Capitalismo contra la salud mundial
19. octubre, 2014
Autor: Xavier Caño
Xavier Caño Tamayo*/Centro de Colaboraciones Solidarias
En la vieja Europa se dispara una alarma.
Ha llegado el ébola. En Madrid, una enfermera que cuidó a un sacerdote
enfermo de esa fiebre hemorrágica letal ha contraído la enfermedad. El
ébola ha saltado de la empobrecida África a la desarrollada Europa.
Más
allá de los miedos de los países desarrollados, la malaria, el sida, el
cólera, el sarampión y el mismo ébola matan en silencio a millones de
personas. Especialmente en África. Millones.
En 1976 se identificó el virus del ébola
como causante de una enfermedad especialmente peligrosa, pero 38 años
después, ésta sigue ignorada por los países desarrollados y no se sabe
de nadie que investigue en serio para curarla o prevenirla. Mientras,
aumentan los infectados y los muertos. Pero curar esa dolencia, ni las
otras citadas, no es negocio, por eso no se investiga.
Las empresas farmacéuticas no tienen
interés alguno en hallar medicamentos y vacunas contra las letales
enfermedades que azotan a los países pobres. Y, por su parte, las
poderosas farmacéuticas gastan en publicidad y mercadotecnia el doble de
lo que invierten en investigación y desarrollo.
Que el espíritu y voluntad del muy
capitalista sector farmacéutico es conseguir cuantos más beneficios,
mejor y nada más, lo ratifica el consejero delegado del gigante de los
medicamentos, Bayer, Marijn Dekkers: “Bayer desarrolla medicamentos para
los pacientes occidentales que pueden permitírselo”. Más claro, el agua
cristalina.
La negligencia y abandono de
investigaciones contra enfermedades de los pobres tiene que ver
directamente con la búsqueda de beneficios. Los pobres no pueden pagar
las medicinas que les curarían y, por tanto, no hay negocio.
La mortandad por enfermedades que
castigan sobre todo a países empobrecidos tiene mucho que ver también
con los ‘ajustes estructurales’, a los que obliga el Fondo Monetario
Internacional si los Estados africanos, por ejemplo, quieren obtener
créditos del Banco Mundial. Esos ‘ajustes’ son especialmente
privatizaciones de lo público y rebajas del gasto social, especialmente
en sanidad. Mientras la Organización Mundial de la Salud indica que el
gasto público mínimo en sanidad pública ha de ser un 15 por ciento de
los presupuestos generales, en África la media es un 5 por ciento.
Otra actuación capitalista es crear
enfermedades que sólo existen en la codiciosa voluntad del sector
farmacéutico. Las farmacéuticas presentan como enfermedades procesos
naturales de la vida humana como menopausia, timidez, tristeza por
hechos o pérdidas dolorosas o pérdida de potencia sexual a partir de
cierta edad. ‘Enfermedades’ que han de medicarse, claro, y no con
fármacos baratos. Para lograr ese engaño universal cuentan con la
persuasión o soborno de algunos médicos, y sobre todo con enormes
inversiones en mercadotecnia y publicidad para enredar al público,
haciéndole creer que problemas vitales normales son patologías que se
curan con píldoras.
El siquiatra estadunidense Allen Frances
ha declarado como práctica funesta también la creciente medicalización
de la vida en siquiatría. Por su parte, el Premio Nóbel de Química 2009,
Thomas Steitz, ha denunciado que “grandes farmacéuticas han cancelado
sus investigaciones de antibióticos porque curan a la gente y esas
empresas no quieren curar a la gente sino vender fármacos que haya que
tomar toda la vida”. Es otro gran fraude de uno de los sectores más
potentes del sistema, el farmacéutico, que muestra claramente su
innegable amoralidad.
Que el sector farmacéutico es capitalismo
puro lo indica que, en la lista de las 500 mayores empresas del mundo,
los beneficios de las 10 mayores farmacéuticas superan los de las otras
490 empresas de esa relación. El remate de la calaña del capitalismo a
partir de ese potente sector lo expresa la monja y médico internista
catalana Teresa Forcades, quien, en su obra Los crímenes de las grandes compañías farmacéuticas,
afirma que “en 2000 y 2003, la casi totalidad de grandes compañías
farmacéuticas pasaron por los tribunales de Estados Unidos acusadas de
prácticas fraudulentas. Ocho de dichas empresas fueron condenadas a
pagar más de 2.2 billones de dólares de multa. En cuatro casos, las
farmacéuticas implicadas (TAP Pharmaceuticals, Abbott, AstraZeneca y
Bayer) reconocieron su responsabilidad en actuaciones criminales que
pusieron en peligro la salud y vida de miles de personas”.
Por tanto, es completamente correcto del todo asegurar que el capitalismo perjudica seriamente la salud.
Xavier Caño Tamayo*/Centro de Colaboraciones Solidarias
*Periodista y escritor
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