Hugo Chávez: profunda huella en América Latina
La muerte del presidente de Venezuela, comandante Hugo Chávez Frías, comunicada por el vicepresidente Nicolás Maduro, no dejó de cimbrar a sus simpatizantes latinoamericanos, a pesar de que era ya conocido el profundo deterioro de su salud. Desde el Río Bravo y hasta la Patagonia, movimientos sociales con reivindicaciones antiimperialistas han reincorporado al bolivarismo en sus programas de acción y lucha. La serie de reformas impulsadas en Venezuela por Chávez mostraron su efectividad como dique a los intereses de Estados Unidos en la región
Humberto Márquez/IPS
Caracas, Venezuela. El presidente de
Venezuela, Hugo Chávez, que murió este martes 5 de marzo en el Hospital
Militar de Caracas a causa de un cáncer en el abdomen que le fue
detectado en junio de 2011, marcó de forma indeleble la historia
política de su país.
Nacido el 28 de julio de 1954 en
Sabaneta, un pueblecillo de los llanos al Sudoeste de Venezuela, fue el
segundo de los seis hijos varones de Hugo de los Reyes Chávez y Elena
Frías, dos humildes maestros rurales.
Criado principalmente por su abuela,
el joven Hugo se apasionó por jugar béisbol, y a los 17 años, culminada
la secundaria, ingresó en la Academia Militar.
Hizo carrera en el ejército al tiempo
que, desde que era teniente, comenzó a organizar células conspirativas
reunidas luego en lo que se llamó el Movimiento Bolivariano
Revolucionario-200, influenciado por su hermano mayor, Adán, militante
del Partido de la Revolución Venezolana que orientaba el líder
guerrillero Douglas Bravo.
Chávez entró en la historia de
Venezuela la mañana del 4 de febrero de 1992, al momento de rendirse
tras liderar una fallida y cruenta sublevación de varios batallones del
ejército contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez (1974-1979 y
1989-1993).
Con uniforme de combate, boina roja de
paracaidista y andar aplomado en medio de los nerviosos oficiales que
le conducían cautivo, improvisó una alocución de 70 segundos dirigida a
compañeros todavía alzados, pero que caló inmediatamente en millones de
compatriotas que seguían el acontecimiento en vivo por televisión.
“Por ahora nuestros objetivos no
fueron logrados, pero el país tiene que enrumbarse hacia un destino
mejor, y yo asumo ante ustedes y ante toda Venezuela la responsabilidad
por este movimiento militar bolivariano”, dijo al pedir el cese de la
lucha para evitar más derramamiento de sangre.
En vez de sangre, corrieron la tinta y
las voces de múltiples análisis acerca de cómo, en un país con millones
de excluidos y falto de líderes que asumieran las fallas del sistema
político, un joven oficial había asumido su responsabilidad a nombre de
un movimiento que invocaba al libertador Simón Bolívar (1783-1830).
Así nació su leyenda y su popularidad.
Estuvo preso 2 años y luego, tras ser indultado por el presidente
socialcristiano Rafael Caldera (1969-1974 y 1994-1999), recorrió el país
promoviendo esperanzas de una nueva insurrección, hasta que en 1996, de
la mano del veterano izquierdista Luis Miquilena, optó por buscar el
poder mediante la vía electoral.
Fundó entonces el Movimiento V
República (MVR), que avanzó mientras se desmadejaban los partidos
tradicionales en el poder desde 1959, y ganó las elecciones
presidenciales del 6 de diciembre de 1998, con 56 por ciento de los
votos.
En otras 15 instancias electorales
desde entonces hasta 2012, ese porcentaje de adhesión a la causa de
Chávez se ha sostenido como promedio. Los sectores más pobres de la
población han sido siempre su principal soporte.
A las razones económicas, sociales y
culturales que explican ese respaldo, “la esperanza de justicia que
habita siempre en lo profundo del alma de los pobres”, se unió el
carisma de Chávez, señala a Inter Press Service (IPS) el antiguo líder
socialista Teodoro Petkoff.
Rasgos de ese carisma son su fácil identificación con el venezolano mestizo e informal, su verbo
agitador y voz de mando, con un discurso a ratos con algo de predicador
religioso, repleto de menciones a Bolívar y a las luchas
independentista y agrarista del siglo XIX.
Con gran naturalidad ante el micrófono
y las cámaras, desde que llegó al gobierno se dirigió al país unas 2
mil 200 veces por cadenas de radio y televisión. También sumó casi 400
ediciones del programa dominical Aló Presidente, desde donde
explicaba por varias horas y casi siempre en tono coloquial cuestiones
políticas, de gestión, de su pasado castrense y de historia, a veces
universal y otras del terruño.
