Así se resolvió el enigma del buque perdido de la Batalla de Trafalgar
Investigadores de la Universidad de Cádiz localizan, 211 años después, las partes desaparecidas del ‘Fougueux’ aplicando un modelo matemático de dispersión
Cádiz
El destino tenía preparado un último y cruel revés
para los supervivientes de la Batalla de Trafalgar. Al amanecer del 22
de octubre de 1805, justo un día después del enfrentamiento, un terrible
temporal desató su furia sobre los buques que se encontraban en la
costa gaditana. La virulencia fue tal que, si durante el fuego cruzado
solo se hundió un barco, durante la embravecida tempestad se fueron a
pique 14 de los 17 buques españoles y franceses que apresó la Armada
británica. Uno de esos navíos presos y zozobrados fue el francés Fougueux,
los aproximadamente 20 náufragos que consiguieron llegar a la costa
(frente a los 562 fallecidos) dieron cuenta de ello. En el Bicentenario
de la Batalla, una expedición consiguió localizar un tercio del barco
francés frente a la laya de Camposoto (San Fernando). Sin embargo, el
enigma era evidente: ¿dónde estaban las dos terceras partes del
malogrado buque?. Ahora, 211 años después, la pionera aplicación de un
modelo físico-matemático ha hecho posible encontrarlos y resolver un
misterio histórico.
El ‘Fougueux’ fue un navío de línea de 74
cañones que, tras rendir su bandera a los ingleses, fue apresado y
remolcado con destino a Gibraltar
Han sido investigadores de la Universidad de Cádiz
los que, por fin, han conseguido descubrir el paradero de los resto
perdidos y, de paso, han descubierto la novedosa aplicación de un
enfoque probabilístico de las matemáticas al campo de la arqueología
subacuática. El catedrático Manuel Bethencourt, el profesor Alfredo
Izquierdo y el investigador Tomás Fernández Montblanc son los artífices
del hallazgo, realizado en el seno de la tesis doctoral del tercero. Los
tres lo han publicado en la revista científica Archaeological and Anthropological Sciences.
El Fougueux fue un navío de línea de 74
cañones que, tras rendir su bandera a los ingleses, fue apresado y
remolcado con destino a Gibraltar. Sin embargo, una tormenta de ocho
días lo dejó a la deriva hasta que embarrancó muy cerca del Castillo de
Santi Petri, frente a la playa de Camposoto. Durante años, el Centro de
Arqueología Subacuática de Cádiz ha trabajado documentando los restos,
tanto de este buque, como de los muchos que se conservan bajo las aguas
de la Bahía de Cádiz. El Fougueux se localiza en una zona
conocida como Bajo de las Morenas, en un “yacimiento en el que se
encontraron, restos del casco, 32 cañones, un ancla frente a cinco o
seis que solían embarcar este tipo de navíos, y numerosos objetos
típicos de este tipo de navíos”, como explica Bethencourt. Pero faltaba
más. De ahí que los investigadores, vinculados a las Ciencias del Mar,
decidieran intentar despejar la incógnita aplicando un modelo matemático
de dispersión.
Primero, la historia
El parte de la torre vigía de Tavira en Cádiz
informó que, una nave embarrancada frente a la playa de Camposoto, se
partió en pedazos en la mañana del 25 de octubre de 1805
No fue un proceso sencillo. La amplia investigación
histórica procedente de cuadernos de bitácora, regimientos de tierra o
torres vigías, tampoco lo puso fácil. La incertidumbre reinante en pleno
temporal hizo que se apuntaran hasta tres buques que podrían haberse
hundido en la zona: el Fougueux, el Montblanc y el Agile.
El parte de la torre vigía de Tavira en Cádiz informó que, una nave
embarrancada frente a la playa de Camposoto, se partió en pedazos en la
mañana del 25 de octubre de 1805. Los investigadores consiguieron
encontrar evidencias documentales de que el destino del Montblanc y el Agile no fue el descrito por el vigía de Cádiz. El Fougueux era el único que, por tanto, se había perdido de esa forma y en ese día.
Y esa información era clave para saber el destino que
sufrieron los dos tercios del buque que no zozobraron en ese punto.
