Migración campesina, ausencia de derechos y crisis económica
19. octubre, 2014
Guillermo Castillo Ramírez*
El proceso migratorio internacional de
mexicanos hacia Estados Unidos es un fenómeno social de carácter
centenario que abarca variadas regiones de México y que hunde sus
remotos orígenes entre fines del Siglo XIX y principios del XX, en el
marco de la demanda de mano de obra por parte de los grupos y las elites
socioeconómicas del Suroeste estadunidense con miras al desarrollo
económico de ese país, en el contexto del éxodo de mexicanos que se
desplazaban hacia la frontera Norte en busca de trabajo y huyendo de la
violencia del periodo armado de la Revolución Mexicana de 1910. Dentro
de los contingentes de millones de mexicanos que sin documentación han
cruzado la frontera México-Estados Unidos desde hace décadas, una gran
parte procede de las áreas rurales de México.
En este tenor, para fines de la primera década del presente siglo, de acuerdo con los datos de la Encuesta sobre migración en la frontera Norte de México,
poco más del 65 por ciento de los migrantes mexicanos que en 2007 se
dirigían a Estados Unidos era originario de zonas rurales. No obstante,
cabe resaltar que, debido a las transformaciones económicas y políticas
de finales del siglo XX realizadas por el Estado mexicano con la
intención de “insertar” al país en el sistema económico globalizado, se
produjo un considerable incremento de este complejo proceso migratorio;
algunos estudiosos de la migración apuntaron que a partir de la llegada
de los gobiernos neoliberales y el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte se cuadriplicó el fenómeno migratorio hacia Estados Unidos.
Los campesinos, ante la carencia de derechos sociales constitucionales
por parte del Estado (trabajo, servicios médicos, educación) que les
proporcionara condiciones de existencia material dignas, buscaron
opciones por sí mismos y descubrieron en la migración y las remesas los
insumos económicos necesarios para ellos y sus hogares. Esto se dio en
el contexto de la llegada de los grupos y elites de tecnócratas priístas
a la dirección del Estado mexicano, cuyos orígenes nos remiten a la
crisis del precio del petróleo y los gobiernos de Miguel de la Madrid y
Carlos Salinas de Gortari. Los gobiernos en turno optaron por un cambio
abrupto en las políticas estatales hacia el campo y el agro mexicano, lo
cual propició un drástico menoscabo de las economías campesinas de gran
parte de las localidades y comunidades rurales de México.
Carencias históricas, migración y globalización
Si ya antes, debido a la desigualdad
tolerada y fomentada por las instituciones oficiales durante gran parte
del siglo XX, la pobreza extrema y las carencias de servicios médicos y
educativos en México se focalizaban en el zonas rurales (particularmente
aquellas con población indígena), a partir de los gobiernos
neoliberales de fines del siglo pasado aumentó considerablemente la
precarización de las condiciones de vida de los campesinos y los grupos
étnicos. A la exclusión histórico-estructural que se gestó durante el
Estado nacional capitalista mexicano de gran parte del siglo XX se sumó
la deliberada tendencia neoliberal de desplazar a un segundo término al
agro mexicano, privilegiando otros sectores socioeconómicos nacionales y
extranjeros. Las transformaciones orientadas y dirigidas por la
política estatal que generaron esta situación fueron de diversa índole:
1. Hubo un decrecimiento abrupto de los
recursos dirigidos a los campesinos. Como parte de estas políticas
inició un vertiginoso desmantelamiento de la Compañía Nacional de
Subsistencia Popular (Conasupo) y otras empresas paraestatales (como fue
el caso de Inmecafe, Albamex, Tabamex).
2. También hubo una reducción importante a
los apoyos económicos (préstamos, créditos, etcétera) orientados a la
producción agrícola campesina; ejemplo de esto fue el decrecimiento de
la actividad de Banco Nacional de Crédito Rural (Banrural) y su
posterior y constante adelgazamiento.
3. No menos relevante y de severas
repercusiones fue la reforma del Artículo 27 de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos en 1992, reforma del sexenio salinista
que, además de concluir con el proceso de reparto agrario, abría de facto
la puerta a la privatización de las tierras ejidales y comunales, así
como allanaba el camino para el despojo de los campesinos e indígenas
por parte de capitales nacionales y extranjeros.
4. Aunado a la anterior, hubo también una
caída sostenida de los recursos financieros estatales orientados al
mantenimiento y creación de infraestructura y servicios destinados a la
producción y circulación agrícola campesina. Frente al panorama de un
campo abandonado y sin el respaldo necesario para la recapitalización de
la agricultura, muchos campesinos buscaron fuera de sus comunidades y
localidades de origen y por sus propios medios los mecanismos para
generar los recursos económicos para la satisfacción de sus necesidades y
la reproducción de sus condiciones de vida y las de sus familiares; uno
de los mecanismos más socorridos fue la migración al Norte, en busca de
trabajos en la agricultura estadunidense.
