EPN y la iglesia católica: hasta dónde llega el poder del clero en el “nuevo” PRI instalado en el poder
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Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/11-12-2012/456966. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX
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Capítulo II El Papa de Atlacomulco… con la bendición de Dios LAS ALIANZAS Y LEALTADES han dado paso a especulaciones sobre si Peña pertenece a la masonería, a los Iluminati o al Opus Dei. La realidad —con tiento y mucho cuidado— es que el círculo de los nuevos Golden Boys se cerró en la cúpula de la Iglesia católica mexicana con otros Golden muy cercanos a Dios o los Golden de Dios. Desde 1942, ligado al gobierno estatal y al Grupo Atlacomulco en particular, cada periodo electoral es también una oportunidad para el clero, que defiende sus intereses e inclinaciones políticas. Si bien es cierto que, abiertamente, no puede participar en política y menos en los procesos electorales, la Iglesia católica tiene repartidos territorios y cargos que ayudan, de manera directa e indirecta, en las aspiraciones de los atlacomulquenses. Cuando se ve bien hacia atrás, la de Peña representa la continuidad de las alianzas con la Iglesia más sectaria que se tejieron durante el gobierno de Isidro Fabela Alfaro. Los masones creen que la historia les dará las herramientas para neutralizar al Opus Dei —“Obra de Dios”—, se niegan a ver que con Carlos Salinas se murió el anticlericalismo político mexicano, no aceptan que la Obra de Dios pertenece a otro extremo de la Iglesia católica y desdeñan aquellos señalamientos, bien fundamentados, de que, con sus recursos financieros, ésta tiene la capacidad de arrinconarlos, con todo y sus 33 grados, en donde quiera que se encuentren. En otras palabras, se sorprenden cuando descubren que son enemigos ilustres y que la Iglesia mantiene vivo su rechazo a los masones Benito Juárez, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. El primero, porque a través de algunas medidas —entre ellas las leyes de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos, Lerdo de desamortización de los bienes de la Iglesia o sobre Libertad de Cultos, con la que la religión católica dejó de ser un monopolio o el único permitido, así como los decretos de supresión de festividades religiosas y exclaustración de monjas y frailes— logró la separación Iglesia-Estado. A Obregón y Elías Calles la Iglesia no les perdona la persecución de curas y sus fieles, que devino en la Cristiada o Guerra Cristera. Hoy, como advierten algunos curas, fue una guerra no declarada, pero guerra al fin que propició un cisma y, por tanto, el debilitamiento del catolicismo, así como la consolidación de las sectas y grupos protestantes. Tampoco se olvida que, en forma arbitraria, los masones se atribuyeron las mayores construcciones de la antigüedad, como el Arca de Noé, la Torre de Babel, las Pirámides y el Templo de Salomón. Y que, según la historia, poseen secretos para destruir a la Iglesia católica. Si bien su influencia disminuyó en forma alarmante a partir de la llegada de Miguel de la Madrid Hurtado a la Presidencia de la República el 1 diciembre de 1982, y hoy parecen más un fantasma en la vida política mexicana, los masones insisten en que son una organización secreta anticatólica —gnósticos, dicen algunos—, de orientación filosófica, con un código moral, templos, altares, jerarquía, ritos de iniciación y fúnebres, vestimentas para sus rituales, días festivos y oraciones propias. En el Opus Dei —una secta extremista moderna fundada el 2 de octubre de 1928 por el cura español José María Escrivá de Balaguer, la cual fue impulsada y aprobada por el Vaticano— se tiene presente que, en el ritual de iniciación del grado 29 de la masonería, el iniciado pisa y escupe sobre un crucifijo, al que considera signo de destrucción y muerte oprobiosa, mientras en el del grado 30 (el Kadosh) se pisan la tiara papal y la corona real, como símbolo del repudio a su mayor enemigo, la Iglesia católica y el Estado. Al margen de estas peligrosas enemistades se encuentra la relación entre Peña y los jerarcas de la Iglesia, la cual se fortalece cada año en el opulento fraccionamiento Bosque Real de Huixquilucan, donde Enrique llega para agasajar al poderoso arzobispo de la Iglesia católica apostólica ortodoxa de Antioquía en México, Antonio Chedraui Tanous. […] Por