Cuando
explotó toda la discusión sobre la privacidad [el espionaje
gubernamental a través de Internet que destaparon personajes como Edward
Snowden y Julian Assange], Facebook subió más que nunca. A nadie le importa realmente una mierda su privacidad. Lo ponen todo en las redes.
Este artista austriaco nacido en Lindst (1955) lleva desde la década
de los noventa innovando en el arte interactivo con su fusión de danza y
tecnología. Imparte clases magistrales en varias instituciones, como la
Universidad IUAV de Venecia o el IED de Madrid.
Pregunta: ¿Por qué mezclar el ciberespacio con la danza?
Respuesta: Cuando era un chaval, no había ordenadores. Tuve que aprender a usar lo digital como adulto. La primera computadora que me compré fue una Atari para jugar con los MIDIS [conectores y software que permiten conectar instrumentos musicales al ordenador]. En los noventa todo cambió. De pronto, podíamos editar nuestros propios videos, crear imágenes… Y esas imágenes podían usarse para interactuar con el mundo real, con el público.
P. ¿Qué le fascina de la unir el cuerpo humano y lo digital?
R. Siempre me han interesado el cuerpo y la tecnología. Pero me daba la sensación de que ambos iban por separado, que no se complementaban. Por eso empecé a usar las técnicas de proyección de imágenes sobre los cuerpos. Esto me dio la posibilidad de que lo humano se volvieran lo digital y lo digital, humano.
P. Precisamente eso es lo que ha pasado con las redes sociales. ¿Lo veía venir?
R.: Cuando creas arte, jamás puedes prever cuál será el impacto o qué pasará en el futuro. Mi obra se lee ahora de esa manera, como una profecía de la relación entre lo humano y lo tecnológico. La verdad es que en ningún caso era consciente de ello cuando comencé a crear estas imágenes en los noventa. Lo curioso del arte interactivo es que crea un espacio en el que las personas se relacionan. En lugar de las experiencias pasivas clásicas en los museos, se ven obligados a interactuar con desconocidos a través del arte.
P. ¿Y qué explica el éxito de Twitter, Facebook y las demás redes sociales?
R. Que nos encanta exponernos. Es gracioso. Cuando explotó toda la discusión sobre la privacidad [el espionaje gubernamental a través de Internet que destaparon personajes como Edward Snowden y Julian Assange], Facebook subió más que nunca. A nadie le importa realmente una mierda su privacidad. Lo ponen todo en las redes.
P. ¿Qué papel tiene que jugar el arte en este debate?
R. El arte debería estar explorando posibilidades tecnológicas, como hacer que el público interaccione con un edificio. Pero no lo está haciendo. Prefiere hacer preciosos efectos en 3D en una pantalla. Pero es solo una pantalla. No entra en lo real.
P. ¿Tiene algo que ver el miedo de la cultura a la tecnología? A su frialdad e inhumanidad, nos referimos.
R. Pero es que se convierte en humana en el momento que interactúas con ella. Tal vez sea la razón de que el arte interactivo no despegue. Y ojo, que para nada quiero dar la impresión de que el arte pasivo es peor que el interactivo. Pero en los tiempos que corren, me alucina que no haya más artistas trabajando en esto.
P. ¿Y cómo afecta a la vida del artista esta revolución tecnológica?
R. Está cambiando a una velocidad enorme. La tecnología más puntera se está convirtiendo en global. Antes, los artistas pensaban en hacer obras para tal concierto o museo. Ahora los jóvenes creadores piensan: “A ver si le interesa a Google”.
P. Con la realidad aumentada virtual, vivir nuestros sueños puede ser factible. ¿Es esto algo bueno?
R. Pues… todos tenemos pesadillas [ríe].
Pregunta: ¿Por qué mezclar el ciberespacio con la danza?
Respuesta: Cuando era un chaval, no había ordenadores. Tuve que aprender a usar lo digital como adulto. La primera computadora que me compré fue una Atari para jugar con los MIDIS [conectores y software que permiten conectar instrumentos musicales al ordenador]. En los noventa todo cambió. De pronto, podíamos editar nuestros propios videos, crear imágenes… Y esas imágenes podían usarse para interactuar con el mundo real, con el público.
P. ¿Qué le fascina de la unir el cuerpo humano y lo digital?
R. Siempre me han interesado el cuerpo y la tecnología. Pero me daba la sensación de que ambos iban por separado, que no se complementaban. Por eso empecé a usar las técnicas de proyección de imágenes sobre los cuerpos. Esto me dio la posibilidad de que lo humano se volvieran lo digital y lo digital, humano.
P. Precisamente eso es lo que ha pasado con las redes sociales. ¿Lo veía venir?
R.: Cuando creas arte, jamás puedes prever cuál será el impacto o qué pasará en el futuro. Mi obra se lee ahora de esa manera, como una profecía de la relación entre lo humano y lo tecnológico. La verdad es que en ningún caso era consciente de ello cuando comencé a crear estas imágenes en los noventa. Lo curioso del arte interactivo es que crea un espacio en el que las personas se relacionan. En lugar de las experiencias pasivas clásicas en los museos, se ven obligados a interactuar con desconocidos a través del arte.
P. ¿Y qué explica el éxito de Twitter, Facebook y las demás redes sociales?
R. Que nos encanta exponernos. Es gracioso. Cuando explotó toda la discusión sobre la privacidad [el espionaje gubernamental a través de Internet que destaparon personajes como Edward Snowden y Julian Assange], Facebook subió más que nunca. A nadie le importa realmente una mierda su privacidad. Lo ponen todo en las redes.
P. ¿Qué papel tiene que jugar el arte en este debate?
R. El arte debería estar explorando posibilidades tecnológicas, como hacer que el público interaccione con un edificio. Pero no lo está haciendo. Prefiere hacer preciosos efectos en 3D en una pantalla. Pero es solo una pantalla. No entra en lo real.
P. ¿Tiene algo que ver el miedo de la cultura a la tecnología? A su frialdad e inhumanidad, nos referimos.
R. Pero es que se convierte en humana en el momento que interactúas con ella. Tal vez sea la razón de que el arte interactivo no despegue. Y ojo, que para nada quiero dar la impresión de que el arte pasivo es peor que el interactivo. Pero en los tiempos que corren, me alucina que no haya más artistas trabajando en esto.
P. ¿Y cómo afecta a la vida del artista esta revolución tecnológica?
R. Está cambiando a una velocidad enorme. La tecnología más puntera se está convirtiendo en global. Antes, los artistas pensaban en hacer obras para tal concierto o museo. Ahora los jóvenes creadores piensan: “A ver si le interesa a Google”.
P. Con la realidad aumentada virtual, vivir nuestros sueños puede ser factible. ¿Es esto algo bueno?
R. Pues… todos tenemos pesadillas [ríe].
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