Obama apuntala a Peña y va tras el petróleo
Un Peña impopular tendrá necesariamente mayores problemas para alcanzar la “reforma energética”.
Barack
Obama va a México a cerrar el círculo de la campaña internacional de
Peña Nieto y a reforzar las garantías para la privatización el petróleo
(el gran tema de Peña). Todo lo demás es teatro y demagogia. No va por
amor al país vecino ni tras popularidad y mucho menos a arreglar enojos
por supuestas diferencias en torno a la guerra contra el narco.
Desenmascarado por los desilusionados
desde su primer periodo de gobierno, poco se espera de Obama en Estados
Unidos, país no ha logrado salir de la crisis económica iniciada en
2008; pero naturalmente, tiene una “agenda”. Gobernará un segundo
periodo no porque haya sido un buen presidente sino porque el candidato
republicano representaba peores posibilidades. Alguien como Noam Chomski
ha dicho que si ya desde 2008 no esperaba nada de él, ahora le
sorprende el ataque del presidente norteamericano a las libertades
civiles que “van más allá de lo imaginable” a través del Proyecto de Ley
Holder vs. Humanitarian, que otorga mayor poder al ejecutivo y podría
acusar de terrorista a cualquier ciudadano que aun por accidente o azar
tenga algún tipo de intercambio con organizaciones catalogadas por el
gobierno como terroristas. Chomski también “arremetió contra la
eliminación de una enmienda a la Ley de Autorización de Defensa Nacional
para el año 2013, que habría podido impedir al Gobierno detener por un
período indefinido a los ciudadanos norteamericanos sin causa ni
proceso” (RT, 01-05-30). Por su parte, el fundador de Wikileaks, Julien Assange, ha dicho que Obama es un “lobo con piel de cordero” (RT,
07-11-12). Ambos personajes llaman la atención sobre la irregularidad
de que Obama mantenga en prisión a Bradley Manning, el soldado acusado
de filtrar información sobre las guerras en Iraq y Afganistán en 2010;
desde entonces, Wikileaks y el propio Assange han sido acosados
por el gobierno del simpático y carismático, primer semi-afro
presidente, pero nada diferente, Obama.
Tan poco diferente que, por ejemplo, en
la inauguración de una biblioteca con el nombre de George Bush Jr. (qué
cómico, esto es como el centro de estudios que ha establecido el
iletrado Vicente Fox o como si se inaugurara la “Biblioteca Peña”), y en
la cual estuvieron todos los ex presidentes, incluidos Clinton y
Carter, Obama ha dicho que el criminal que sin pruebas ordenó las
guerras de Irak y Afganistán, quien es el político más desprestigiado
entre la opinión pública de su país y uno de los más repudiados a nivel
internacional, es “un buen hombre”, un buen chico (La Jornada, “Biblioteca incompleta”, David Brooks; 29-04-13).
En 2008, cuando Obama visitó por vez
primera el país y su fama estaba en la cúspide, sólo se concentró en
respaldar la guerra y los muertos de Felipe Calderón. Osorio Chong ha
dicho que esta vez Obama se reúne con Peña para concretar acuerdos en
materia seguridad, “a fin de que haya trabajo conjunto entre ambos
países (Notimex, 01-03-13). ¿En serio? ¿No se supone que ya
existen mecanismos de comunicación y trabajo de manera permanente?
Carlos Puig hace referencia a que hay supuestas diferencias entre ambos
equipos a raíz del nuevo personal nombrado por Peña (Milenio,
“Peña Nieto, Obama y los polígrafos”; 01-05-13). Algo similar han
repetido López Dóriga y Leo Zuckerman. ¿Y para ello es necesaria la
visita de Obama, para arreglar enojos y diferencias en materia de
seguridad? Difícil de aceptar esta propuesta.
Peña Nieto, desde antes de tomar encargo
como ejecutivo del país, inició una serie de giras internacionales a
Europa y Latinoamérica y dejaría como tercera zona a los Estados Unidos,
que en realidad es la primera de su interés, mientras se celebraba la
elección de este país el año pasado. Las giras se han prolongado y
multiplicado. En cada una de ellas, Peña ha dejado claro que le interesa
sobre todo la oferta del petróleo mexicano, la inversión privada en el
proceso de desnacionalización de la industria iniciada marcadamente con
el salinismo.
Si Obama no va a México en
reconocimiento a su popularidad ni a satisfacer innecesariamente su ego y
difícilmente o en todo caso sólo colateralmente, a “coordinar”
mecanismos de seguridad (sobre la “reforma migratoria”, ni sus luces),
¿entonces a qué va?
1. A procurar algo de popularidad a un
impopular Peña Nieto, algo de legitimidad social
vía-buena-imagen-internacional, que pese a todo no ha alcanzado porque
la consecución de la presidencia está viciada de origen. 2. A cerrar el
ciclo de las giras internacionales de Peña; apuntalar su discurso y
confirmar la oferta sobre la inversión privada en el petróleo mexicano.
El primer día de la gira, centrado en la importancia del tema económico y
con las felicitaciones de Obama en torno a las iniciativas de reforma
de Peña, refuerza estas hipótesis.
Un Peña impopular tendrá necesariamente
mayores problemas para alcanzar la “reforma energética”. Un Peña con el
reconocimiento internacional, incluido el del “simpático” Obama, sentirá
que cuenta con la aprobación suficiente como para perseguir sus
objetivos y a la vez aprovechará para procurar añadir cierta simpatía
nacional a su causa.
A final de cuentas, sin embargo, con el
propósito de alcanzar la soñada, por el capital privado, “reforma
energética”, Peña será, como tantos otros, “candil de la calle y
oscuridad de su casa”.
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