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Reflexiones sobre las Nakbas palestina y siria
Por Marchas de la Dignidad | Publicado hace 7 horas
Por
Gabriel Huland “Lejos de luchar por reconciliar mis identidades
palestina y siria, el levantamiento sirio me comprometió todavía más con
la lucha por la liberación palestina: la liberación de la tierra de sus
ocupantes, y la liberación de la causa, de dictadores y oportunistas.”
(Budour Hassan. Como me ha transformado la revolución siria) El […]
Por Gabriel Huland
“Lejos de luchar por reconciliar mis identidades palestina y siria, el levantamiento sirio me comprometió todavía más con la lucha por la liberación palestina: la liberación de la tierra de sus ocupantes, y la liberación de la causa, de dictadores y oportunistas.” (Budour Hassan. Como me ha transformado la revolución siria)
El día 15 de mayo se celebra la Nakba palestina, la catástrofe, el día posterior a la proclamación del Estado sionista de Israel y del inicio de la primera guerra árabe-israelí. La Nakba (1947-49) significó el asesinato de miles de personas, la expulsión de más de 800 mil palestinos de sus tierras, la despoblación de más de 400 ciudades y la destrucción de pueblos enteros por las milicias sionistas como las Haganá y la Stern Gang.
Este día, que se quedará marcado para siempre en la memoria del pueblo palestino, ocurren manifestaciones y concentraciones en todo el mundo, de las que participan no solo palestinos en el exilio sino un amplío abanico de activistas y organizaciones, de distintas ideologías, solidarios con la justa lucha de este pueblo.
La popularidad de Israel decae y una prueba de ello es que, en los últimos años, la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel (BDS) viene ganando más y más adeptos, no solo individuos, sino también instituciones como tal. La última victoria de la campaña, aunque no sea más que un acto simbólico, pero muy importante en una lucha, fue la decisión por parte de los ayuntamientos irlandeses de Dublín y Sligo de izar la bandera palestina en sus respectivas alcaldías.
El acto de celebración de la Nakba de este año se dio en una coyuntura muy importante. Una vez más los palestinos muestran al mundo su increíble capacidad de resistencia y organización. Miles y miles de presos políticos palestinos en cárceles israelíes están realizando una huelga de hambre por “libertad y dignidad”.
En 2016, según distintas organizaciones palestinas e internacionales de derechos humanos, el Estado de Israel detuvo a cerca de 7 mil palestinos, más de mil de ellos niños. 700 de ellos están en prisión administrativa, lo que significa que no han tenido derecho ni siquiera a un “juicio convencional”. Se trata de una situación intolerable para cualquier defensor de los derechos humanos y las libertades democráticas.
Pero las celebraciones de la Nakba de 2017 también ocurrieron en medio de otra tragedia, de iguales o incluso superiores proporciones que la del año 48. La Nakba siria. Las estimativas más conservadoras contabilizan, desde el inicio de la revolución en marzo de 2011, cerca de 470 mil muertos, 10 millones de desplazados y 200 mil desaparecidos.
El día 15 de mayo, cuando todos los que apoyamos la causa palestina gritábamos en las calles y plazas por la libertad de los presos políticos, en Siria, dos bombardeos ocasionaron la muerte de más de 40 civiles, la mayoría de ellos mujeres y niños. Poquísimos medios se hicieron eco de estos ataques por parte del régimen sirio y sus aliados contra personas civiles desarmadas que volvían a casa después de un día de trabajo. Su único crimen fue vivir en una zona no controlada por el gobierno sirio.
El día 16 de mayo, varios periódicos publicaron noticias sobre la existencia de un crematorio utilizado por el régimen de Bashar al-Assad para la exterminación de detenidos en la cárcel de Sadnaya, a cerca de 30km de Damasco. Un crematorio operado por el régimen sirio no sería ninguna sorpresa. Un tirano capaz de bombardear a poblaciones enteras con barriles explosivos, utilizar armas químicas contra civiles y asediar por meses y meses a centenares de miles de personas, dejándolas sin alimentos ni medicamentos, puede ser perfectamente comparado con los nazis alemanes.
