Parece que Manuel Castells, sociólogo y economista, será el
próximo ministro de Universidades del Gobierno de coalición del PSOE y
Unidas Podemos, a propuesta de la confluencia catalana En Comú. Este
profesor es un ejemplo más de algo que en España es usual, la
intencionada confusión entre ideología, popularidad mediática y, en este
caso, prestigio académico, como también ocurrió con su predecesor Pedro
Duque. Castells tiene una conocida trayectoria en la Generalitat
convergente con el corrupto Jordi Pujol, los tripartitos de Pasqual
Maragall, que le entregó en 2006 la Cruz de Sant Jordi, y ahora con el
explícito apoyo de Ada Colau. Una serie de artículos fueron recogidos en
su obra “De la crisis económica a la crisis política. Una mirada
crítica”, que avalan el posicionamiento de este autor junto a las tesis
independentistas, que las califica de “movimiento social”, otro
estupendo eufemismo que tendremos que añadir a la lista del diccionario
de la neolengua.
Una vez más la ideología es sostenida y difundida por la voz y la reputación de los expertos, aunque es justo concederle el beneficio de la duda, me temo que será cuestión de tiempo observar como cristaliza este nombramiento en la producción de contenidos sesgados por la ideología socialista y separatista, flaco favor para lo que debería ser la universidad como espacio de debate libre, sin coacciones, abierto y público.
Además de las anomalías señaladas y subrayadas en los medios, como el hecho de que estudiantes españoles tardaran solo 25 segundos en responder a 20 preguntas de la prueba de lectura, cuando en otros países habían tardado 50 segundos y otros más de dos minutos. Merece atención detenernos en lo que no dice el informe PISA y sí ha sido analizado por otros analistas, que han estudiado los procedimientos y detectado notables deficiencias tanto en sus enunciados, como en el sesgo cultural o el modo de abordar los resultados inesperados, que toda investigación implica.
Ante estas críticas el informe PISA responde con generalidades. La principal razón por la que las pruebas de estos exámenes midan capacidades muy generales dependen de la experiencia adquirida por el alumno a lo largo de su vida, así reconoce el mismo informa que “si un país puntúa más que otro no se puede inferir que sus escuelas sean más efectivas, pues el aprendizaje comienza antes de la escuela y tiene lugar en una diversidad de contextos…” Con lo cual se observa que es imposible realizar una medición precisa del rendimiento, tanto en técnicas cuantitativas deficientes en su construcción, como en la carencia de técnicas cualitativas de medición que permitan diagnosticar los diferentes procesos y contextos.
Desde luego, lo que ni el informe Pisa, ni la perspicacia de Celáa distinguen es la histórica evidencia de cómo la educación se ha convertido en una fácil y permanente oportunidad para el adoctrinamiento, que no para la enseñanza, ni para la formación en valores democráticos.
La segunda y necesaria distinción es entre educación y formación. Entendemos la formación como el modo de conceptualizar la realidad, de comprender los aspectos socioculturales y económicos relevantes, así como la forja de determinados comportamientos. En esta construcción, el profesor facilita y orienta al alumno para comprender el mundo, a sí mismo y a los demás, y desarrollar un proceso de adaptación y crecimiento como persona.
En tercer lugar nos encontramos con la confusión entre educación y enseñanza, que es diseñada y planteada como adoctrinamiento. Mussolini en 1925 afirmaba “que la escuela en todos sus grados y en todas sus enseñanzas, eduque a la juventud italiana para hacerle comprender el clima histórico de la revolución”. Valga como ejemplo la una anécdota que recuerdo cuando estudiaba filosofía, y el profesor se negó a explicarnos Nietzche, asegurando que no era un filósofo, que era un poeta.
Con la muerte de Stalin en 1953, los manuales franceses de historia y geografía recalan en la Ilustración desde fuentes soviéticas que “rezuman la salud, la gloria y el éxito del porvenir”, que canta la revolución, pero que silencia la historia. Por lo que no es de extrañar que se afirmara que el déficit demográfico en Rusia, fue debido a la herencia zarista y la invasión hitleriana, pero no se menciona la purga estalinista. Estas referencias franco-soviéticas se extendieron por el resto del continente, pues la Ilustración y su Enciclopedia fueron algo indiscutible y a su vez expandido, por un lado en la cuna de muchas universidades europeas y americanas, para luego ser amplificado por los medios, que dejaron de ser de comunicación para convertirse en de “indoctrinamiento”, si usamos los términos de Escohotado.
El discurso se propagó para llegar a nuestros manuales de historia, educación del medio, ética, filosofía y educación para la ciudadanía, donde el “Bueno” de Rousseau, ya nos advirtió con su ideario que tuviéramos mucho cuidado en no corromper con la educación al buen salvaje. De este referente surgieron cien y una iniciativas, entre otras gran parte de propuestas y movimientos de renovación pedagógica de la denominada “escuela nueva”, precedente del eterno patio de recreo en que se han convertido muchas aulas.
