Tlatlaya y Ayotzinapa, la violencia que está “moviendo a México” al despeñadero
Por: Alvaro Cepeda Neri /
17 octubre, 2014
El nazismo
nació del odio racial. Hitler y los suyos creyeron ser la raza “elegida”
de pureza aria, y se fueron contra los judíos y los demás pueblos. El
fascismo fue extracción de las mafias delincuenciales; y perdurando en
su versión original, contagió a la humanidad creando pequeñas
organizaciones para imponer su “ley” y robar, extorsionar y apoderarse
de espacios territoriales. A Mussolini lo superaron los Al Capone que
formaron las mafias que se multiplicaron por toda Europa, y se
trasladaron al florecimiento estadunidense después de la Segunda Guerra
Mundial y llegaron a Latinoamérica. Se establecieron en nuestro país y
se conectaron con el narcotráfico. En su libro: Democracia al borde del
caos (Siglo XXI Editores), el portugués Bonaventura de Sousa Santos, nos
dice que hay cinco neofascismos y dos han florecido en México: el
fascismo territorial integrado con quienes, afectos a delinquir como
forma de trabajar y vivir, se apropian de territorios donde cooptan por
la “buena” o violentamente las instituciones ejerciendo la regulación
social de sus habitantes, como un estado dentro del Estado. Otro es el
fascismo de la inseguridad, donde “los nuevos Führer”, intimidan y
provocan la angustia de las personas por medio de la inseguridad de sus
vidas y bienes.
III.- México se está “moviendo”. Pero
desgraciadamente lo hace por medio de esos fascismos y la impartición de
injusticias en los tribunales. Y mientras esto prevalezca, las
políticas económicas del peñismo no tienen condiciones de posibilidad.
Es demasiada la inseguridad. Tiene la Nación miedo colectivo y las
familias están enlutadas por la desaparición de alguno o algunos de sus
integrantes. Todo el país es un caos. Tlatlaya y Ayotzinapa son una
muestra más de esa violencia que está “moviendo a México” para seguir
llevando al despeñadero las medidas del peñismo. La alternativa de la
Nación es resistir oponiéndose, o de plano asirse al Artículo 39
constitucional para exigir que todo el poder público dimane del pueblo y
se instituya en beneficio de él. O éste tiene “el inalienable derecho
de modificar la forma de su gobierno”.
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