Drones: la muerte invisible y por control remoto
Estados Unidos contaba con 50 aviones no tripulados en 2001; ahora posee más de 7 mil 500. Con éstos realizó más de 400 ataques entre 2004 y 2012, durante los cuales murieron más de 2 mil personas. La mayoría, considerados “daños colaterales”
Antonio Paneque Brizuela/Prensa Latina
Los bombardeos de drones que
matan africanos, árabes y asiáticos constituyen para Estados Unidos un
nuevo tipo de ejecución sumaria de sus enemigos, pero para el resto del
mundo se trata sólo de una máquina destinada a matar por control remoto.
Los drones (zánganos, en español) o vehículos aéreos no tripulados (unmanned aerial vehicles,
UAV) son parte de una cruzada de ese país contra objetivos en Somalia,
Afganistán, Irak, Libia, Yemen y Pakistán en la que, sobre todo, perecen
inocentes.
Los 22 millones de dólares que cuestan
algunas de esas naves no tripuladas (aproximadamente), ubicadas en
bases dentro o cerca de los países de interés y manejados desde fuera de
ellos, garantizan un alto potencial tecnológico para cumplir sus
propósitos. Washington asegura que esas naves poseen el mismo porcentaje
(ciento por ciento) de efectividad en el tiro que presume la robótica
estadunidense, pero cada vez se incrementan más las pruebas que acusan a
su gobierno de muertes indiscriminadas.
Según un estudio de las universidades de Stanford y Nueva York, Estados Unidos ha realizado desde 2004 unos 400 ataques con drones, en los cuales murieron más de 2 mil personas, aunque esas cifras pueden ser superadas por la realidad.
Los aviones no tripulados poseen “una
increíble agudeza de visión mediante múltiples videocámaras de gran
potencia”, según el coronel de la Fuerza Aérea estadunidense, Matt
Martin, quien “pilotó” el tipo Predator desde una consola en la ciudad
de Nevada.
El oficial asegura que esos equipos
permiten distinguir hasta cuando sus objetivos van al sanitario,
encienden un cigarrillo o se involucran en aventuras amorosas, sin
sospechar que son observados desde el otro lado del mundo.
Fuentes del Pentágono declaran poseer unos 7 mil 500 drones y
precisan que mientras en septiembre de 2001 se disponía de 50 aeronaves
de este tipo, a inicios de 2012 ya había uno por cada tres aviones
militares convencionales.
Obama y el sentimiento contra Washington
Según el periódico The New York Times, los más importantes ataques con drones en
Yemen y Somalia, y los más riesgosos en Pakistán, han sido aprobados
personalmente por el presidente estadunidense Barack Obama.
Un artículo que ese diario publicó en
junio de 2012, firmado por los periodistas Jo Becker y Scott Shane,
indica que el jefe de Estado sólo es asesorado por algunos subordinados y
por otros especialistas en seguridad nacional.
Cuando un ataque con drones tiene
como objetivo un supuesto jefe terrorista acompañado por su familia, el
presidente se reserva el cálculo moral final. “Él es el responsable por
la posición de Estados Unidos en el mundo”, destaca la publicación.
El citado estudio de las universidades de Stanford y Nueva York insertado en el periódico The Hill subraya que el uso de drones
contra Al Qaeda en Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia y otros países
incrementa el sentimiento antiestadunidense en todo el mundo.
Esas operaciones siembran la ansiedad y
el trauma sicológico entre comunidades civiles de las áreas donde se
producen, y crean un caldo de cultivo para próximas acciones insurgentes de grupos opositores y el incremento de sus bases, apunta la encuesta.
Las acciones de esas naves contra
personas vinculadas a Al Qaeda o a cualquier otro grupo, unido al
consiguiente exterminio de poblaciones indefensas incrementan en general
el rechazo mundial.
El periodista estadunidense Harry Blackmouth simplifica la cuestión en la publicación TalCualDigital,
mediante una suerte de ingenioso retruécano: “Si es tan difícil
determinar quién es culpable, ¿cómo puede saberse quién es inocente?”.
Otra característica peligrosa del dron
es que a veces falla su control desde el mando, como ha ocurrido en
Afganistán, Irak y Pakistán con algunos que se desconectaron y lanzaron
misiles a ciegas contra blancos indefensos.
Reacción de países atacados
Ante estos ataques indiscriminados,
salvo algunas tímidas condenas de la Organización de las Naciones
Unidas, es natural que la más contundente respuesta de repudio frente a
esos crímenes se localice en los Estados afectados de manera directa por
los misiles. Afganistán, Pakistán, Yemen, Irak, Libia o Somalia son los
que más han reaccionado contra esas aeronaves militares, a las que ya
Washington prevé aplicar energía nuclear, así como emplearlos en su
territorio y en América Latina.
Pese a que es la CIA (Agencia Central
de Inteligencia estadunidense) la encargada práctica del desempeño de
los drones, la responsabilidad formal y el costo ético afectan cada vez
más la imagen del gobierno de Washington en el mundo y en particular en
los países escogidos para esas operaciones.
Pakistán, un aliado de Estados Unidos
en la “guerra contra el terrorismo” y el único país islámico con armas
atómicas, objetó en algunos casos la acción bélica estadunidense por
medio de los drones.
Ese país fue escenario a principios de
octubre de 2012 del más relevante gesto de oposición, mediante una
marcha de dimensiones sin precedentes contra los drones, organizada por el Movimiento Pakistaní por la Justicia.
Sólo en Pakistán, unos 30 drones
han lanzado misiles en más de 230 ocasiones y provocado la muerte de 2
mil personas, comprendida la del presunto número dos de Al Qaeda, el
libio Atiyah Abdel Rahman, en agosto del año pasado.
La población de Yemen, otro de los
principales “Estados-víctimas” de esas máquinas y donde el primer ataque
fue en diciembre de 2009, experimentó en los últimos meses frecuentes
manifestaciones en contra de los drones.
El número e intensidad de esos ataques
en los Estados mencionados han llegado al punto de que algunos ya se
preguntan si Washington ha reemplazado con los muertos por esa vía el
envío de “terroristas” a la ilegal prisión de Guantánamo, en Cuba.
Lo que hace poderosas a esas máquinas
es su habilidad para ver, pensar, despegar, aterrizar y volar por ellas
mismas, pues sus movimientos no son a una supervelocidad y sus misiles
son de modelos comunes.
Los operadores programan un destino o
área determinada de patrullaje y luego se pueden concentrar en los
detalles de la misión mientras los aparatos se ocupan de todo lo demás,
aunque oficialmente sólo esos “pilotos” humanos asumen la decisión de
disparar.
Entre los tipos o modelos más
conocidos de aviones no tripulados figuran el Predator (depredador), el
Reaper (segador, como una hoz), el Sky Warrior (guerrero del cielo) y el
Stealth (invisible al radar).
Sus “pilotos” u operadores a distancia tienen el privilegio de ver correr la sangre sin verterla ni salpicarse: “En el improbable caso de que un dron sea derribado –relata el coronel Martin– su operador puede levantarse de su consola y salir andando”.
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