El bombazo de The New York Times y la obsesión por "lo cosmético" de EPN
En ninguno de los expedientes hay testimonios al respecto.
Podrá
ser o no cierto que el gobierno mexicano expulsó a peritos de la
Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos del gobierno
norteamericano por haber sugerido que la explosión ocurrida el pasado 31
de enero en una de las torres de Pemex fue producto de un bombazo y no
causada por la acumulación de gas metano, como explicaron investigadores
mexicanos, de acuerdo a lo publicado por The New York Times, pero queda
la sensación que algo oculta la administración peñanietista al negar
veracidad a lo publicado por el influyente rotativo.
Miguel Angel Osorio Chong, secretario de
gobernación, expuso el 2 de mayo: ““No escondimos nada, fuimos muy
transparentes y por eso hicimos una amplia convocatoria a muchos para
que pudieran ayudarnos a determinar, a la propia Procuraduría, los
motivos de esta explosión”. El problema aquí es que no es la primera
versión que se hace pública que fue una bomba, sino que es la primera
vez que surge una especie de wikileaks mediático que explotó como bomba
en las narices del gobierno mexicano, justo dos días antes de la llegada
a México del mandatario norteamericano Barack Obama.
Aquí hay que dilucidar dos cosas:
primero, determinar cuáles son los métodos disuasivos del poderoso
coloso del norte con el gobierno del país que considera su “patio
trasero” para que Enrique Peña Nieto no dé un volantazo al rumbo de las
relaciones bilaterales en materia “colaboración” en la lucha contra la
inseguridad, que tiene como característica que agentes de varias
dependencias gringas se muevan en México como Pedro por su casa y,
segundo, hurgar hasta dónde es prudente que el gobierno de Peña Nieto se
obsesione con la estrategia de silenciar hasta la ignominia la magnitud
de los delitos que se cometen en México ya sea en contra de
particulares o del propio Estado.
Es histórico que el gobierno de Estados
Unidos utiliza los diarios The New York Times (si tiene procedencia del
Partido Demócrata) o el Washington Post si el gobierno es emanado del
Partido Republicano, para doblegar a gobiernos “amigos” reacios a
aceptar ciertas directrices norteamericanas. El procedimiento es
clásico: primero de publican versiones atribuidas a “funcionarios que
pidieron el anonimato” sobre hechos ciertos o falsos, o falseados o
insólitos, que ponen sobre la pared a más de un mandatario. A estas
fechas ya está en el olvido que agentes norteamericanos entraron a
México sin permiso en abril de 1985 y sin mediar juicio alguno o
petición de extradición, se llevaron al doctor Humberto Alvarez Machain,
acusado de suministrar medicamentos al agente enrique Camarena para que
no se muriera durante las torturas infligidas por los capos de la droga
en el rancho El Búfalo, propiedad de Rafael caro Quintero.
Este secuestro tiene como antecedente
que el columnista del Washington Post Jack Anderson Anderson acusó a
Miguel de la Madrid de tener 162 millones de dólares en un banco suizo,
justo en tiempos que México se negaba a aceptar la radical propuesta de
Ronald Reagan de aplastar militarmente a El Salvador y Nicaragua por
considerar que eran arietes del “comunismo internacional”. La
publicación de WP debilitó a De la Madrid, pues éste no aceptó el reto
que le lanzó Anderson, que formulara acusación ante algún tribunal y
respondería con “pruebas”. El rotativo norteamericano, adicionalmente,
no publicó íntegramente la carta que el gobierno de México envió
censurando las palabras "auténtica calumnia" y "falso" que incluía la
redacción original, según refiere Héctor Aguilar Camín.
¿Qué podía reclamar un presidente
corrupto que toleraba que autoridades de todos los niveles se
involucraran (se incluyó al entonces secretario de la Defensa, Juan
Arévalo Gardoqui) con capos del narcotráfico? Los agentes
norteamericanos podían investigar lo que se les diera la gana en
cualquier territorio y determinar culpables sin más trámites que
sospechar.
Ahora vamos por lo de la “bomba” en una
torre de Pemex: desde que peritos de la Sedena, Marina, PGR, IPN y UNAM
concluyeron que no se trató de ninguna bomba, sino una explosión por
acumulación de gas metano, surgió el sospechosismo a refutar: el gas
sólo explota cuando no tiene ninguna rendija por donde pueda salir y un
edificio está lleno de ventanas y pasillos como para que pueda
acumularse hasta explotar y causar el daño que causó.
En Youtube se exhibe un video subido
hace dos meses por el colectivo Anónimus (que a la fecha registra
125,989 reproducciones) en el que expone la misma tesis: para que ocurra
una explosión por acumulación de gas se requiere un espacio
completamente cerrado y un flujo continuo del gas para que las paredes
del edificio se colisionen.
Explica un enmascarado que una de las
propiedades físicas de gases es su capacidad de difundirse para ocupar
un espacio y en edificio, que no es un espacio hermético el gas se
hubiera propagado por todo el edificio a través de ductos de aire,
fisuras, ventanas, etc, por lo cual no existe presión suficiente como
para producir una explosión. Los gases son compuestos que además de
difundirse no pueden desplazarse hacia otros lugares a través de ductos
cerrados, como los sistemas de refrigeración. La presión ejercida por un
gas en las paredes debería haber sido uniforme, esto es, haber hecho el
mismo daño al mismo tiempo en pisos, techos y paredes donde se
encontraba encerrado y no fue así.
Ni el personal que labora en oficinas ni
el de intendencia ni el de seguridad detectaron el olor característico
del gas metano. En ninguno de los expedientes hay testimonios al
respecto.
En el video se escucha una voz femenina
que relata cosas “extrañas”: como el que se haya ido la luz un minuto
antes de la explosión y a los tres minutos de la explosión, ya se
escuchaban las sirenas de ambulancias y patrullas “como si ya supieran
lo que iba a pasar. Jamás llegan con tanta rapidez a un lugar donde
ocurre un siniestro”.
La tesis de la bomba en Pemex, pues, no
es nueva. El gobierno de Peña Nieto jamás se molestó en refutar o tan
siquiera despejar las dudas expuestas por Anónimus, no obstante que
tienen mayor credibilidad que las dadas por los “peritos” oficiales. Las
125,989 reproducciones no son poca cosa, pero eso no parece importar al
gobierno de México. Le preocupa The New York Times porque al rotativo
le dictan que decir desde varias instancias del gobierno de Obama y le
duele que allá se piense que se oculte la verdad de la inseguridad por
un afán “cosmético”. Lo que piensen los mexicanos, es lo de menos.
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