jueves, 29 de diciembre de 2016

El mayor regalo para todos


El mayor regalo para todos


29.12.2016

Paul Craig Roberts


La Navidad es un tiempo de tradiciones. Si ustedes han encontrado tiempo en el tumulto anterior a Navidad para decorar un árbol, ustedes están participando en una relativamente nueva tradición. Aunque el árbol de Navidad tiene raíces ancestrales, a principios del siglo XX, solamente 1 de cada 5 familias estadounidenses ponían un árbol. Fue antes de 1920 cuando el árbol se convirtió en la seña de temporada. Calvin Coolidge fue el primer presidente en encender el árbol de navidad en césped de la Casa Blanca.

Los regalos son otra costumbre compartida. Esta tradición proviene de los hombres sabios o tres reyes que llevaron regalos al niño Jesús. Cuando era niño, los regalos eran más modestos que ahora, pero incluso entonces la gente estaba quejándose por la comercialización de la Navidad. Hemos crecido acostumbrados a la comercialización. Las ventas de navidad son la columna vertebral de muchos negocios. Dar regalos nos hace recordar a otros y tomar tiempo de nuestras apresuradas vidas para darles consideración.

Las decoraciones y regalos de Navidad son una de nuestras conexiones con la cultura cristiana que ha mantenido unida a la civilización occidental durante 2.000 años.

En nuestra cultura, lo individual cuenta. Esto permite que una persona individual se ponga firme, tome una posición sobre principios, se convierta en reformador o se enfrente a la injusticia.

Este empoderamiento del individuo es único de la civilización occidental. Ha hecho del individuo un ciudadano igual en derechos a todos los demás ciudadanos, ha protegido del gobierno tiránico mediante el Imperio de la ley y la libertad de expresión. Estos logros son producto de la lucha, pero todos fluyen de las enseñanzas que Dios, de ese modo, valora al alma del individuo, que envió a su hijo a morir para que nosotros pudiéramos vivir. Al elevar de este modo al individuo, el cristianismo le dio voz.

Anteriormente, solo aquellos con poder tenían voz. Pero en la civilización occidental, el pueblo con integridad tiene voz. Así hace que la gente tenga un sentido de justicia, de honor, de deber, de juego limpio. Los reformistas pueden reformar, los inversores pueden invertir, y los emprendedores pueden crear nuevas empresas comerciales, nuevos productos y nuevas ocupaciones.

El resultado fue una tierra de oportunidad. Los Estados Unidos atrajeron inmigrantes que compartían nuestros valores y se reflejaban en sus propias vidas. Nuestra cultura fue absorbida por gente diversa que se convirtió en una.

En las décadas recientes, hemos perdido la vista de los logros históricos que empoderaron al individuo. Las raíces religiosas, legales y políticas de este gran logro ya no se enseñan de manera reverencial en los colegios, institutos y universidad ni son respetados por nuestro gobierno. Las voces que nos alcanzan a través de los milenios y nos conectan con nuestra cultura están siendo silenciadas por la “corrección política” y la “guerra contra el terror”. La oración ha sido apartada de las escuelas y los símbolos religiosos cristianos de la vida pública.

Las protecciones constitucionales han sido reducidas por las ambiciones políticas hegemónicas. La detención indefinida, la tortura, y el asesinato, son ahora prácticas reconocidas del gobierno de los Estados Unidos. Se han hecho retroceder los logros históricos del debido proceso. La tiranía ha re-emergido.

La diversidad en casa y la hegemonía en el extranjero están consumiendo los valores y están desmantelando la cultura y el imperio de la ley. Hay mucho espacio para la diversidad cultural en el mundo, pero no dentro de un único país. Una torre de babel no tiene cultura. Una persona no puede ser cristiana un día, pagana al día siguiente, y musulmana dos días después. Un revoltijo de valores culturales y religiosos no proporciona base para la ley, excepto para la fuerza bruta del pasado cristiano.

Todos los estadounidenses tienen un gran interés en el cristianismo. Tanto si son, como si no son creyentes individualmente en Cristo, somos beneficiarios de la doctrina moral que ha contenido al poder y ha protegido a los débiles.

El poder es un caballo cabalgado por el mal. En el siglo XX el caballo fue a todo correr, y el siglo XXI muestra un incremento en el ritmo. Millones de personas fueron exterminadas en el siglo XX por los nacional socialistas en Alemania y por los comunistas soviéticos y chinos porque eran miembros de una raza o clase que habían sido demonizados por los intelectuales y la autoridad política. A principios del siglo XXI, cientos de miles de musulmanes en 7 países ya han sido asesinados y millones han sido desplazados para extender la hegemonía de Washington.

El poder que está secularizado y apartado de las tradiciones civilizadas no está limitado por los escrúpulos morales y religiosos. V.I. Lenin hizo esto claro cuando definió el significado de su dictadura como “poder ilimitado, descansando directamente en la fuerza, sin estar limitado por nada”. La campaña de Washington por la hegemonía sobre los ciudadanos de EEUU y del resto del mundo está basada enteramente en el ejercicio de la fuerza y está resucitando un poder inexplicable.

El énfasis del cristianismo en la valía del individuo hace impensable a poderes tales como el que Lenin afirmó, y el que Washington ahora afirma. Seamos religiosos o no, nuestra celebración del cumpleaños de Cristo celebra una religión que nos hizo maestros de nuestras almas y de nuestra vida política en el planeta. Una religión tal como ésta, es valiosa de mantener incluso por los ateos.

Según entramos en 2017, la civilización occidental, el producto de miles de años de esfuerzo, pende de un hilo. La degeneración está por todas partes ante nuestros ojos. Mientras occidente se hunde en la tiranía, ¿Los pueblos occidentales defenderán su libertad y sus almas, o se hundirán en la tiranía, que de nuevo ha alzado su cabeza horrenda y devoradora de todo?

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