En las últimas décadas de la historia española se conocen concreciones muy evidentes de este adoctrinamiento. Igualdad de género, memoria histórica, educación para la ciudadanía, emergencia climática y crisis energéticas, educación afectivo-sexual, son algunos dogmatismos debidamente reciclados del pensamiento neomarxista. Así observamos día tras día, como en Cataluña y País Vasco, que se extiende por Valencia y Baleares, se promueve con descaro el modelo identitario excluyente de la inmersión lingüística con la imposición del catalán-euskera como única lengua vehicular y de convivencia en los centros. Libros del conocimiento del medio de quinto y sexto de primaria separan artificialmente a Cataluña de España con el objeto de alentar un enfrentamiento constante. El mapa histórico y geográfico que muestran —y obligan a mostrar— es erróneo en sus datos históricos, costumbres y fronteras, donde España aparece separada de los Paisos Catalans, Galicia o Euskadi. “Desinformación escolar” que diría Bernard Bonilauri.
Hemos pasado de lo que antes se presuponía como educación en valores cristianos, a este último medio siglo en que el objeto es la formación de la “personalidad de base” socialista de los alumnos. La ignorancia hoy es producto de un sinfín de excusas y justificaciones pedagógicas, ya sabemos que cuando no se enseña se alude a la pedagogía, pero también teóricas, sociales, políticas y sociológicas. La escuela debe dejar de transmitir conocimientos, como señala Jean-François Revel “en una especie de falansterio de convivencia, de lugar de vida”. El alumno no debe aprender, y el profesor puede ignorar lo que él enseña.
Foto: Lev Polikashin
Una vez más la ideología es sostenida y difundida por la voz y la reputación de los expertos, aunque es justo concederle el beneficio de la duda, me temo que será cuestión de tiempo observar como cristaliza este nombramiento en la producción de contenidos sesgados por la ideología socialista y separatista, flaco favor para lo que debería ser la universidad como espacio de debate libre, sin coacciones, abierto y público.
El informe PISA y sus agujeros
Medir la enseñanza es una tarea compleja y siempre discutible. Si el análisis cuantitativo permite acercarnos a ciertas cifras que orientan ciertos resultados, es necesario realizar también un análisis cualitativo, que exigiría un estudio de los procesos y todas las variables que intervienen en la enseñanza desde la interacción entre profesores, alumnos y competencias y/o contenidos, en el marco institucional (académico, familiar y social).Libros del conocimiento del medio de quinto y sexto de primaria separan artificialmente a Cataluña de España con el objeto de alentar un enfrentamiento constante. El mapa histórico y geográfico que muestran —y obligan a mostrar— es erróneo en sus datos históricos, costumbres y fronteras, donde España aparece separada de los Paisos Catalans, Galicia o EuskadiDel informe PISA se subrayan ciertos elementos que ya se conocen como los diez puntos por debajo en ciencias de la edición anterior (2015) de nuestros alumnos de 15 años en España. O las diferencias en sus resultados entre unas comunidades y otras. Las mediciones de este informe han crecido en importancia, muchos expertos y el público en general tienden a valorar el fracaso o éxito del sistema educativo según estos resultados.
Además de las anomalías señaladas y subrayadas en los medios, como el hecho de que estudiantes españoles tardaran solo 25 segundos en responder a 20 preguntas de la prueba de lectura, cuando en otros países habían tardado 50 segundos y otros más de dos minutos. Merece atención detenernos en lo que no dice el informe PISA y sí ha sido analizado por otros analistas, que han estudiado los procedimientos y detectado notables deficiencias tanto en sus enunciados, como en el sesgo cultural o el modo de abordar los resultados inesperados, que toda investigación implica.
Ante estas críticas el informe PISA responde con generalidades. La principal razón por la que las pruebas de estos exámenes midan capacidades muy generales dependen de la experiencia adquirida por el alumno a lo largo de su vida, así reconoce el mismo informa que “si un país puntúa más que otro no se puede inferir que sus escuelas sean más efectivas, pues el aprendizaje comienza antes de la escuela y tiene lugar en una diversidad de contextos…” Con lo cual se observa que es imposible realizar una medición precisa del rendimiento, tanto en técnicas cuantitativas deficientes en su construcción, como en la carencia de técnicas cualitativas de medición que permitan diagnosticar los diferentes procesos y contextos.
Desde luego, lo que ni el informe Pisa, ni la perspicacia de Celáa distinguen es la histórica evidencia de cómo la educación se ha convertido en una fácil y permanente oportunidad para el adoctrinamiento, que no para la enseñanza, ni para la formación en valores democráticos.