Chávez promovió causas de izquierda y
gobiernos con semejanzas al suyo en América Latina y el Caribe, pactó
una alianza cada vez más intensa y sólida con Cuba y adoptó como uno de
sus guías al líder histórico de esa isla, Fidel Castro.
Impulsó la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que entró en vigor en 1999 y fue enmendada en 2009.
En 2001 dispuso medidas sobre la
propiedad privada, desatando la reacción de las clases medias y altas y
de sindicatos de empleados que en marchas multitudinarias reclamaron su
salida del gobierno.
El 11 de abril de 2002, la mayor de
esas marchas finalizó con tiroteos cerca de la casa de gobierno que
dejaron 19 muertos y un centenar de heridos.
En ese marco, el alto mando militar
–con apoyo de poderosos sectores civiles– perpetró un golpe de Estado
contra Chávez al día siguiente. Asumió el gobierno de facto Pedro
Carmona, presidente de la Fedecámaras (Federación de Cámaras y
Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela), la principal
asociación empresarial del país, quien disolvió de inmediato los demás
poderes del Estado.
Pero militares leales respaldados por
miles de seguidores que rodearon los cuarteles en Caracas, repusieron al
presidente constitucional en su cargo horas después.
A fines de 2002 se conjugó el lock-out
(cierre patronal) de empresas privadas y la producción petrolera con la
huelga dispuesta por la dirección de sindicatos industriales y de
comercio, en busca, otra vez, de derrocar a Chávez. Dos meses
consecutivos con esas medidas de fuerza no lograron vencer la
resistencia, y las instituciones democráticas permanecieron estables.
En agosto de 2004, la oposición logró
activar la herramienta constitucional de referéndum para poner en juego
la continuidad del mandato presidencial de Chávez, pero las urnas
nuevamente le fueron favorables, esta vez por 59 por ciento de votos, en
una jornada transparente controlada por la Organización de los Estados
Americanos y el estadunidense no gubernamental Centro Carter, entre
otros observadores.
Con el soporte de Cuba, el gobierno de
Chávez lanzó sus “misiones” –programas de alimentación, salud,
alfabetización, educación y ayudas financieras directas a los sectores
pobres–, al margen de las burocráticas instituciones tradicionales del
Estado y convertidas, al paso de los años, en la nuez de su oferta política.
Después de su reelección en diciembre
de 2006, el mandatario acentuó su confrontación verbal y diplomática con
Estados Unidos, se acercó a países ajenos a la región como Rusia, China
e Irán, rompió relaciones con Israel y propuso como objetivo de su
proyecto un “socialismo del siglo XXI”.
Chávez siempre se definió como
bolivariano, al punto que llevó ese adjetivo al nombre oficial de
Venezuela y a muchas de sus obras y propuestas, pero también se confesó
con insistencia como cristiano, humanista, marxista, socialista,
antiimperialista, indigenista y obrerista.
Los precios altos de los últimos
tiempos en el mercado petrolero, de donde se obtiene el “salario
nacional” de Venezuela, le permitieron estatizar numerosas empresas y
colocar toda la economía bajo severos controles, comenzando por el de
cambios, pero sin poder frenar ni la importación de alimentos ni el afán
consumista de los venezolanos.
Tras el rechazo de una nueva reforma
constitucional en 2007 por una ajustada mayoría, debió esperar hasta
2009 para lograr que se votara su propuesta de reelección sin límite
para la Presidencia y otros cargos electivos.
Mucho antes, en 2003, en una breve
conversación con IPS, Chávez había dicho que no aspiraría a gobernar por
siempre, “sino sólo dos periodos, hasta enero de 2013, y después lo
hará otro revolucionario u otra revolucionaria”.
Pero luego cambió de opinión y planteó
que su continuidad en el gobierno era un requisito para sostener el
proyecto, argumentando que los constantes cambios de administraciones en
América Latina y el Caribe han frustrado iniciativas de ese estilo.
La búsqueda de ese cuarto mandato
parece haber impactado en su enfermedad, pues médicos dijeron que
resultó fatal dedicarse en 2011 y 2012 al gobierno y a la campaña
simultáneamente, descuidando su salud.
Solo in extremis, víctima de
una nueva recaída en diciembre de 2012, aceptó ungir como heredero a
Nicolás Maduro, su candidato a reemplazarlo en la Presidencia.
La primera gran incógnita que deja es
si el liderazgo y el apoyo popular del que gozó por 20 años (14 de ellos
en el gobierno) se trasladarán a sus herederos políticos.
