría su propósito pero sí el reconocimiento nacional.
2. En julio de 2006, López Obrador arrasó en la elección federal en Tabasco. Mas por no estar coordinadas la elección local con la federal, era imposible el triunfo del PRD en la gubernatura. Meses después, socavada la oposición por los medios de comunicación nacionales, conducida la elección por los tradicionales salvajes métodos priistas, aunado a un no muy carismático candidato local de la izquierda, Andrés Granier se hace del poder estatal.
3. Haber logrado la coordinación de la elección local a la federal en 2012, exhibir la desastrosa administración de Granier, contar con un buen candidato y, de nuevo, el arrastre popular de López Obrador en Tabasco y, pese a todo en contra suya, su gran presencia nacional, son los elementos que dan el triunfo a Arturo Núñez.
Existe entusiasmo entre los tabasqueños por el posible cambio. Pero no todo se ve tan fácil. El trabajo de Núñez, que públicamente tiene el prestigio de ser un político respetado, parsimonioso, deberá encarar tres situaciones básicas. A). La atroz condición en que recibe la administración y las consecuentes medidas que deba tomar al respecto; incluidas las penales. B. La aletargada inercia de la burocracia y la sociedad tabasqueñas, habituadas a las peores prácticas priistas. C. La línea delgada de la relación de Núñez con López Obrador y Peña Nieto. Línea que va del cumplimiento con la institucionalidad formalmente establecida a la lealtad con la causa que lo ha impulsado al poder.
Si bien es necesario y a final de cuentas entendible mantener la relación con el gobierno federal, Núñez no debe olvidar –y hasta ahora ha sido coherente y consecuente-, a quién debe el éxito: sí a su labor y constancia personal, pero sobre todo a los tabasqueños y a la trayectoria de lucha de López Obrador y sus seguidores en Tabasco. Esto da la pauta para establecer que la política de Núñez debe estar más en función de los programas sociales que ha sostenido y defendido López Obrador y las causas de la izquierda, que de la tendencia neoliberal del gobierno federal. Hablando grosso modo.
Se dice que el nuevo gobernador está rodeado de demasiados ex priistas que rompieron aparentemente con el priismo derrotado y apoyaron su causa y que él mismo pudiera desfallecer ante su propio origen, pero ante el camino andado y la posibilidad del cambio, ¿no amerita el “beneficio de la duda”, es acaso inédita esta realidad?
Los fundadores duros del perredismo tabasqueño, los que lucharon con López Obrador, los que fueron golpeados por el priismo en los 90’s, quienes fueron escarnecidos aun por el otrora subsecretario de gobernación y su gente, son reacios a que ex adversarios tomen posiciones de poder inmerecidas en términos de la lucha que ellos iniciaron y que obedecen más bien a un pago al priismo resentido que apoyó a Núñez. Sin embargo, este patrón, para bien o para mal, se ha generalizado dentro del perredismo. ¿Procurará Morena la erradicación de esta práctica?
¿Cómo se dirimirá el conflicto? Los priistas locales y federales ven a final de cuentas al nuevo gobernador prácticamente como uno de los suyos. López Obrador busca mantener la victoria en el cauce de su causa. Este conflicto sensible es la representación del triunfo relativo de AMLO en Tabasco y tendrá, tarde o temprano, necesariamente una salida.
El ascenso de Arturo Núñez a la gubernatura de Tabasco –anterior adversario, hoy significativo aliado- representa para López Obrador una victoria relativa a la cual le antecede un tortuoso camino cargado de derrotas que en realidad fueron la construcción del triunfo cristalizado en la terminación de 83 larguísimos años de absoluto dominio priista en la entidad.
Hay tres tiempos en dicha progresión.
1. Uniéndose a la ruptura dirigida por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, en 1988 López Obrador sería candidato a gobernador por el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional. En 1989, fundador del PRD-Tabasco que en 1993, tras un proceso de impugnación, obtendría las primeras tres presidencias municipales para su causa. En 1994 se enfrenta a Roberto Madrazo en pos de la gubernatura, de cuyo resultado electoral alegaría y lograría demostrar un fraude al presentar en pleno Zócalo las facturas que exhibían por mucho el rebase de los gastos autorizados oficialmente para la campaña. A final de cuentas, su protesta no alcanzaría su propósito pero sí el reconocimiento nacional.
2. En julio de 2006, López Obrador arrasó en la elección federal en Tabasco. Mas por no estar coordinadas la elección local con la federal, era imposible el triunfo del PRD en la gubernatura. Meses después, socavada la oposición por los medios de comunicación nacionales, conducida la elección por los tradicionales salvajes métodos priistas, aunado a un no muy carismático candidato local de la izquierda, Andrés Granier se hace del poder estatal.
3. Haber logrado la coordinación de la elección local a la federal en 2012, exhibir la desastrosa administración de Granier, contar con un buen candidato y, de nuevo, el arrastre popular de López Obrador en Tabasco y, pese a todo en contra suya, su gran presencia nacional, son los elementos que dan el triunfo a Arturo Núñez.
Existe entusiasmo entre los tabasqueños por el posible cambio. Pero no todo se ve tan fácil. El trabajo de Núñez, que públicamente tiene el prestigio de ser un político respetado, parsimonioso, deberá encarar tres situaciones básicas. A). La atroz condición en que recibe la administración y las consecuentes medidas que deba tomar al respecto; incluidas las penales. B. La aletargada inercia de la burocracia y la sociedad tabasqueñas, habituadas a las peores prácticas priistas. C. La línea delgada de la relación de Núñez con López Obrador y Peña Nieto. Línea que va del cumplimiento con la institucionalidad formalmente establecida a la lealtad con la causa que lo ha impulsado al poder.
Si bien es necesario y a final de cuentas entendible mantener la relación con el gobierno federal, Núñez no debe olvidar –y hasta ahora ha sido coherente y consecuente-, a quién debe el éxito: sí a su labor y constancia personal, pero sobre todo a los tabasqueños y a la trayectoria de lucha de López Obrador y sus seguidores en Tabasco. Esto da la pauta para establecer que la política de Núñez debe estar más en función de los programas sociales que ha sostenido y defendido López Obrador y las causas de la izquierda, que de la tendencia neoliberal del gobierno federal. Hablando grosso modo.
Se dice que el nuevo gobernador está rodeado de demasiados ex priistas que rompieron aparentemente con el priismo derrotado y apoyaron su causa y que él mismo pudiera desfallecer ante su propio origen, pero ante el camino andado y la posibilidad del cambio, ¿no amerita el “beneficio de la duda”, es acaso inédita esta realidad?
Los fundadores duros del perredismo tabasqueño, los que lucharon con López Obrador, los que fueron golpeados por el priismo en los 90’s, quienes fueron escarnecidos aun por el otrora subsecretario de gobernación y su gente, son reacios a que ex adversarios tomen posiciones de poder inmerecidas en términos de la lucha que ellos iniciaron y que obedecen más bien a un pago al priismo resentido que apoyó a Núñez. Sin embargo, este patrón, para bien o para mal, se ha generalizado dentro del perredismo. ¿Procurará Morena la erradicación de esta práctica?
¿Cómo se dirimirá el conflicto? Los priistas locales y federales ven a final de cuentas al nuevo gobernador prácticamente como uno de los suyos. López Obrador busca mantener la victoria en el cauce de su causa. Este conflicto sensible es la representación del triunfo relativo de AMLO en Tabasco y tendrá, tarde o temprano, necesariamente una salida.
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