Razones ocultas de la privatización de la educación
19. octubre, 2014
Autor: José Carlos García Fajardo*
José Carlos García Fajardo*/Centro de Colaboraciones Solidarias
“El dogmatismo, el dominio sectario
sobre los espíritus, el afán de proselitismo doctrinal, y tantas otras
formas de opresión y de coacción muestran cómo esa tutela se corrompe, y
en vez de disponer gradualmente al hombre para su emancipación, procura
disponerlo para perpetuar su servidumbre”. Esto escribió Francisco
Giner de los Ríos, de la Institución Libre de Enseñanza, que puede
ayudarnos ante la obsesión por privatizarlo todo, hasta las mentes.
Otro
maestro de nuestros días, Emilio Lledó, reflexionó con clarividencia y
sabiduría sobre el auténtico sentido de una convivencia social basada en
la justicia y en la solidaridad. La democracia, que nació como lucha
hacia la igualdad por medio de la reflexión sobre las palabras y por el
establecimiento de unos ideales de justicia y verdad, no puede rendirse a
las privatizaciones mentales de supuestos libertadores. Pero no se
insiste en el hecho de que la crisis que padecemos es una crisis que
tantos competentes expertos, siguiendo el principio de la libertad y la
competitividad, no han sabido evitar, ni tampoco las propias burbujas mentales que les han permitido construir sin que nadie les pida responsabilidades por sus liberadas y productivas ganancias.
Desde hace años se habla de la libertad
de los padres para elegir el centro en el cual educar a sus hijos, en
detrimento de la enseñanza pública y de sus profesores. Esa defensa
libertaria no tiene que ver con el deseo de que se practique en la
educación una verdadera libertad: la libertad de entender, de pensar, de
interpretar, de desfanatizar, de sentir, enfatiza Lledó. Una
libertad que enseñase algo más que la obsesión por el dinero y por el
descarado cultivo de la codicia. A lo mejor, esa educación responsable
haría imposible que se dieran algunos personajes de la vida pública, por
vergüenza del engaño que arrastran y contaminan.
¿Pueden gozar de esa libertad todos los
padres? ¿También los de los barrios más modestos de las grandes
ciudades? ¿Pueden ser libres para mandar a sus hijos a esos colegios
privados?, se pregunta el profesor. Centros que proliferan por España y
que apenas pueden compararse con cualquier colegio o instituto público
de Francia o Alemania. En ese mismo derrotero andan algunas
universidades, que anuncian sus excelencias pregonando que “los alumnos
encontrarán las profesiones que les permitirán colocarse rápidamente en
la empresa”. ¡Magnífico ideario para fomentar la vida universitaria, la
pasión por el saber, el crear, el innovar!, exclama Lledó. En el fondo,
toda esa propaganda libertaria es fruto de planteamientos políticos
ideologizados, de prejuicios clasistas, que con doble y torticera moral
predican libertad cuando lo que les importa, aunque quieran engañarse y
engañarnos, es el dinero. Sólo por medio de una concepción de la
decencia, de la justicia, de la lucha por la igualdad equitativa puede
alzarse el sistema educativo de los países.
Por eso es imprescindible que la sociedad
descubra las razones ocultas de las privatizaciones. Parece que la raíz
de todas ellas brota también de la educación, de los ideales que, al
abrirnos al mundo del saber y la cultura, hayan acertado a enseñarnos
aquellos en cuyas manos está alumbrar la inteligencia y la sensibilidad.
Las opiniones que se clavan en las neuronas y que determinan la forma
de actuar sobre las palabras y sobre aquello a que esas palabras nos
empujan, proviene de esos reflejos condicionados que, desde la infancia,
han aprisionado nuestra manera de ver e interpretar el mundo.
Podemos intuir, apunta el profesor, que
la degeneración intelectual de buena parte de la clase política, y de
los llamados emprendedores –los que, por ejemplo, emprendieron la
destrucción de nuestras costas–, procede de esos conglomerados
ideológicos en los que se mezclan, con la indecencia, algunos de los
males a que se ha aludido. ¿Quién privatiza a los políticos? ¿Quién nos
devolverá, en el futuro, la vida pública, los bienes públicos, que nos
están robando?
Porque el verdadero sustento de la
sociedad, de la vida en común tan importante como la vida de la
naturaleza, es la educación, la cultura, la ética. Ellas son las
verdaderas generadoras de riqueza ideal, moral y material. Y no la
privatización de todo y de todos manipulándonos hasta hacer desertar a
muchos del inalienable derecho a pensar, a ponderar, a elegir y
atreverse a tomar decisiones. Sapere audiam, era la clave de la bóveda de todo renacimiento. Atrevernos a saber y a actuar.
José Carlos García Fajardo*/Centro de Colaboraciones Solidarias
*Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid; director del Centro de Colaboraciones Solidarias
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