La estrategia de Assad es, y hace mucho tiempo lo tenemos claro, eliminar físicamente a la oposición y a todos aquellos que no le juren lealtad absoluta. Si comparamos los métodos utilizados por las milicias armadas judías para expulsar a los palestinos de sus tierras, matarlos y destruir sus aldeas, y los métodos que utiliza Assad contra los sirios, veremos que no hay apenas diferencias en las características de los dos regímenes. Ambos practican una limpieza étnica.
¿Por qué se logra entonces una cierta unidad en relación a la celebración de la Nakba palestina pero no en relación a la denuncia de los crímenes cometidos por Assad?
El panarabismo no fue capaz de cohesionar de una manera tan profunda las luchas en el mundo árabe, así como tampoco lo fue ninguna de las ideologías vinculadas a las corrientes del islam político. La lucha contra el Estado sionista no es solo la lucha contra Israel, sino que es la materialización de la lucha contra la dominación imperialista y de las burguesías árabes en el Medio Oriente.
No podemos olvidar que la división de Oriente Medio tras la I Guerra Mundial a partir de los acuerdos de Sykes-Picot fue en parte pactada con segmentos de las mismas élites árabes que querían su trozo del botín que se repartían las potencias europeas. Las élites árabes, o lo que son las burguesías vinculadas a las dictaduras actuales, son cómplices del espolio colonial y corresponsables de las derrotas en las distintas guerras contra Israel.
En efecto, la monarquía jordana tenía un acuerdo secreto con la cúpula sionista para respetar la partición de Palestina entre árabes y israelíes aprobada por la ONU en 47. No pueden ser considerados aliados en la lucha contra Israel ni contra la liberación del pueblo árabe en general.
La Primavera Árabe, este profundo proceso revolucionario que sacudió la región de este a oeste y de norte a sur, ha cambiado algo fundamental en la dinámica de varios países de la región: las masas urbanas y populares entraron en escena como un sólido actor en las luchas sociales, después de décadas y décadas de una cierta estabilidad durante la cual las élite árabes lograron crear alguna cohesión social basada en una enorme represión y en el discurso del enemigo externo, ora el sionismo ora el imperialismo norteamericano. Aparte de las Intifadas palestinas, en ningún otro país de la zona había ocurrido insurrecciones populares tan potentes en los últimos 30 años.
Independiente de lo que suceda en el futuro, un segmento importante de la población se ha liberado de la camisa de fuerza del panarabismo, del “estalinismo soviético” y de otros movimientos que no cuestionaban en lo fundamental el status quo.
En este nuevo panorama, la lucha contra el Estado sionista y el movimiento de solidaridad con el pueblo palestino solo pueden cumplir el papel de galvanizar las reivindicaciones de los pueblos de la región si incorporan en sus demandas la lucha contra las dictaduras árabes que oprimen a los pueblos y, en última instancia, colaboran con el Estado sionista.
La izquierda pro Assad está condenada al aislamiento porque siguen operando con una lógica de dividir el mundo en campos progresistas y reaccionarios. La lista de capitulaciones de estos grupos a las grandes potencias imperialistas y a las burguesías árabes es larga. Antes tenían a la Unión Soviética que les daba respaldo, ahora viven de un pasado que nunca volverá.
El desafío puesto en este momento para las nuevas y futuras generaciones de luchadoras palestinas y para las jóvenes revolucionarias en Siria, Egipto, Marruecos, Líbano…, y para los movimientos internacionales que apoyan a sus reivindicaciones, es superar a esta izquierda anacrónica y crear nuevos mecanismos políticos que den continuidad a la lucha histórica por una Palestina y un Oriente Medio libres de los intereses coloniales y neocoloniales de las grandes potencias que controlan el mundo.
