Antes al menos los criminales respetaban a los sacerdotes: Solalinde
2014-11-14
Pablo de Llano
En el aeropuerto de la Ciudad de México, recién llegado de recibir un premio de una organización de empresarios de Guadalajara, listo para embarcar hacia Huatulco, en Oaxaca, donde lo recogerán cuatro escoltas del Gobierno para acompañarlo a su albergue de migrantes, el sacerdote Alejandro Solalinde hace una pausa para responder sobre el problema de violencia que está afectando a México. A sus 69 años, es un destacado activista por los derechos humanos y, dentro y fuera de su país, un referente de compromiso humanista. Consigo lleva enrrolladas tres mantas de felpa para los usuarios de su hospicio. No se considera un “rebelde” de la Iglesia sino un sacerdote “diferente; digamos un misionero a tiempo completo”. Esta semana, la cúpula de la Iglesia mexicana, la Conferencia del Episcopado, hizo un comunicado sobre la matanza de Iguala: “Los obispos de México decimos: ¡Basta ya! No queremos más sangre. No queremos más muertes. No queremos más desaparecidos. No queremos más dolor ni más vergüenza”.
Pregunta. ¿Qué opinión le merece?
Respuesta. Muy buena. Este pronunciamiento lo he esperado por años. El Episcopado ha sido tibio en un México a punto de estallar. Se había mantenido de comparsa del Gobierno. Y este pronunciamiento me llena de esperanza. Me siento orgulloso de que ahora sí lo hayan hecho.
P. ¿Cree que las directrices del Papa influyen en estas tomas de posición?
R. Sí, pienso que la presión de Francisco es contundente y directa. Pero aún queda por ver cuáles son las conclusiones de la Conferencia Episcopal. Están reunidos todavía y veremos si se quedan en las meras palabras o si proponen estrategias concretas para ayudar a México.
P. Según una encuesta de Pew Research, uno de cada cinco latinoamericanos ya es protestante, no católico.
R. Lógico. Nuestra Iglesia ha dejado de evangelizar y se ha limitado a administrar su riqueza y a celebrar misas, mientras que los cristianos evangélicos son activos y están llegando a la gente.
P. ¿Cómo ve la reacción de la sociedad civil ante el caso Iguala?
R. Fuerte. La gente siente que con esto ha quedado en claro que el Gobierno no soluciona los problemas, que no lucha por el pueblo. Es un Gobierno que en nada ha respondido a las expectativas de cambio de la población, y la gente está enojada por la desaparición de los estudiantes. Exigimos que aparezcan los 43 con vida. Eso tenemos que exigir. Aunque parezca imposible.
P. ¿Qué cambios necesita México para combatir la violencia?
R. Lo primero de todo es hacer justicia, no simular que se hace justicia. Y no ocultar la verdad, ser transparente, escuchar a la gente.
P. ¿Cree en la capacidad de cambio de las instituciones?
R. No, para nada. Están contaminadas por la corrupción y por la impunidad.
P. ¿Pero hay otra vía de cambio que no sean las instituciones?
R. No, sí que queremos instituciones y Estado de Derecho. El problema es que el Estado no está cumpliendo. Y este Gobierno no va a cambiar. Creo que lo mejor sería que permitiesen unas nuevas elecciones.
P. Lleva ocho años como activista. ¿En este tiempo ha notado algún avance institucional?
R. No. Las instituciones cada vez son menos eficaces y más manipuladas por el poder político.
P. ¿Ni un avance?
R. Pues yo no veo cuál puede ser, sinceramente.
P. ¿En qué situación están los derechos humanos?
R. En situación de simulación. El Estado mexicano es impecable en la defensa verbal de los derechos humanos, y firma todos los tratados nacionales e internacionales. Pero no los cumple.
P. Usted va a cumplir 70 años. Javier Sicilia se ha echado a un lado. ¿México necesita nuevos líderes de la sociedad civil?
R. Absolutamente. Necesita sobre todo mujeres, porque son las más honradas, las más sensibles, muy inteligentes. Pero más que líderes, la figura debe ser el pueblo. La sociedad civil tiene que reorganizarse desde abajo, en cada estado, en cada municipio, y asumir las responsabilidades del buen funcionamiento de las instituciones, exigir a los gobiernos que cumplan, porque de arriba no podemos esperar mucho.
P. Usted ha sido criticado por su protagonismo durante la crisis de Iguala. ¿Ha cometido errores?
R. Sí, por ejemplo el error –involuntario– de no haber comunicado primero a las familias de los desaparecidos la información que yo había recabado.
P. Dijo que los estudiantes habían sido asesinados e incluso algunos quemados aún vivos. ¿Cuál fue su fuente de información?
R. Tuve cinco fuentes, y se van a ir conmigo a la tumba.
P. Esta mañana se ha sabido que un misionero ugandés fue asesinado este año en Guerrero. Su cuerpo ha aparecido en una fosa.
R. Es un horror. Este crimen y el de otros padres manifiesta una situación sin límites. Antes al menos los criminales respetaban a los sacerdotes. Pero de hace unos años para acá hemos visto asesinatos de sacerdotes en Veracruz, en Oaxaca, en Guerrero, en Tamaulipas.
P. ¿Por qué asesinan a sacerdotes?
R. Es muy claro, porque estamos cerca de la gente y estamos defendiendo sus derechos. A un sacerdote de Tampico, en Tamaulipas, le advirtieron por medio de una feligresa: “No te metas con nuestra mercancía”. Su mercancía son los migrantes que pasan hacia Estados Unidos por esa zona del norte. También yo he recibido amenazas recientemente. Y sé que me podrían matar en cualquier momento, pero estoy tranquilo. Tengo la fe.
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