su parte, el llamado Golden Boy nunca ha negado su filia religiosa y aunque en Toluca, la capital mexiquense, circulan toda clase de rumores y versiones sobre la formación religiosa del gobernador, acercándolo unas veces a los Legionarios de Cristo y a doctrinas de cualquier denominación, incluso a la masonería, Peña nació y creció en el seno de un hogar indisolublemente ligado a la religión que le fue inculcada por su madre, María del Perpetuo Socorro Ofelia Nieto Sánchez, una de las fieles devotas de su natal Atlacomulco, y por su padre, el ex seminarista Gilberto Enrique Peña del Mazo. Hombre muy religioso y conservador, al nuevo presidente de México se le puede ver en los onomásticos de monseñor Onésimo Cepeda Silva —ex obispo de Ecatepec— y en la sede de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), donde anualmente es recibido para compartir “el pan y la sal” con los obispos y cardenales de todo el país. También asiste a eventos católicos de alta sociedad entre los que destacan la ordenación como obispo de Atlacomulco de monseñor Juan Odilón Martínez García y su viaje a la Santa Sede para recibir las bendiciones papales. LA BUENA RELACIÓN CON “DIOS” le sirvió para conseguir que, en mayo de 2009, se anulara el único obstáculo que le impedía contraer matrimonio con su entonces prometida Angélica Rivera; es decir, el matrimonio religioso de ésta con José Alberto Castro Sáenz. El 27 de noviembre de 2010, Enrique Peña y Angélica Rivera recibieron la bendición frente al altar de la catedral toluqueña. La visita de Peña a la Santa Sede —en la segunda semana de diciembre de 2009— sirvió para que reafirmara sus lazos con la jerarquía católica y reiterara devoción y filiación hacia el Opus Dei. La relevancia de la Obra de Dios puede verse en el hecho de que su fundador, Escrivá de Balaguer, es parte del santoral católico desde el 6 de octubre de 2002. En otras palabras, fue canonizado no mucho tiempo después de su fallecimiento, el 26 de junio de 1975, a los 73 años de edad. […] Peña no pudo negar su cercanía con la secta de Escrivá de Balaguer. En ese viaje estuvo acompañado por el vicario regional del Opus Dei en México, monseñor Francisco Ugarte, y el presbítero Rodrigo Martínez, vicario y secretario del Opus Dei para el occidente del país. Además, se reunió con monseñor Tarcisio Pietro Evasio Bertone, secretario del Estado Vaticano y amigo personal de “El nuevo banquero de Dios”, Ettore Gotti Tedeschi, presidente del Instituto para las Obras de Religión o Banco del Vaticano y, por supuesto, soldado del Opus Dei. En mayo de 2012, el Vaticano despediría bruscamente a su banquero, pero ésa es otra historia. Y logró charlar con el entonces presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano y presidente del Governatorato del mismo Estado, el cardenal Giovanni Lajolo, prominente opusdeísta. Otro personaje que recibió al mandatario mexiquense fue el vicegobernador del Vaticano o segundo responsable en la administración del Estado, Carlo María Viganó, también relacionado con esta secta. El encuentro con el cardenal Bertone —conocido ya como “Pedro el Romano” y “eventual sucesor de Benedicto XVI”— puede verse como una casualidad, pero éste es, desde 2006, secretario de Estado del Vaticano. En otras palabras, es el encargado de manejar todas las funciones políticas y diplomáticas de la ciudad del Vaticano y la Santa Sede, una especie de primer ministro. En 2007 recibió el papel de camarlengo, que en términos cristianos significa acompañar al Papa en su lecho de muerte. Él, y nadie más, será el responsable de confirmar y anunciar a las autoridades vaticanas el fallecimiento del Sumo Pontífice. Apenas el 22 de marzo de 2011, Bertone mostró el esplendor de su poder al transferir, con visos de despido, a María Viganó, quien en 2011 envió al Papa una serie de cartas personales en las que denunciaba una red de corrupción, nepotismo y tráfico de influencias vinculados al otorgamiento de contratos a compañías externas al Vaticano, que encontró cuando asumió el cargo en 2009. […] Vistas desde la capital mexiquense, las situaciones de corrupción en el Vaticano parecen intrascendentes, pero a la muerte de Escrivá, el Opus Dei entendió que su apuesta estaba en los jóvenes estudiantes mexicanos, pues a través de ellos puede darse muy bien un encuentro inducido de Dios. Por eso decidió abrir escuelas de educación superior e instituciones de desarrollo, para