Por Gabriel Huland
“Lejos de luchar por reconciliar mis identidades palestina y siria, el levantamiento sirio me comprometió todavía más con la lucha por la liberación palestina: la liberación de la tierra de sus ocupantes, y la liberación de la causa, de dictadores y oportunistas.” (Budour Hassan. Como me ha transformado la revolución siria)
El día 15 de mayo se celebra la Nakba palestina, la catástrofe, el día posterior a la proclamación del Estado sionista de Israel y del inicio de la primera guerra árabe-israelí. La Nakba (1947-49) significó el asesinato de miles de personas, la expulsión de más de 800 mil palestinos de sus tierras, la despoblación de más de 400 ciudades y la destrucción de pueblos enteros por las milicias sionistas como las Haganá y la Stern Gang.
Este día, que se quedará marcado para siempre en la memoria del pueblo palestino, ocurren manifestaciones y concentraciones en todo el mundo, de las que participan no solo palestinos en el exilio sino un amplío abanico de activistas y organizaciones, de distintas ideologías, solidarios con la justa lucha de este pueblo.
La popularidad de Israel decae y una prueba de ello es que, en los últimos años, la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel (BDS) viene ganando más y más adeptos, no solo individuos, sino también instituciones como tal. La última victoria de la campaña, aunque no sea más que un acto simbólico, pero muy importante en una lucha, fue la decisión por parte de los ayuntamientos irlandeses de Dublín y Sligo de izar la bandera palestina en sus respectivas alcaldías.
El acto de celebración de la Nakba de este año se dio en una coyuntura muy importante. Una vez más los palestinos muestran al mundo su increíble capacidad de resistencia y organización. Miles y miles de presos políticos palestinos en cárceles israelíes están realizando una huelga de hambre por “libertad y dignidad”.
En 2016, según distintas organizaciones palestinas e internacionales de derechos humanos, el Estado de Israel detuvo a cerca de 7 mil palestinos, más de mil de ellos niños. 700 de ellos están en prisión administrativa, lo que significa que no han tenido derecho ni siquiera a un “juicio convencional”. Se trata de una situación intolerable para cualquier defensor de los derechos humanos y las libertades democráticas.
Pero las celebraciones de la Nakba de 2017 también ocurrieron en medio de otra tragedia, de iguales o incluso superiores proporciones que la del año 48. La Nakba siria. Las estimativas más conservadoras contabilizan, desde el inicio de la revolución en marzo de 2011, cerca de 470 mil muertos, 10 millones de desplazados y 200 mil desaparecidos.
El día 15 de mayo, cuando todos los que apoyamos la causa palestina gritábamos en las calles y plazas por la libertad de los presos políticos, en Siria, dos bombardeos ocasionaron la muerte de más de 40 civiles, la mayoría de ellos mujeres y niños. Poquísimos medios se hicieron eco de estos ataques por parte del régimen sirio y sus aliados contra personas civiles desarmadas que volvían a casa después de un día de trabajo. Su único crimen fue vivir en una zona no controlada por el gobierno sirio.
El día 16 de mayo, varios periódicos publicaron noticias sobre la existencia de un crematorio utilizado por el régimen de Bashar al-Assad para la exterminación de detenidos en la cárcel de Sadnaya, a cerca de 30km de Damasco. Un crematorio operado por el régimen sirio no sería ninguna sorpresa. Un tirano capaz de bombardear a poblaciones enteras con barriles explosivos, utilizar armas químicas contra civiles y asediar por meses y meses a centenares de miles de personas, dejándolas sin alimentos ni medicamentos, puede ser perfectamente comparado con los nazis alemanes.
La estrategia de Assad es, y hace mucho tiempo lo tenemos claro, eliminar físicamente a la oposición y a todos aquellos que no le juren lealtad absoluta. Si comparamos los métodos utilizados por las milicias armadas judías para expulsar a los palestinos de sus tierras, matarlos y destruir sus aldeas, y los métodos que utiliza Assad contra los sirios, veremos que no hay apenas diferencias en las características de los dos regímenes. Ambos practican una limpieza étnica.