Gracias a estudios meteorológicos posteriores al suceso, se sabía que la
tormenta que azotó la cornisa atlántica de la provincia de Cádiz fue de
especial virulencia. Duró ocho días y sus vientos fueron rolando, de
componente suroeste a noroeste. “Necesitábamos saber cómo evolucionó
para simular las condiciones y averiguar hacia donde fueron los restos
del barco”, explica el catedrático. No era fácil, como añade
Bethencourt: “Fue un temporal muy atípico, de esos que se repiten una
vez cada muchos años”. Ese año llegó en 2009, cuando una tormenta de
similares características barrió la misma zona y, en esta ocasión, los
datos sí se registraron.
Con la documentación histórica, los estudios de la
tormenta de 1805 y los datos concretos de la de 2009, los investigadores
tenían datos con los que trabajar. A eso se sumaron los conocimientos
batimétricos (de las profundidades marinas) existentes; la
caracterización física de la zona, basada en campañas anteriores del
proyecto ARQUEOMONITOR, e información oceanográfica y meteorológica del
sistema de oceanografía pre-operacional OceansMAP-UCA. Los
investigadores generaron un modelo hidrodinámico de circulación costera y
oleaje. “La deriva de un trozo de barco depende de la naturaleza del
mismo, del tamaño y del equilibrio de fuerzas sobre la parte emergida y
sumergida”, explica Tomás Fernández. Por ello, los datos generados con
el modelo hidrodinámico y de viento se usaron para forzar un modelo de
dispersión lagrangiana en el que se pretendía reproducir el movimiento
de miles de partículas distintas con las condiciones de la tormenta de
ese día.
Simulaciones y pruebas de campo
El correcto funcionamiento del modelo de
dispersión lagrangiana depende, en gran medida, de la calidad de los
datos de hidrodinámica y viento
Sin embargo, el correcto funcionamiento del modelo de
dispersión lagrangiana depende, en gran medida, de la calidad de los
datos de hidrodinámica y viento. “La duda era: ¿lo estamos haciendo
bien?”, reconoce el profesor Izquierdo. Por ello, realizaron un trabajo
en el mar de validación experimental de la dinámica marina
(hidrodinámica y oleaje). El contraste entre estos datos medidos en
campo y los obtenidos con el modelo reveló que el último reproducía
correctamente la dinámica marina en la zona. Con esa certeza, ya podían
utilizar el resultado para forzar el modelo de dispersión de partículas.
Tras reproducir el movimiento de miles de partículas, el 90% de ellas
estaban en un área concreta. En efecto, en una prospección geomagnética y
batimétrica de esta zona aparecieron cuatro agrupaciones de restos
arqueológicos.
Eran 40 cañones y 5 anclas de tipología similar a los
que ya se conocían en el Bajo de las Morenas. Todo parecía indicar que
acaban de encontrar los dos tercios perdidos del Fougueux. Entre los numerosos restos arqueológicos en la zona, la herramienta permitió discernir cuáles correspondían al Fougueux.
Además, para asegurarse, los investigadores realizaron una
caracterización química y metalográfica de un pequeño fragmento de cobre
que apareció en una de las agrupaciones de restos encontradas. Era
idéntico a los forros de cobre empleados para proteger el casco de los
navíos franceses de aquella época. Su investigación había llegado a buen
puerto.
Los investigadores realizaron una
caracterización química y metalográfica de un pequeño fragmento de cobre
que apareció en una de las agrupaciones de restos encontradas
Ahora, Bethencourt e Izquierdo, como directores de la
tesis, no pueden ocultar el orgullo por el éxito alcanzado en el
trabajo de Fernández Montblanc. “No conocemos que se haya aplicado a
otra investigación similar un enfoque probabilístico como éste”, matiza
Izquierdo. A juicio de el profesor han conseguido demostrar que “la
aplicación de herramientas numéricas basadas en modelos hidrodinámicos y
de dispersión son muy efectivas”. De hecho, ya han recibido llamadas
interesadas en aplicar lo aprendido en otros casos de patrimonio
subacuático. “Estamos intentando demostrar que puede haber una comunión
de intereses entre distintas ciencias”, añade Izquierdo.
Tanto es así que la aplicación de este enfoque
físico-matemático puede servir en otros campos. “Para la dispersión de
una mancha de aceite de un barco, cuando hay un vertido o para localizar
a un náufrago tras un hundimiento”, apunta el catedrático de la UCA. De
momento, los tres investigadores se muestran interesados en continuar
el camino emprendido. Quieren encontrar nuevas ocasiones en las que
poder arrojar la luz que ya han encontrado las últimas horas del Fougueux, el buque con el que no pudo una épica batalla pero que hundió una furibunda tempestad.
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