reclutar a profesionales preparados en otras instituciones establecidas y de prestigio. Se afirma que Peña, egresado de la Universidad Panamericana, posee un juramento de lealtad y ayuda mutua con ese grupo. El apoyo que las filas de la Obra y otros grupos de la ultraderecha católica brindan a Peña no son sólo protocolarios. Desde el inicio de su gestión como gobernador mexiquense fue asistente frecuente a los encuentros de la Conferencia del Episcopado Mexicano donde dictó conferencias, o en pláticas informales, muy alejadas de la condición laica del Estado mexicano. El 2 de abril de 2008, ante los obispos y cardenales dijo que la Iglesia “está llamada a preservar los valores morales”, así como los principios de “tolerancia, democracia y respeto a las normas de convivencia”. SI LA IGLESIA y sus sectas son o no una herramienta en las manos de Peña es un tema para el análisis, pero dos de los mayores activos del gobernador son el ex obispo Onésimo Cepeda Silva y el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Carlos Aguiar Retes. Los testimonios de la alianza Peña-Cepeda son múltiples. Habitantes de Ecatepec aún afirman que frecuentemente se podía ver al ex mandatario mexiquense en las misas dominicales de monseñor Cepeda. Al término, ambos degustaban algún platillo mientras charlaban lo mismo de la afición taurina del ex purpurado que de temas políticos. Peña es uno de los invitados frecuentes a los onomásticos de Cepeda, conocido como el “pastor de las élites y el escándalo”, y el 23de marzo de 2007, antes de que los comensales se sentaran a la mesa, el prelado levantó su copa de champán para reafirmar sus afectos: “De entre mis amigos políticos, pongo en primer lugar a mi gobernador, que aunque a veces me deprecia y me coloca en segundo, sabe que es bien querido”. El presidente de la CEM y arzobispo de Tlalnepantla, Carlos Aguiar Retes, también apostó por Peña, aunque no abandonó del todo su relación con los panistas Felipe Calderón y Margarita Zavala.
Capítulo II
El Papa de Atlacomulco… con la bendición de Dios
LAS ALIANZAS Y LEALTADES han dado paso a especulaciones sobre si Peña
pertenece a la masonería, a los Iluminati o al Opus Dei. La realidad
—con tiento y mucho cuidado— es que el círculo de los nuevos Golden Boys
se cerró en la cúpula de la Iglesia católica mexicana con otros Golden
muy cercanos a Dios o los Golden de Dios. Desde 1942, ligado al gobierno
estatal y al Grupo Atlacomulco en particular, cada periodo electoral es
también una oportunidad para el clero, que defiende sus intereses e
inclinaciones políticas.
Si bien es cierto que, abiertamente, no puede participar en política y
menos en los procesos electorales, la Iglesia católica tiene repartidos
territorios y cargos que ayudan, de manera directa e indirecta, en las
aspiraciones de los atlacomulquenses. Cuando se ve bien hacia atrás, la
de Peña representa la continuidad de las alianzas con la Iglesia más
sectaria que se tejieron durante el gobierno de Isidro Fabela Alfaro.
Los masones creen que la historia les dará las herramientas para
neutralizar al Opus Dei —“Obra de Dios”—, se niegan a ver que con Carlos
Salinas se murió el anticlericalismo político mexicano, no aceptan que
la Obra de Dios pertenece a otro extremo de la Iglesia católica y
desdeñan aquellos señalamientos, bien fundamentados, de que, con sus
recursos financieros, ésta tiene la capacidad de arrinconarlos, con todo
y sus 33 grados, en donde quiera que se encuentren.
En otras palabras, se sorprenden cuando descubren que son enemigos
ilustres y que la Iglesia mantiene vivo su rechazo a los masones Benito
Juárez, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. El primero, porque a
través de algunas medidas —entre ellas las leyes de Nacionalización de
Bienes Eclesiásticos, Lerdo de desamortización de los bienes de la
Iglesia o sobre Libertad de Cultos, con la que la religión católica dejó
de ser un monopolio o el único permitido, así como los decretos de
supresión de festividades religiosas y exclaustración de monjas y
frailes— logró la separación Iglesia-Estado.
A Obregón y Elías Calles la Iglesia no les perdona la persecución de
curas y sus fieles, que devino en la Cristiada o Guerra Cristera. Hoy,
como advierten algunos curas, fue una guerra no declarada, pero guerra
al fin que propició un cisma y, por tanto, el debilitamiento del
catolicismo, así como la consolidación de las sectas y grupos
protestantes.