Crisis de las economías campesinas y política neoliberal
No obstante, también acontecieron
diversos procesos que no sólo competían a la relación entre las
instituciones estatales y los campesinos y que también impactaron
drásticamente las economías agrícolas mexicanas y, de paso, estimularon
la migración. El primero de ellos estuvo vinculado a la caída de los
precios de los cultivos destinados al intercambio mercantil que tenían
los campesinos (como por ejemplo el café); a través de la venta de las
cosechas de estos cultivos los campesinos obtenían el dinero que
necesitaban para comprar todos aquellos artículos que no producían por
ellos mismos. Si las cosechas valían menos debido a la volatilidad de
los mercados internacionales y nacionales, era menor el dinero obtenido y
se acentuaba la escasez en los hogares rurales. Otro factor que ha
contribuido a mermar la obtención de recursos monetarios en las
economías campesinas es la disminución de las cosechas (para venta y
autoconsumo) debido al cambio climático y el calentamiento global,
efectos del desarrollo del capitalismo industrial y su concomitante
consecuencia: la contaminación; la escasez o sobreabundancia de lluvias
relacionadas con el cambio climático y el calentamiento global han
mermado la producción agrícola reduciendo las cosechas.
Por otra parte y de manera paralela, como
consecuencia de las múltiples crisis económicas nacionales (finales de
1994 y 2008) e internacionales (finales de 2008) y de la inflación a
ellas vinculadas, los campesinos han experimentado en las últimas
décadas del Siglo XX y las primera del XXI el creciente incremento del
valor económico de los artículos que necesitan para su vida diaria. Al
mismo tiempo que los campesinos ganan cada vez menos dinero con la
agricultura y la venta de sus cosechas, las cosas cada vez cuestan más,
generándose una espiral de pobreza que los obliga a buscar fuentes
alternas de dinero, donde el Estado elude por completo sus
responsabilidad para con sus ciudadanos de las zonas rurales. El campo
cada vez produce menos y, al mismo tiempo, cada año es más necesario el
dinero y en mayores cantidades. En este escenario la migración al Norte,
proceso ya conocido ampliamente en varias regiones rurales, se vuelve
una estrategia temporal pero claramente viable y socorrida. Los dólares
ganados con sudor y sangre de los campesinos-migrantes mexicanos en
Estados Unidos rinden mucho más en México. Lo previamente descrito nos
lleva a una lectura distinta y mucho más compleja de la migración. Si
bien es cierto que la migración puede proveer de recursos económicos a
los campesinos y sus hogares, no es menos cierto que también es
resultado de la ausencia histórico-estructural de los derechos sociales
constitucionales y que es resultado de la incapacidad del Estado para
garantizar a los habitantes de las zonas rurales empleos dignos y bien
remunerados, servicios de salud eficientes y escuelas para sus hijos.
La deuda del Estado con los campesinos
La migración contemporánea de campesinos
mexicanos que, sin documentos migratorios y a través de sus propios
medios y redes y mediante enormes esfuerzos, se desplazan a Estados
Unidos en búsqueda de mejorar su situación de vida es un vasto proceso
social que tiene que ver con asuntos de carácter económico y de la falta
de desarrollo social y material en gran parte de las zonas rurales del
territorio de México. No obstante, también hay otro marco contextual que
no se puede pasar por alto al leer este complejo fenómeno social. Estas
migraciones, en su génesis y realización, tienen un carácter
histórico-político que se hace poco visible: las condiciones de vida y
los niveles de bienestar del campo mexicano (particularmente de los
campesinos y de algunos pequeños y medianos propietarios) que estimulan
la migración y que se explican también desde el tipo de relaciones de
desigualdad que el Estado y sus instituciones han tenido las últimas
décadas para con estos grupos del sector rural. El Estado mexicano no
trata igual a todos sus ciudadanos. Si bien a nivel de los marcos
jurídicos y de la Constitución no hay diferencia entre ciudadanos y
todos tendrían hipotéticamente los mismos derechos y obligaciones (y no
debería de haber diferencia ante la ley), en la práctica y el ejercicio
efectivo de la política oficial lo que priva y es moneda corriente
es la parcialidad y el trato diferenciado. En los hechos, como en la
política real, para el Estado mexicano ni todos eran iguales, ni valían
lo mismo. Esto permite entender el porqué las zonas rurales,
especialmente aquellas con una alta población indígena y con economías
de autoproducción campesina con muy poca tecnología agrícola
moderna-occidental han sido estructuralmente olvidadas y poco atendidas
por el Estado, concentrándose en dichas regiones la pobreza extrema,
bajísimos niveles de ingreso, salarios ínfimos y la parcial o total
carencia de servicios de salud y educación. Como un alarmante indicador
de la desigualdad política económica fomentada y tolerada por el Estado,
tenemos un triada compleja y vasta entre precariedad material, entornos
rurales y grupos indígenas; expresión de esto es que los grupos étnicos
con actividad agrícola que habitan en las zonas rurales de Guerrero,
Oaxaca y Chiapas tienen los niveles de ingreso más bajo, los índices de
mortalidad materna e infantil más elevados y la menor esperanza de vida
del país. El escenario previamente descrito lleva a la consideración de
que, haciendo un balance de los precarios niveles de vida, los
campesinos son ciudadanos de segunda y, de facto, están selectiva
o totalmente relegados de los beneficios y derechos sociales que, de
acuerdo con el marco jurídico constitucional, el Estado mexicano debería
proveerles.
