domingo, 17 de marzo de 2013

Variaciones psicoanalíticas sobre @ManceraMiguelMx y su relación con @EPN y la izquierda

Variaciones psicoanalíticas sobre @ManceraMiguelMx y su relación con @EPN y la izquierda

Federico Arreola @FedericoArreola 
Más importante para Mancera será que, además de mantener su relación con Peña Nieto y su alianza con el PRD, acompañe a López Obrador cuando el dirigente tabasqueño y Morena salgan a las calles a realizar protestas mucho más serias que las perredistas.
No me interesa participar en el juego de psiquiatrizar la política que tanto ha criticado el especialista en psicoanálisis Alberto Sladogna, @sladogna en Twitter. ¿Psiquiatrizar la política? Sí, la deplorable costumbre de tantos políticos, periodistas e intelectuales de descalificar al rival simplemente llamándolo “loco”, “perturbado”, “enfermo”, etcétera. Cuando se acaban los argumentos y se recurre a las ofensas, las primeras palabras que se utilizan para intentar lastimar al oponente se toman de la psiquiatría o la psicología.
De ninguna manera voy a cuestionar la estabilidad emocional del jefe de gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, un hombre en mi opinión personalmente equilibrado, sereno, justo, inteligente, positivo, optimista. Lo único que voy a decir, a partir del título de una obra de Theodor Reik, “Variaciones psicoanalíticas sobre un tema de Mahler”, es que Mancera está en un complicado problema político, por cierto el mismo que enfrentan los chuchos del PRD: la “bipolaridad ideológica”.
Esa bipolaridad Mancera busca superarla, así lo veo, no con la solución directa y sencilla de tomar una decisión, sino complicándola todavía más, es decir, llevándola al extremo de la “psicosis política” reafirmando su militancia en dos corrientes que, como el agua y el aceite, no se mezclan: la primera, la de la izquierda mexicana, dominada por Andrés Manuel López Obrador, no por el PRD (esta es la verdad, la acepte o no Mancera), que se opone a todas las reformas estructurales; la segunda, la del gobierno de Enrique Peña Nieto que tratará de concretar, este mismo año, tales reformas, sobre todo la energética y la tributaria.
Siempre ha resultado tentador tratar de explicar las razones más íntimas que llevan a las personas famosas a actuar como lo hacen. Biógrafos, musicólogos, simples comentaristas han intentado psicoanalizar a Gustav Mahler en primer lugar, desde luego, por la grandeza de tu trabajo musical, pero también, he leído en una biografía escrita por el español José Luis Pérez de Arteaga, porque el propio compositor así lo propició al haber visitado a Sigmund Freud. Sin pretenderlo, con ello “dio cauce al saqueo de su vida emocional y afectiva”.
¿Qué “descubrió” Freud después de hablar con Mahler? Que el padre del músico era una persona brutal que maltrataba a la madre. Hay hasta una película, “Mahler en el diván” o “Confesiones en el diván”. El tema es cinematográficamente atractivo ya que, además de haberse traumado porque su papá torturaba a su mamá, el músico sufrió porque su esposa, Alma, le puso los cuernos con un arquitecto. Por si no fuera bastante, Alma era alcohólica. Y bueno, Alma terminó odiando a Freud porque este, después de la muerte del compositor, envió a la viuda la factura de los honorarios que no había cobrado por la sesión de psicoanálisis en la que atendió a Mahler.
He leído otras biografías en las que sus autores tratan de psicoanalizar a los grandes personajes cuyas vidas han investigado. Hace muchos años me entretuve con dos psicoanálisis biográficos que había en los estantes de la biblioteca del Tecnológico de Monterrey: uno del poeta Gustavo Adolfo Bécquer y otro de la reina Cristina de Suecia. El ensayo sobre Béquer me gustó, quizá porque no conocía nada relacionado con su vida. El texto sobre la reina sueca me desagradó, seguramente porque me había fascinado la película de Greta Garbo, que muy poco tenía que ver con el libro mencionado. Quedé convencido de que esta clase de psicoanálisis es pura tontería. En fin, vayamos mejor a Mancera.
¿Qué le pasa a don Miguel Ángel Mancera? Quiere que se le considere no solo un político de izquierda, sino el líder de la oposición de izquierda en México. Su problema menos grave es que no actúa como gente de izquierda, o no respetando los códigos de conducta política que ha establecido la persona que, actualmente, le da significado a la izquierda mexicana, Andrés Manuel López Obrador. Si el problema menos grave de Mancera es no actuar como alguien de izquierda, el más grave es que NO quiere ser un político de oposición, pero al mismo tiempo aspira a ser el gran dirigente de la oposición mexicana. Complicado problema: no quiero ser pero sí quiero ser. ¿Tiene solución? Lo ignoro.
