La perspectiva energética
La Torre de Pemex.
Foto: Eduardo Miranda
Foto: Eduardo Miranda
La reticencia a incorporar los factores externos en las propuestas de política energética no es una novedad. Los dirigentes mexicanos han preferido no hacer explícitas las influencias externas sobre las decisiones en materia de energía, particularmente en el caso del petróleo. Es una actitud que refleja el deseo de eludir un fantasma presente en México desde hace muchos años: el temor a dar la impresión de una subordinación de los intereses nacionales al extranjero, en particular a Estados Unidos.
No obstante es evidente que México no puede tener proyectos de política energética sin mirar al exterior. En tanto que importador y exportador de hidrocarburos es muy sensible a las variaciones en los precios internacionales de los mismos; tiene una fuerte dependencia de las importaciones de gas natural de los Estados Unidos para mantener en funcionamiento sus plantas de electricidad; es un importador neto de gasolina, diésel, gas licuado y petroquímicos. A lo anterior cabe añadir que los equipos y tecnología utilizados no sólo para consumir energía sino para producirla y procesarla son de origen extranjero. Se puede afirmar que cualquier proyecto para impulsar el desarrollo de la energía en México implica entendimientos con el exterior.
Son muchos los cambios en la situación internacional que se deben tomar en cuenta por su efecto en México. Uno de ellos es la importancia adquirida por combustibles que hasta hace poco tiempo no eran explotados por el alto costo que ello suponía. El caso más conocido es el del llamado shale gas.
Su producción en los Estados Unidos, a base de novedosas tecnologías que han reducido considerablemente su costo, ha modificado las coordenadas del mercado mundial de energía. Su creciente utilización, aunada a una mayor eficiencia en el uso de energía en general y a la explotación de nuevos yacimientos petroleros, está conduciendo a los Estados Unidos hacia la autosuficiencia energética. De acuerdo con algunos analistas es posible que ese país se transforme, en un plazo de cinco a 10 años, de importador de hidrocarburos a exportador de los mismos.
Los efectos de la situación anterior en la economía global son difíciles de predecir. Desde el punto de vista político se puede aventurar la tesis de que los Estados Unidos pasará de ejercer presiones para asegurar los suministros de energía a ejercer presiones para asegurar su venta. Se trata de un cambio que por una parte modifica la importancia estratégica de los hidrocarburos mexicanos; por la otra acentúa la inercia hacia un desarrollo energético condicionado por combustibles baratos al norte de la frontera.
Fragmento del análisis que se publica en la edición 1897 de la revista Proceso, ya en circulación.
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