La travesía al Norte: entre la incertidumbre y el riesgo
Esta relación de desigualdad (entre los
campesinos, el Estado y otros grupos) no se limita a los escenarios de
precariedad material que privan en las comunidades de origen y que
estimulan y posibilitan el proceso migratorio; no se agota en las
posibles causas materiales y en lo que los diversos estudiosos de la
migración han denominado como los factores o condiciones
económico-materiales que generan la expulsión de los migrantes. La
migración tampoco se acota únicamente a los migrantes como actores
fundamentales del proceso migratorio, también toca a los familiares,
amigos y conocidos de los campesinos “temporalmente ausentes”, así como a
otros grupos sociales de México y Estados Unidos. Además, esta
desigualdad a su vez está presente en las diversas dinámicas sociales
que están vinculadas o implicadas en la migración y que remite a las
diversas etapas y vivencias que experimenta el migrante en su
experiencia migratoria.
1. Primero, la salida de los lugares de
origen y el tránsito a través de México, mediante las redes familiares y
sociales con que cuenta el migrante campesino.
2. Después, el arduo y riesgoso proceso
de cruce por la frontera que, además de considerables costos económicos,
representa un peligro físico real para el migrante. Por lo general y a
últimas fechas, los migrantes tienen que hacer varios intentos antes de
lograr cruzar la frontera y continuar con su trayectoria y experiencia
migratoria. Desde que se cerró la frontera internacional a mediados de
la década de 1990 y a la fecha, miles de mexicanos han muerto en su
intento por cruzar la frontera.
3. Posteriormente, el proceso de
inserción social y laboral en los lugares de destino en un país
extranjero, primero mediante la llegada con los parientes y conocidos
que ya residen en Estados Unidos y reciben al migrante, acto seguido,
con la búsqueda e incorporación a los trabajos (por lo general “no
calificados”) a los que tiene acceso el recién llegado.
4. Luego, el envío de dinero a las
comunidades de origen y la comunicación a través de diversos medios
tecnológicos (principalmente teléfono y recientemente redes sociales
como Facebook y otras plataformas de internet) entre el migrante y sus
familiares y conocidos.
5. Finalmente, el regreso del migrante al
lugar de origen; o, como en muchos casos acontece, la permanencia del
migrante en el país vecino.
Ausencia de derechos
En el transcurso de las diversas etapas
de su experiencia migratoria y de trabajo en Estados Unidos, los
campesinos migrantes experimentan diversos procesos de marginación y
exclusión de parte de los gobiernos de México y Estados Unidos, así como
por parte de organizaciones delictivas y otros grupos sociales.
a) En los lugares de origen y procedencia
los campesinos están sujetos a una política de corte neoliberal que no
apoya a los productores orientados a la agricultura de autoconsumo. En
los hechos, y desde hace décadas, hay un abandono sistemático del campo
por parte del Estado mexicano, particularmente los regímenes
neoliberales. En términos generales, no hay tampoco oportunidades
laborales redituables y justas en los entornos rurales y las actividades
de producción agrícola de los ejidatarios, comuneros y pequeños
propietarios están muy mal remuneradas; si bien en ciertos lugares
todavía es viable el trabajo de la tierra para la autosubsistencia, la
agricultura comercial campesina está en un severo debacle. El contexto
se complementa con los deficientes y escasos servicios médicos y
educativos. A lo anterior se suma también el hecho de que, para las
nuevas generaciones, hay problemas de acceso, uso y tenencia de la
tierra; dado el crecimiento de la población rural de las últimas décadas
es necesario incrementar la tierra para beneficio y subsistencia de los
campesinos jóvenes. En este escenario de clara precariedad para los
campesinos, la migración emerge como una alternativa para la generación
temporal de recursos económicos.