No afirmo que Mancera deba ser izquierdista en la lógica de AMLO. Tampoco estoy diciendo que Mancera tenga que oponerse al gobierno de Enrique Peña Nieto. Quizá lo más conveniente para el propio Mancera y para la ciudad que gobierna, el Distrito Federal, es que se mantenga, como ha estado, alejado de la izquierda y de Morena y muy cerca de Peña Nieto. Conste, apoyar al PRD no hace a nadie de izquierda porque este partido desde hace tiempo es sinónimo de oportunista y transa. Y si Mancera no lo sabe, debería saberlo.
Sobre su relación con Peña Nieto, ha dicho Mancera que no va a cambiar. Es decir, seguirá siendo el jefe de gobierno, en los hechos, un aliado del presidente de la República, sobre todo, del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que es el secretario del gabinete más importante para Mancera. Recordemos que fue una visita de Mancera a Videgaray, cuando arrancaba el sexenio, la que “oficializó” su alianza con el gobierno federal. Cuando Videgaray tuiteó que Mancera lo visitaba, no quedó duda: el gobernante de la Ciudad de México aceptaba la autoridad del priismo en el poder. No es malo, el DF necesita recursos y por las buenas se logra más que por las malas.
Pero Mancera ha dicho que va a participar en la manifestación de este domingo del PRD chucho, en el Monumento a la Revolución, para oponerse a la “privatización del petróleo” y al “aumento al IVA”. Es evidente que con ese acto Mancera y los chuchos quieren tomar la iniciativa y robarle banderas a AMLO y a Morena. No entienden que están obligando a López Obrador a aceptarles el reto, lo que llevará al tabasqueño a superar la apuesta de “protestas” de Mancera y el PRD. Si estos hacen una marcha, Andrés Manuel hará muchas y más grandes y, sobre todo, más fuertes. AMLO, porque así le conviene, llevará su protesta a la confrontación con el PRI y el gobierno de Peña Nieto. Mancera y los chuchos, por sus propios y muy legítimos intereses, de los discursos no van a pasar.
Mancera ha dicho que la izquierda no tiene dueño. Seguramente no, pero la izquierda, como la tierra, es de quien la trabaja. Y el que la ha trabajado más que nadie es López Obrador. En el PRI y en el gobierno saben que el PRD vale en la actualidad porque tiene muchos diputados y senadores y porque gobierna el DF, Tabasco, Morelos, Oaxaca y Guerrero. Pero saben también los priistas que mandan que, indudablemente, todas esas posiciones el PRD las logró por la fuerza electoral de AMLO, un hombre que ha realizado dos campañas electorales presidenciales muy exitosas y que como dirigente partidista llevó al perredismo, en el sexenio de Zedillo, a conseguir sus primeros grandes éxitos.
Sin López Obrador y la gente que lo sigue (y a AMLO lo sigue mucho pueblo y, también, no pocos de los mejores intelectuales y artistas mexicanos), el PRD está en riesgo de quedar reducido a la categoría de minipartido. Lo saben en el PRI, lo saben en el PRD y, sobre todo, lo sabe Mancera. Por eso el jefe de gobierno del DF, en el evento por los primeros cien días de su administración lo más relevante que dijo es que él milita en la izquierda y que la izquierda no tiene dueño. Por eso, Mancera estará con el PRD, partido al que no pertenece pero al que ahora apoya y en el que se apoya, en su protesta, que no será la gran cosa, contra las reformas petrolera y fiscal. Reafirmará Mancera de esa manera su izquierdismo, pero sin dejar de colaborar estrechamente con Peña Nieto. No es criticable, claro que no. Lo que no sé es si una declaración evidentemente contra AMLO (“la izquierda no tiene dueño”) y una manifestación le servirán a Mancera para cautivar a los electores de izquierda.
Más importante para Mancera será que, además de mantener su relación con Peña Nieto y su alianza con el PRD, acompañe a López Obrador cuando el dirigente tabasqueño y Morena salgan a las calles a realizar protestas mucho más serias que las perredistas. Si Mancera protestara también con AMLO, su bipolaridad se agravaría y pasaría a los episodios psicóticos, es decir, empeoraría su confusión política. Pero creo que, ya en la ruta de pretender quedar bien con todos, enredar hasta el extremo su posición política es lo mejor que el jefe de gobierno puede hacer. Estar también con Morena y AMLO, no solo con el PRD y el gobierno priista de Peña Nieto, no le garantiza el éxito a Mancera en su afán de ser el gran líder de izquierda en México, pero jugar con las tres opciones le da una oportunidad de salir triunfante, ya que su estrategia de pasar del PRD a apoyar al gobierno de Peña Nieto, sin tomar en cuenta a AMLO, está absolutamente condenada al fracaso.
En fin, dejo para los expertos este caso tan curioso de trastorno de personalidad limítrofe de un político que no termina de definirse.

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