¿Por qué se logra entonces una cierta unidad en relación a la celebración de la Nakba palestina pero no en relación a la denuncia de los crímenes cometidos por Assad?
Palestina y Siria: dos caras de una misma lucha
¿Vale menos la vida de los sirios? Obviamente que no. De hecho las luchas palestina y siria están más conectadas de lo que pensamos y lo van a estar más y más en las próximas décadas. El movimiento de liberación de Palestina sólo se pudo mantener activo y fuerte porque logró hacer algo que ningún otro movimiento en el Oriente Medio fue capaz de hacerlo: unificar al pueblo árabe alrededor de una causa común.El panarabismo no fue capaz de cohesionar de una manera tan profunda las luchas en el mundo árabe, así como tampoco lo fue ninguna de las ideologías vinculadas a las corrientes del islam político. La lucha contra el Estado sionista no es solo la lucha contra Israel, sino que es la materialización de la lucha contra la dominación imperialista y de las burguesías árabes en el Medio Oriente.
No podemos olvidar que la división de Oriente Medio tras la I Guerra Mundial a partir de los acuerdos de Sykes-Picot fue en parte pactada con segmentos de las mismas élites árabes que querían su trozo del botín que se repartían las potencias europeas. Las élites árabes, o lo que son las burguesías vinculadas a las dictaduras actuales, son cómplices del espolio colonial y corresponsables de las derrotas en las distintas guerras contra Israel.
En efecto, la monarquía jordana tenía un acuerdo secreto con la cúpula sionista para respetar la partición de Palestina entre árabes y israelíes aprobada por la ONU en 47. No pueden ser considerados aliados en la lucha contra Israel ni contra la liberación del pueblo árabe en general.
La Primavera Árabe, este profundo proceso revolucionario que sacudió la región de este a oeste y de norte a sur, ha cambiado algo fundamental en la dinámica de varios países de la región: las masas urbanas y populares entraron en escena como un sólido actor en las luchas sociales, después de décadas y décadas de una cierta estabilidad durante la cual las élite árabes lograron crear alguna cohesión social basada en una enorme represión y en el discurso del enemigo externo, ora el sionismo ora el imperialismo norteamericano. Aparte de las Intifadas palestinas, en ningún otro país de la zona había ocurrido insurrecciones populares tan potentes en los últimos 30 años.
Independiente de lo que suceda en el futuro, un segmento importante de la población se ha liberado de la camisa de fuerza del panarabismo, del “estalinismo soviético” y de otros movimientos que no cuestionaban en lo fundamental el status quo.
En este nuevo panorama, la lucha contra el Estado sionista y el movimiento de solidaridad con el pueblo palestino solo pueden cumplir el papel de galvanizar las reivindicaciones de los pueblos de la región si incorporan en sus demandas la lucha contra las dictaduras árabes que oprimen a los pueblos y, en última instancia, colaboran con el Estado sionista.
La izquierda pro Assad está condenada al aislamiento porque siguen operando con una lógica de dividir el mundo en campos progresistas y reaccionarios. La lista de capitulaciones de estos grupos a las grandes potencias imperialistas y a las burguesías árabes es larga. Antes tenían a la Unión Soviética que les daba respaldo, ahora viven de un pasado que nunca volverá.
El desafío puesto en este momento para las nuevas y futuras generaciones de luchadoras palestinas y para las jóvenes revolucionarias en Siria, Egipto, Marruecos, Líbano…, y para los movimientos internacionales que apoyan a sus reivindicaciones, es superar a esta izquierda anacrónica y crear nuevos mecanismos políticos que den continuidad a la lucha histórica por una Palestina y un Oriente Medio libres de los intereses coloniales y neocoloniales de las grandes potencias que controlan el mundo.
Reflexiones sobre las Nakbas palestina y siria
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