También si el chavismo devendrá en un
fuerte movimiento político, al estilo del peronismo en Argentina tras la
muerte de su mentor Juan Domingo Perón (1895-1974), o si sólo la figura
de Chávez quedará como objeto de culto de la protesta de izquierda,
como ocurrió con otro argentino, el guerrillero Ernesto Guevara, el Che (1928-1967).
Muchas veces Hugo Chávez dijo que
cuando le llegase la vejez se veía retirado, bajo la sombra de un árbol
en medio de las sabanas del Sudoeste venezolano donde nació, dando
clases a algunos chiquillos, quizá cultivando una de sus pasiones, la
música y el recital de coplas de las llanuras que nutrieron su vida.
Guerrero por naturaleza, “un simple
soldado” como gustaba repetir, siempre con una palabra de combate para
explicar cualquier contingencia, vencedor de casi todos sus rivales, un
verdadero triunfador en la política, no pudo ganar la batalla al cáncer
que lo emboscó y lo llevó a la muerte a los 58 años de edad.
Hugo Chávez: jonrón de VenezuelaMauricio Romero“Yo no entré a la Escuela Militar con un libro del Che Guevara debajo del brazo. Yo, cuando entré aquí, quería ser pelotero del Magallanes [equipo de béisbol venezolano]. Yo entré para venir a Caracas y jugar béisbol”, dijo Hugo Chávez al explicar la importancia del deporte en su vida. Años después de fracasar como pelotero, asumió la Presidencia venezolana e hizo de la actividad física uno de los ejes de la llamada “Revolución Bolivariana”.El 1 de agosto de 2012, la bandera de Venezuela volvió a ser izada en lo más alto del podio después de 42 años, tras la victoria de Rubén Limardo sobre el noruego Bartosz Piasecki en la final de esgrima, modalidad espada, en los Juegos Olímpicos de Londres. Era la segunda medalla de oro en la historia del país sudamericano. La primera, la había conseguido el pugilista Francisco Rodríguez, el Morochito, en México 1968.La conquista de la segunda medalla áurea es considerada el resultado de una política que se pactó el 30 de octubre de 2000, después de los Juegos Olímpicos en Sídney, con la firma del Convenio Integral de Cooperación entre Cuba y Venezuela. Entre otras cosas, se pactó la asesoría por parte de la isla en materia deportiva para convertir a Venezuela en “una potencia”.Los resultados a nivel global se vieron en Atenas, 2004 (Grecia), donde después de 16 años (Seúl, 1988, en Corea del Sur; Barcelona 1992, en España; Atlanta 1996, en Estados Unidos; y Sídney 2000, en Australia), la delegación venezolana se volvió a subir a un podio, lo que no ha dejado de hacer desde entonces con las medallas de bronce de ese año, la de Pekín 2008, en China, y el primer lugar en esgrima en Londres 2012, Inglaterra. En 2008 se rompió el récord de representación con los 109 atletas enviados a Pekín. La cifra más alta había sido de 50.A nivel regional el reflejo fue aún mayor. En los Juegos Panamericanos, Venezuela ha logrado tres de sus cuatro mejores cosechas de preseas en las últimas ediciones: 64 medallas en Santo Domingo 2003 (República Dominicana) –16 oros, máxima marca en su historia– y 70 en Río de Janeiro 2007 (Brasil) y Guadalajara 2011 (México). Sin embargo, el objetivo estuvo en los llamados “Juegos del ALBA” (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), realizados desde 2005 con la participación de países sudamericanos y del Caribe, en los que la punta la han ocupado los venezolanos y los cubanos permanentemente.El deporte venezolano también ha alcanzado triunfos en actividades en las que la gente nunca esperó, como el futbol y el automovilismo. En el primero, acostumbrados a perder, la vinotinto les regaló una victoria sobre Argentina, y hasta el día de hoy, la posibilidad de clasificar a un Mundial no es un sueño guajiro; mientras que en el deporte motor los venezolanos ya saben lo que es escuchar su himno nacional en la máxima categoría: la Fórmula 1. Fue en el Gran Premio de España 2012, con Pastor Maldonado al volante de un Williams patrocinado por la estatal Petróleos de Venezuela.En cuanto al béisbol, los venezolanos han poblado las Grandes Ligas, logrando juegos perfectos y triples coronas. Aunque en el éxito en el deporte insignia del país sudamericano el gobierno bolivariano no tuvo injerencia, Hugo Chávez siempre se apoyó en él con miras a la unidad nacional y como arma de irritación contra los estadunidenses. Por ejemplo, el triunfo del referendo de 2004 lo anunció como un jonrón que llegaría “hasta el jardín de la Casa Blanca”. (Mauricio Romero)
Fuente: Contralínea
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