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Reconstitución del bando francés de la colonización, por Thierry Meyssan
Este artículo es parte del libro De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestra mirada, la gran farsa de las primaveras árabes.
- Al iniciar su mandato presidencial, el “socialista” Francois Hollande se fija como modelo a seguir al teórico socialista de la colonización francesa, Jules Ferry (1832-1893).
25- Francois Hollande y el regreso del “partido de la colonización”
Nicolas Sarkozy pierde la elección presidencial ante Francois Hollande. Al dejar el Palacio del Elíseo, Sarkozy se convierte en asalariado de Qatar, que le paga 3 millones de euros anuales, y representa a ese pequeño pero riquísimo emirato en el consejo de administración del grupo hotelero francés Accor.
A pesar de haber sido electo bajo la etiqueta del Partido Socialista, Francois Hollande gobierna Francia en nombre de lo que pudiera llamarse el “Partido de la Colonización” [1]. Al cabo de año y medio de mandato, Hollande anuncia a sus sorprendidos electores que él no es socialista sino más bien socialdemócrata. En realidad, eso ya se había visto claramente desde el momento mismo de su entrada en funciones. Al evocar, como sus predecesores, el legado de una personalidad histórica en su ceremonia de investidura, Hollande había escogido a Jules Ferry (1832-1893).
Jules Ferry implantó en Francia la gratuidad de la enseñanza primaria. Pero fue un presidente extremadamente impopular y el pueblo le encajó un mote: «El tonkinés». ¿Por qué? Porque Jules Ferry asumió la defensa de los intereses de los grandes grupos industriales en Túnez, en Tonkín y en el Congo, embarcando así a Francia en aventuras racistas y coloniales. Contrariamente a lo que se afirma sobre este personaje histórico, su interés por la enseñanza primaria no era preocupación por la educación desde la infancia sino porque quería garantizar la formación de los niños como soldados aptos para las guerras colonizadoras, lo cual llevó a que sus maestros fueran llamados «húsares negros».
- El socialista Jules Ferry (sentado entre los dos personajes que aparecen de pie en la parte central derecha de la imagen) teorizó sobre el derecho de los “pueblos superiores” a civilizar a los “pueblos inferiores”. Jules Ferry encabezó a los partidarios de la colonización, de tendencias políticas diferentes pero unidos todos alrededor de los intereses de la Francia colonial. Jules Ferry organizó además la escuela pública gratuita, obligatoria y laica, pero como medio de sustraer los niños a la influencia religiosa para convertirlos en buenos soldados al servicio de la colonización.
A su llegada a la presidencia de Francia, Francois Hollande designa a Jean-Marc Ayrault como primer ministro. Ayrault tiene una reputación de hombre razonable, pero es un ferviente defensor de la colonización de Palestina. Es incluso presidente honorario del Círculo León Blum, asociación creada por Dominique Strauss-Kahn para agrupar a los sionistas del Partido Socialista. Siendo primer ministro de Francia –de junio de 1936 a junio de 1937–, León Blum había prometido en 1936 al movimiento sionista crear el Estado de Israel en el actual Líbano y en la actual Siria, territorios entonces sometidos a un mandato otorgado a Francia por la Sociedad de las Naciones [2].
- En 1991, siendo primer ministro, Laurent Fabius ya mostraba su total ausencia de interés por la preservación de la vida de los demás.
Hollande escoge como ministro de Defensa a su amigo Jean-Yves Le Drian. Durante años, Hollande y Le Drian habían militado juntos en el Partido Socialista, a la sombra del presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors. Durante la campaña electoral de Hollande, Le Drian había viajado a Washington para garantizar al Imperio estadounidense la fidelidad del entonces candidato socialista a la presidencia de Francia.
- El general Benoit Puga (a la derecha en la foto) es un hombre de extrema derecha. Pero eso no impide que el presidente “socialista” Francois Hollande lo mantenga como principal consejero militar de la presidencia.
- El prefecto Edouard Lacroix había sido en los años 1990 director general de la Policía Nacional y después jefe del equipo de trabajo del ministro del Interior Charles Pasqua. Durante la guerra contra Libia, Edouard Lacroix hizo el papel de negociador entre el ministro francés del Interior, Claude Gueant, y el líder libio Muammar el-Kadhafi. Lacroix fue asesinado en 2012 por orden del presidente Francois Hollande.
A principios de junio de 2012, Francia y el Reino Unido participan en la reunión de un grupo de trabajo de los «Amigos de Siria» bautizado «Reactivación Económica y Desarrollo». El encuentro tiene lugar en los Emiratos Árabes Unidos, bajo la presidencia de Alemania. Se trata de lograr que los países «Amigos de Siria» se involucren en la guerra contra Siria prometiéndoles un botín que recompense sus esfuerzos [6]. Años antes, las compañías noruegas InSeis Terra y Sagex habían realizado oficialmente en Siria trabajos de prospección, en busca de hidrocarburos. Aunque entonces declararon haber detectado 13 campos de petróleo y gas sólo en dos dimensiones, en realidad habían realizado prospecciones tridimensionales y por consiguiente conocían perfectamente el valor de cada uno de los yacimientos. Una empresa franco-estadounidense –CGG Veritas, cotizada en la Bolsa de Londres– compra la compañía noruega Sagex, que posteriormente pasa a manos del grupo Schlumberger, así que 3 Estados entran en posesión de la valiosa información… información que Siria no llegará a conocer hasta 2013. Según el resultado de aquellos trabajos de prospección, el subsuelo de la República Árabe Siria es como mínimo tan rico como el subsuelo de Qatar. Así que el Reino Unido incluye a Osama al-Kadi, cuadro de British Gas, en el Consejo Nacional Sirio. Con ayuda de ese individuo, París y Londres distribuyen entre los participantes en la segunda reunión de los «Amigos de Siria» una serie de concesiones para la futura explotación del subsuelo del país que ni siquiera han conquistado todavía.