Tampoco se olvida que, en forma arbitraria, los masones se atribuyeron
las mayores construcciones de la antigüedad, como el Arca de Noé, la
Torre de Babel, las Pirámides y el Templo de Salomón. Y que, según la
historia, poseen secretos para destruir a la Iglesia católica.
Si bien su influencia disminuyó en forma alarmante a partir de la
llegada de Miguel de la Madrid Hurtado a la Presidencia de la República
el 1 diciembre de 1982, y hoy parecen más un fantasma en la vida
política mexicana, los masones insisten en que son una organización
secreta anticatólica —gnósticos, dicen algunos—, de orientación
filosófica, con un código moral, templos, altares, jerarquía, ritos de
iniciación y fúnebres, vestimentas para sus rituales, días festivos y
oraciones propias.
En el Opus Dei —una secta extremista moderna fundada el 2 de octubre de
1928 por el cura español José María Escrivá de Balaguer, la cual fue
impulsada y aprobada por el Vaticano— se tiene presente que, en el
ritual de iniciación del grado 29 de la masonería, el iniciado pisa y
escupe sobre un crucifijo, al que considera signo de destrucción y
muerte oprobiosa, mientras en el del grado 30 (el Kadosh) se pisan la
tiara papal y la corona real, como símbolo del repudio a su mayor
enemigo, la Iglesia católica y el Estado.
Al margen de estas peligrosas enemistades se encuentra la relación entre
Peña y los jerarcas de la Iglesia, la cual se fortalece cada año en el
opulento fraccionamiento Bosque Real de Huixquilucan, donde Enrique
llega para agasajar al poderoso arzobispo de la Iglesia católica
apostólica ortodoxa de Antioquía en México, Antonio Chedraui Tanous. […]
Por su parte, el llamado Golden Boy nunca ha negado su filia religiosa y
aunque en Toluca, la capital mexiquense, circulan toda clase de rumores
y versiones sobre la formación religiosa del gobernador, acercándolo
unas veces a los Legionarios de Cristo y a doctrinas de cualquier
denominación, incluso a la masonería, Peña nació y creció en el seno de
un hogar indisolublemente ligado a la religión que le fue inculcada por
su madre, María del Perpetuo Socorro Ofelia Nieto Sánchez, una de las
fieles devotas de su natal Atlacomulco, y por su padre, el ex
seminarista Gilberto Enrique Peña del Mazo.
Hombre muy religioso y conservador, al nuevo presidente de México se le
puede ver en los onomásticos de monseñor Onésimo Cepeda Silva —ex obispo
de Ecatepec— y en la sede de la Conferencia del Episcopado Mexicano
(CEM), donde anualmente es recibido para compartir “el pan y la sal” con
los obispos y cardenales de todo el país. También asiste a eventos
católicos de alta sociedad entre los que destacan la ordenación como
obispo de Atlacomulco de monseñor Juan Odilón Martínez García y su viaje
a la Santa Sede para recibir las bendiciones papales.
LA BUENA RELACIÓN CON “DIOS” le sirvió para conseguir que, en mayo de
2009, se anulara el único obstáculo que le impedía contraer matrimonio
con su entonces prometida Angélica Rivera; es decir, el matrimonio
religioso de ésta con José Alberto Castro Sáenz. El 27 de noviembre de
2010, Enrique Peña y Angélica Rivera recibieron la bendición frente al
altar de la catedral toluqueña.
La visita de Peña a la Santa Sede —en la segunda semana de diciembre de
2009— sirvió para que reafirmara sus lazos con la jerarquía católica y
reiterara devoción y filiación hacia el Opus Dei. La relevancia de la
Obra de Dios puede verse en el hecho de que su fundador, Escrivá de
Balaguer, es parte del santoral católico desde el 6 de octubre de 2002.
En otras palabras, fue canonizado no mucho tiempo después de su
fallecimiento, el 26 de junio de 1975, a los 73 años de edad. […]
Peña no pudo negar su cercanía con la secta de Escrivá de Balaguer. En
ese viaje estuvo acompañado por el vicario regional del Opus Dei en
México, monseñor Francisco Ugarte, y el presbítero Rodrigo Martínez,
vicario y secretario del Opus Dei para el occidente del país.
