Por Masiel Fernández Bolaños Roma,
21 jun (PL) La región africana, favorecida con enormes recursos
naturales, ha padecido históricamente los mayores niveles de hambre y
pobreza del orbe.
Numerosos participantes en la Conferencia de la Organización de
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) coinciden en
la necesidad de reforzar la ayuda a las naciones de ese continente.
La agricultura africana, según analistas, tiene un potencial de
crecimiento enorme gracias a su abundancia de recursos naturales, una
afirmación que exacerba la crudeza de una realidad centenaria: sus altos
niveles de hambre y pobreza.
Algunos consideran incluso a esa
actividad el pilar del crecimiento generalizado en la mayor parte de los
países del continente, esencial en aras de alcanzar la seguridad
alimentaria.
En África subsahariana, por ejemplo, el avance del
Producto Interno Bruto (PIB) generado por la agricultura ha demostrado
ser once veces más eficaz en la reducción de la pobreza que la expansión
del PIB en otros sectores, muestran cifras divulgadas.
Sin
embargo, acorde con estudios especializados, la inadecuada explotación
de todo el potencial ha puesto en peligro la función que puede
desempeñar dicha labor en la reducción del número de pobres.
Históricamente el llamado Continente Negro ha sido víctima del saqueo
voraz de sus recursos para alimentar ambiciones individuales, en
detrimento de la calidad de vida de los pobladores.
Muchos
analistas atribuyen la crisis vivida principalmente a la falta de
inversión en el sector agrícola, a lo cual se une el hecho de que
algunas de sus naciones han incrementado la dependencia de la
importación de alimentos en las últimas décadas.
Su
vulnerabilidad climática contribuye a agravar la situación, ya que la
agricultura se suele desarrollar en condiciones de secano, por lo que la
dependencia de esa modalidad y los niveles muy bajos de irrigación
hacen que sea especialmente sensible a las condiciones de un clima
variable y cambiante, explican.
Aunque la variante a pequeña
escala es la forma predominante de organización agrícola en África, la
ventaja comparativa de que disponen los pequeños cultivadores en la
producción se ve amenazada debido a que las explotaciones comerciales a
gran escala están mejor situadas para gestionar los riesgos relacionados
con la adopción de nuevas tecnologías y la difusión de conocimientos.
Para los académicos, tal situación evidencia la urgente necesidad de
contar con programas y políticas que incrementen la capacidad de los
pequeños agricultores de mejorar la productividad y de acceder a
sectores dinámicos destinados al mercado nacional, regional e
internacional.
Los programas, precisan, deben incluir la
facilitación de la creación de organizaciones y otras formas de
asociaciones comerciales que aseguren el control de la calidad y la
inocuidad de lo producido.
tgj/mfb |
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