- La denominación del misil intercontinental ruso R-30 Bulava viene del nombre de una antigua maza de combate eslava, convertida con el tiempo en cetro ceremonial de los grandes jefes de los ejércitos cosacos.
El 30 de junio, el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, investido con un doble mandato de su sucesor Ban Ki-moon y del secretario general de la Liga Árabe, preside en Ginebra una conferencia internacional sobre el futuro de la República Árabe Siria. Ningún sirio –ni representantes del gobierno, ni representantes de la oposición externa (el CNS)– es invitado a ese encuentro. Estados Unidos y Rusia se ponen de acuerdo en que no van a guerrear entre sí en el Medio Oriente. Deciden la creación en Siria de un gobierno de unión nacional, bajo la presidencia de Bachar al-Assad y con la participación de varios elementos del CNS. Oficialmente, la guerra está terminada. El mundo es nuevamente bipolar, como en tiempos de la guerra fría [10].
Pero la secretaria de Estado, Hillary Clinton, no tiene intenciones de aceptar el fin del mundo unipolar, ni siquiera piensa respetar su propia firma –según ella obtenida mediante amenazas– y los ministros de Exteriores de Francia y Reino Unido emiten reservas sobre la interpretación del comunicado final de Ginebra.
- Sólo días después de haber logrado un acuerdo sobre Siria entre Estados Unidos y Rusia, el ex secretario general de la ONU Kofi Annan se enfrenta al retroceso de las potencias occidentales, instigadas por la secretaria de Estado Hillary Clinton. Kofi Annan decide dimitir.
- El general desertor Manaf Tlass (a la izquierda, con el entonces ministro turco Davutoglu) es visto como una importante adquisición entre los llamados “Amigos de Siria”. Pero este joven general prefiere el piano antes que dedicarse a derrocar a su amigo de infancia, el presidente Bachar al Assad.
- El criminal de guerra Abu Saleh (sentado de frente, a la extrema derecha), yihadista de la Brigada al-Faruk, asiste en París a la 3ª conferencia de los “Amigos de Siria” como invitado especial del presidente francés Francois Hollande (en la tribuna, haciendo uso de la palabra).
El discurso que el presidente Hollande pronuncia en esa conferencia ni siquiera fue escrito en sus oficinas sino que fue redactado –en inglés– en Washington, Nueva York o Tel Aviv y traducido apresuradamente al francés [12]. Después de saludar el esfuerzo de Kofi Annan como un progreso en el sentido correcto, Hollande clama que «¡Bachar tiene que irse! ¡Debe constituirse un gobierno de transición!». El presidente francés cambia así, de facto, el sentido de la palabra «transición«» que, en el Comunicado de Ginebra, designaba el paso del desorden a la paz. En lo adelante, la «transición» –según los «Amigos de Siria»– designará el paso de una Siria con Bachar al-Assad y con instituciones laicas inspiradas en la Revolución Francesa a una Siria bajo control de la Hermandad Musulmana. La fórmula «transición política» reemplaza desde ese momento la consigna de «cambio de régimen». El CNS se regocija mientras que Hillary Clinton se deleita con los cambios.
La unanimidad de los llamados «Amigos de Siria» se basa en la ambición que despierta el eventual acceso a los yacimientos de hidrocarburos, pero tiene un carácter irracional que me lleva a verlo a la vez como la mayor coalición creada en la historia de la Humanidad y como la continuación del enfrentamiento, que marcó la Antigüedad, entre el Imperio Romano y la red de puntos comerciales sirios. Todo esto me recuerda aquella consigna que Catón el Viejo repetía como un mantra en cada discurso: «Carthago delenda est» (¡Cartago debe ser destruida! o ¡Hay que acabar con Cartago!).
Durante los días posteriores, Francois Hollande, David Cameron e Hillary Clinton repiten, como un mantra moderno, «¡Bachar tiene que irse!». Al repetir incesantemente esa frase no hacen otra cosa que retomar el eslogan característico de las «revoluciones de colores» («¡Chevarnadze, basta!» o «¡Fuera Ben Alí!»). Al dirigirse a sus homólogos –jefes de Estado o de gobierno y ministros– como si fueran una multitud, se refieren al presidente Assad sólo por su nombre de pila, llamándolo «Bachar». Pero esa forma de actuar no conduce a nada, sólo resalta la impotencia de quienes la adoptan.
El 12 de julio de 2012, comienza la operación «Volcán de Damasco y Terremoto en Siria». Más de 40 000 mercenarios –provenientes de todos los países árabes, entrenados por la CIA en Jordania, dirigidos por Francia y Reino Unido y pagados por Arabia Saudita– cruzan la frontera y se abalanzan sobre Damasco [13].
La retirada francesa durante la liberación de Baba Amro y el acuerdo de paz firmado en Ginebra sólo dos semanas antes no son más que lejanos recuerdos. Se inicia contra Siria una nueva guerra, basada en lo adelante en el uso de ejércitos de mercenarios, una guerra que será mucho más mortífera que la anterior.
(Continuará)
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