b) Después, cuando los campesinos salen y
en el transcurso de la movilidad geográfica de tránsito a Estados
Unidos y el cruce de la frontera Norte, están sujetos a abusos de
diversa índole por parte de instituciones (en México y Estados Unidos) y
de otros grupos sociales: las autoridades mexicanas no garantizan el
derecho de libre tránsito de los migrantes por el territorio nacional;
por su parte, los grupos delictivos del crimen organizado en México (a
veces coludidos con las autoridades y con los coyotes y/o polleros)
extorsionan, roban y en ciertas ocasiones privan de su libertad y
asesinan a los migrantes en el intento por cruzar la frontera; ya en
Estados Unidos son frecuentes los abusos y el ejercicio de la violencia
física y simbólica de algunos miembros de la patrulla fronteriza y de
grupos conservadores estadunidenses (como los minute-man).
c) Una vez que, tras varios intentos
infructuosos, llegan a Estados Unidos a los lugares de destino y se
insertan en diversos trabajos manuales (la empresa de la construcción,
los servicios, la agricultura en las actividades de pizca, riego,
cosecha, etcétera), una vez más los migrantes experimentan nuevos
procesos de marginación laboral, migratoria y socio-cultural. En el
ámbito laboral los campesinos migrantes mexicanos están sujetos a
diversos procesos de explotación:
1. El pago en dólares que reciben los
migrantes por hora trabajada es menor al que ganan los ciudadanos
estadunidenses. Además, por lo regular, los mexicanos trabajan más de 8
horas de manera cotidiana.
2. Generalmente, cuando son contratados,
los migrantes no tienen las condiciones de seguridad e higiene adecuadas
para la realización de su trabajo.
3. Tampoco tienen derecho a servicios regulares de orden médico.
4. Finalmente, la ausencia parcial o
total de derechos laborales se manifiesta en que las condiciones de
trabajo las impone el patrón y el empleador, quien puede despedir a los
migrantes cuando lo desea. Esta situación de precariedad laboral de los
migrantes contrasta con los claros beneficios netos que estos campesinos
mexicanos aportan a la economía estadunidense: pagan impuestos, compran
diversos productos y producen una derrama económica importante, al
recibir un salario menor y carecer de derechos sociales y laborales
generan mayores ingresos a los empleadores de aquel país.
En resumen, los campesinos mexicanos
migrantes están sometidos a varios niveles de exclusión. Primero: por no
contar con documentos, estos migrantes están en una situación
migratoria irregular de la que se benefician deliberadamente sus
empleadores en el país de destino; asimismo, como ciudadanos de un
Estado nacional con una relación de poder desigual y asimétrica con
Estados Unidos, son mexicanos sin derechos en el extranjero, individuos a
los que no defiende el Estado de su país de origen. Segundo: además,
por su situación migratoria y su nacionalidad mexicana, los migrantes
están inmersos en relaciones laborales desiguales e irregulares, fuera
del marco de las leyes laborales estadunidenses, son considerados “mano
de obra barata y desechable” (Bartra, 2002). Tercero: debido al
desconocimiento parcial o total de la lengua y los diversos códigos de
comportamiento de los individuos del país de origen, los migrantes
pueden estar expuestos a dinámicas de exclusión social y cultural por
parte de los ciudadanos de Estados Unidos.
Migrantes, sujetos que se organizan
Sin embargo, los campesinos migrantes
mexicanos no son sujetos inermes que se limitan a ser víctimas y
soportar de manera pasiva estas dinámicas de exclusión y discriminación.
Por el contrario, las experiencias de los migrantes muestran sus
diversas capacidades de organización y acción colectiva en diversos
ámbitos y lugares del país de origen y del lugar de destino. Gracias a
las redes familiares y comunitarias, los migrantes que ya residen en
Estados Unidos ayudan a sus congéneres que están en la comunidad a
realizar la travesía migratoria. También es cierto que frecuentemente
los migrantes que ya se encuentran en el Norte distribuyen y socializan
los recursos económicos y sociales que generan para ayudar a sus
parientes y amigos que se encuentran en sus lugares de origen, así como
contribuyen con la comunidad desde la lejanía (Velasco, 2002; Castillo,
2010). Asimismo, a los migrantes el vivir conjuntamente en Estados
Unidos les permite construir redes de apoyo y solidaridad entre ellos
para sortear las diversas adversidades que enfrentan en los lugares de
destino y los sitios de trabajo.
Guillermo Castillo Ramírez*
*Investigador asociado C del Instituto de
Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México; miembro del
Sistema Nacional de Investigadores (Nivel 1)
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