Además, se reunió con monseñor Tarcisio Pietro Evasio Bertone,
secretario del Estado Vaticano y amigo personal de “El nuevo banquero de
Dios”, Ettore Gotti Tedeschi, presidente del Instituto para las Obras
de Religión o Banco del Vaticano y, por supuesto, soldado del Opus Dei.
En mayo de 2012, el Vaticano despediría bruscamente a su banquero, pero
ésa es otra historia.
Y logró charlar con el entonces presidente de la Comisión Pontificia
para el Estado de la Ciudad del Vaticano y presidente del Governatorato
del mismo Estado, el cardenal Giovanni Lajolo, prominente opusdeísta.
Otro personaje que recibió al mandatario mexiquense fue el
vicegobernador del Vaticano o segundo responsable en la administración
del Estado, Carlo María Viganó, también relacionado con esta secta. El
encuentro con el cardenal Bertone —conocido ya como “Pedro el Romano” y
“eventual sucesor de Benedicto XVI”— puede verse como una casualidad,
pero éste es, desde 2006, secretario de Estado del Vaticano. En otras
palabras, es el encargado de manejar todas las funciones políticas y
diplomáticas de la ciudad del Vaticano y la Santa Sede, una especie de
primer ministro. En 2007 recibió el papel de camarlengo, que en términos
cristianos significa acompañar al Papa en su lecho de muerte. Él, y
nadie más, será el responsable de confirmar y anunciar a las autoridades
vaticanas el fallecimiento del Sumo Pontífice.
Apenas el 22 de marzo de 2011, Bertone mostró el esplendor de su poder
al transferir, con visos de despido, a María Viganó, quien en 2011 envió
al Papa una serie de cartas personales en las que denunciaba una red de
corrupción, nepotismo y tráfico de influencias vinculados al
otorgamiento de contratos a compañías externas al Vaticano, que encontró
cuando asumió el cargo en 2009. […]
Vistas desde la capital mexiquense, las situaciones de corrupción en el
Vaticano parecen intrascendentes, pero a la muerte de Escrivá, el Opus
Dei entendió que su apuesta estaba en los jóvenes estudiantes mexicanos,
pues a través de ellos puede darse muy bien un encuentro inducido de
Dios. Por eso decidió abrir escuelas de educación superior e
instituciones de desarrollo, para reclutar a profesionales preparados en
otras instituciones establecidas y de prestigio. Se afirma que Peña,
egresado de la Universidad Panamericana, posee un juramento de lealtad y
ayuda mutua con ese grupo.
El apoyo que las filas de la Obra y otros grupos de la ultraderecha
católica brindan a Peña no son sólo protocolarios. Desde el inicio de su
gestión como gobernador mexiquense fue asistente frecuente a los
encuentros de la Conferencia del Episcopado Mexicano donde dictó
conferencias, o en pláticas informales, muy alejadas de la condición
laica del Estado mexicano. El 2 de abril de 2008, ante los obispos y
cardenales dijo que la Iglesia “está llamada a preservar los valores
morales”, así como los principios de “tolerancia, democracia y respeto a
las normas de convivencia”.
SI LA IGLESIA y sus sectas son o no una herramienta en las manos de Peña
es un tema para el análisis, pero dos de los mayores activos del
gobernador son el ex obispo Onésimo Cepeda Silva y el presidente de la
Conferencia del Episcopado Mexicano, Carlos Aguiar Retes. Los
testimonios de la alianza Peña-Cepeda son múltiples. Habitantes de
Ecatepec aún afirman que frecuentemente se podía ver al ex mandatario
mexiquense en las misas dominicales de monseñor Cepeda. Al término,
ambos degustaban algún platillo mientras charlaban lo mismo de la
afición taurina del ex purpurado que de temas políticos.
Peña es uno de los invitados frecuentes a los onomásticos de Cepeda,
conocido como el “pastor de las élites y el escándalo”, y el 23de marzo
de 2007, antes de que los comensales se sentaran a la mesa, el prelado
levantó su copa de champán para reafirmar sus afectos: “De entre mis
amigos políticos, pongo en primer lugar a mi gobernador, que aunque a
veces me deprecia y me coloca en segundo, sabe que es bien querido”.
El presidente de la CEM y arzobispo de Tlalnepantla, Carlos Aguiar
Retes, también apostó por Peña, aunque no abandonó del todo su relación
con los panistas Felipe Calderón y Margarita Zavala.
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