Tres distinciones necesarias
Para fundamentar esta afirmación hagamos tres distinciones. La primera entre lo que entendemos por educación e información. Es decir, que el profesor de matemáticas enseña a distinguir números, enseña a contar, el de lengua a leer y escribir. O sea, instruye, “instrucción” es una palabra hoy defenestrada por las pedagogías modernas, que solo significa transmitir conocimiento. La paradoja es que se rechace la instrucción que implica inicialmente identificar la información porque nos dicen que ya está “en cualquier momento al alcance de todos”, cuando nunca fue más necesario aprender a manejar, procesar, distinguir y categorizar la información que hoy nos desborda en la superabundancia de datos, y en el interesado embalaje de la mentira. Hay que ser muy ingenuos o muy tontos para pensar que la información está en Google.La segunda y necesaria distinción es entre educación y formación. Entendemos la formación como el modo de conceptualizar la realidad, de comprender los aspectos socioculturales y económicos relevantes, así como la forja de determinados comportamientos. En esta construcción, el profesor facilita y orienta al alumno para comprender el mundo, a sí mismo y a los demás, y desarrollar un proceso de adaptación y crecimiento como persona.
En tercer lugar nos encontramos con la confusión entre educación y enseñanza, que es diseñada y planteada como adoctrinamiento. Mussolini en 1925 afirmaba “que la escuela en todos sus grados y en todas sus enseñanzas, eduque a la juventud italiana para hacerle comprender el clima histórico de la revolución”. Valga como ejemplo la una anécdota que recuerdo cuando estudiaba filosofía, y el profesor se negó a explicarnos Nietzche, asegurando que no era un filósofo, que era un poeta.
La ideología que todo lo devora
El desarrollo de la historia se ha explicado con demasiada frecuencia mediante las causas finales, que a su vez condenaban el espíritu científico. La historia de Francia se dividió en un antes de 1789 y un después, con la lenta gestación de la revolución que abanderaba su república. En EE. UU, algunos estados que eran liderados por asociaciones religiosas prohibieron la enseñanza del evolucionismo darwinista.Con la muerte de Stalin en 1953, los manuales franceses de historia y geografía recalan en la Ilustración desde fuentes soviéticas que “rezuman la salud, la gloria y el éxito del porvenir”, que canta la revolución, pero que silencia la historia. Por lo que no es de extrañar que se afirmara que el déficit demográfico en Rusia, fue debido a la herencia zarista y la invasión hitleriana, pero no se menciona la purga estalinista. Estas referencias franco-soviéticas se extendieron por el resto del continente, pues la Ilustración y su Enciclopedia fueron algo indiscutible y a su vez expandido, por un lado en la cuna de muchas universidades europeas y americanas, para luego ser amplificado por los medios, que dejaron de ser de comunicación para convertirse en de “indoctrinamiento”, si usamos los términos de Escohotado.
El discurso se propagó para llegar a nuestros manuales de historia, educación del medio, ética, filosofía y educación para la ciudadanía, donde el “Bueno” de Rousseau, ya nos advirtió con su ideario que tuviéramos mucho cuidado en no corromper con la educación al buen salvaje. De este referente surgieron cien y una iniciativas, entre otras gran parte de propuestas y movimientos de renovación pedagógica de la denominada “escuela nueva”, precedente del eterno patio de recreo en que se han convertido muchas aulas.
En las últimas décadas de la historia española se conocen concreciones muy evidentes de este adoctrinamiento. Igualdad de género, memoria histórica, educación para la ciudadanía, emergencia climática y crisis energéticas, educación afectivo-sexual, son algunos dogmatismos debidamente reciclados del pensamiento neomarxista. Así observamos día tras día, como en Cataluña y País Vasco, que se extiende por Valencia y Baleares, se promueve con descaro el modelo identitario excluyente de la inmersión lingüística con la imposición del catalán-euskera como única lengua vehicular y de convivencia en los centros. Libros del conocimiento del medio de quinto y sexto de primaria separan artificialmente a Cataluña de España con el objeto de alentar un enfrentamiento constante. El mapa histórico y geográfico que muestran —y obligan a mostrar— es erróneo en sus datos históricos, costumbres y fronteras, donde España aparece separada de los Paisos Catalans, Galicia o Euskadi. “Desinformación escolar” que diría Bernard Bonilauri.
Hemos pasado de lo que antes se presuponía como educación en valores cristianos, a este último medio siglo en que el objeto es la formación de la “personalidad de base” socialista de los alumnos. La ignorancia hoy es producto de un sinfín de excusas y justificaciones pedagógicas, ya sabemos que cuando no se enseña se alude a la pedagogía, pero también teóricas, sociales, políticas y sociológicas. La escuela debe dejar de transmitir conocimientos, como señala Jean-François Revel “en una especie de falansterio de convivencia, de lugar de vida”. El alumno no debe aprender, y el profesor puede ignorar lo que él enseña.
Foto: Lev Polikashin
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