martes, 9 de diciembre de 2014
LA NAVIDAD DE LA HIPOCRESIA
Nota:
Escribí este artículo en la Navidad de 2011, siendo el cuarto más leído de los 232 publicados hasta este momento con más de cinco mil lecturas y uno de los más aplaudidos por la audiencia, razón por la que vuelvo a publicarlo en primera plana tras someterlo a varias modificaciones que no han transformado su esencia ni su carácter original.
Un año más, y ya son muchos, me apresto a vivir, por
no decir soportar, desde un espíritu crítico cada día más beligerante, las mal
llamadas fiestas navideñas, denunciando
el fariseísmo contumaz con que se pretende disfrazarlas y convertirlas,
fundamentalmente, en un esperpéntico canto al consumismo y una oda a los más
bajos instintos materialistas.
Unas fiestas navideñas que representan la ancestral
celebración pagana celta del solsticio de invierno
del 25 de diciembre (el día más corto del año y, por lo tanto, el de
menos luz), antes de que la Iglesia Católica, allá por la Edad Media, se la
arrogase para sí camuflándola en una
bonita leyenda llena de componentes
religiosos carente del menor rigor histórico, con la finalidad de
desviar la atención de aquellos ritos
ancestrales (de los que el árbol de Navidad es su exponente más ilustrativo) hacia nacimientos y adoraciones que nunca tuvieron lugar, por tratarse de
metáforas llenas de simbolismo y de claves esotéricas.
Nos han pintado la Navidad como una etapa idílica en
la que todo parece humanizarse y, donde hasta los opuestos, parecen aproximarse
hasta la fusión; unas fechas donde la tristeza, la depresión y la desesperanza
generalizadas parecieran desaparecer como por encanto y hasta donde la solidaridad pareciera expandirse por doquier como un bosque de
estrellas,......., sin embargo, lamentablemente, todo esto está muy lejos de
ser cierto.
Ficticia
es también esa supuesta fiebre
humanitaria que pareciera invadirlo todo, aparente, por la sencilla razón de
que la humanización auténtica es una labor diaria, que nace desde el interior
de cada cual y no el mero lavado pasajero de una mala conciencia con el que
algunos parecen conformarse llegadas ciertas fechas, por ser eso lo que parece que toca hacer siguiendo las moralinas
de turno.
Asistimos al patético desfile, a través de las más céntricas (pues
las restantes parecieran no existir),
luminosas y engalanadas calles y plazas
de nuestros pueblos y ciudades, de un ejército de “zombis” consumidores dispuestos
a gastarse, tan absurda como
irracionalmente, mucho más de lo que necesitan, para satisfacer un vacío que no podrán llenar con sonrisas
inocuas, ni con montones de copiosas comidas ni, menos aún, con la compañía de
gentes con las que, en tantas ocasiones, no les une más que la apariencia o la
hipocresía más indisimulada.
Por
otra parte, para “celebrar” la llegada de tan “entrañables”
fiestas, nos reuniremos en las grandes farsas de las comidas o de las cenas de
trabajo con aquellos a quienes no queremos ver ni en pintura, los mismos que,
incluso, nos someten a condiciones laborales esclavistas o han puesto fecha de
caducidad a nuestra actividad laboral, aunque ese día o esa noche les deseemos
nuestros mejores deseos con la mayor de las hipocresías; mientras que en las
tan laureadas “cenas y comidas familiares” asistiremos, muchas veces, a toda
una pléyade de mordaces ironías y "espectáculos" innombrables,
incluidas numerosas discusiones y hasta
peleas que terminan requiriendo la presencia policial.
Tampoco dudaremos en comprarle a nuestros hijos una
montaña de juguetes para que aprendan a no entretenerse con ninguno, atiborrándoles
de aparatos electrónicos para convertirlos en robots humanos carentes de raciocinio y sensibilidad; cayendo así, en la trampa de
un consumismo devorador que, no satisfecho con la llegada de “los Reyes Magos”,
ha importado también su dichoso “Papa
Noel o Santa Claus”, duplicación con la que el sistema capitalista ha querido
robustecer el consumismo sin sentido, con argumentos tan peregrinos como
inconsistentes, al tiempo que, hasta hace muy poco tiempo, algunos “adornaban”
sus ventanas con patéticos muñecos, importados sin sentido, que decoraban su
esnobismo y ahora, sino en la basura, duermen en un oscuro rincón de sus
hogares.
No faltarán las “felicitaciones” propias del
momento, muchas de ellas robotizadas e hipócritas hasta el infinito, sólo para
falsear también la inexistencia de una relación sincera de amistad que sólo es
cierta si transciende los límites de unos días señalados, de la misma manera
que las plantas requieren de un riego constante y no sólo de unas simples
gotitas de agua cuando te dicen que debes acordarte de regarlas.
Y, mientras tanto, la maquinaria publicitaria será encendida a todo gas, para corromper las
conciencias de unos destinatarios que, en general, si siquiera son conscientes
de ser simples marionetas a las que el Sistema maneja con tanto desprecio como maquiavélica
impunidad, tratando de encubrir una sociedad ególatra, insolidaria y llena de
carencias materiales, cuya tristeza de
espíritu es incapaz de ocultar.
Y, como telón de fondo, los embusteros mensajes de
personajes como los Reyes de las Españas de turno, de los psicópatas
presidentes del gobierno central y de los 17 “reinos de taifas” que arruinan a
la población cada segundo que respiran; los miles de alcaldes que han usurpado
desde hace siglos el poder vecinal y concejil, mancillando la única democracia
que lo es, la asamblearia; los “manda más” de nuestras empresas, jefecillos de
centros de trabajo o abraza farolas de poca monta gratificados como “estómagos
agradecidos” que sin la menor vergüenza se atreven a desearnos "lo
mejor".
Un panorama lúgubre, dirán algunos; desolador,
opinarán otros; veraz, afirmarán otros tantos.......y, aunque parezca
mentira...... esperanzador, esgrimirán los menos......, teniendo en cuenta que,
sólo partiendo de un supuesto diagnóstico acertado, es posible hacer frente a
la enfermedad que padece la sociedad en la que vivimos.
Esta Navidad, pese a todo, brindaré....... brindaré
por aquellos que han comenzado a hacer un consumo racional de las cosas haciéndole la Pascua al
Capital; brindaré por cualquier propósito de la enmienda que nazca desde lo más
sincero de uno mismo; brindaré por quiénes sufren soledad, miedo o dolor;
brindaré por aquellos, en cuyos corazones, existe un lugar para sus amigos y un
recuerdo sincero para quiénes siempre se tendrá una deuda de gratitud; brindaré
por aquellos que se han ido y cuyo recuerdo nos acompañará siempre, brindaré
por quiénes son un ejemplo constante de buen hacer, por cualquier gesto
solidario, actitud generosa o valor humanitario y, sobre todo, brindaré por el
despertar de las conciencias de los espíritus más elevados y por el renacer de
la esperanza de aquellos que la han perdido.
Una Navidad, por lo tanto, cuyo verdadero sentido
sólo podrán vivir aquellos que, desde la coherencia de sus corazones, estén
preparados para percibir “algo” diferente, si nos aferramos a la hermosa
creencia del rocío de la noche del solsticio con la que las estrellas ungen las
almas auténticas.
........para todos los hombres y mujeres de buena voluntad........ de todo corazón
FELIZ NAVIDAD
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