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¿Por qué la victoria palestina en Jerusalén representa un momento fundamental?
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Entrevista con Ernesto Villegas, Ministro de Comunicación e Información de Venezuela
Ni
Fatah ni Hamas han tenido mucho peso en las protestas masivas llevadas a
cabo alrededor del recinto de la Mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén. Ni
la presión de EEUU, ni la desganada “preocupación europea por la
situación”, ni las declaraciones estereotipadas de los gobiernos árabes
tuvieron tampoco trascendencia alguna. Los funcionarios de las Naciones
Unidas advirtieron de los sombríos escenarios de escalada, pero sus
declaraciones no fueron más que meras palabras.
El espontáneo movimiento de masas en Jerusalén, que finalmente derrotó los planes israelíes para cambiar el estatuto de Al-Aqsa, fue únicamente un movimiento popular. A pesar del alto precio pagado con varios muertos y cientos de heridos, representó un desafío no sólo para el gobierno israelí, también para el colaboracionista liderazgo palestino.
Israel cerró el recinto de Al-Aqsa el 14 de julio, tras un tiroteo entre tres palestinos armados y un grupo de oficiales de la ocupación israelí. El recinto volvió a abrirse pocos días después, pero los creyentes palestinos se negaron a entrar cuando se instalaron puertas, cámaras y detectores de metales.
La gente de Jerusalén comprendió de inmediato las implicaciones de la acción israelí. En nombre de unas nuevas medidas de seguridad, el gobierno israelí estaba explotando la situación para cambiar el estatuto de Al-Aqsa como parte de sus esfuerzos para aislar más aún a los palestinos y judaizar la ciudad ilegalmente ocupada.
El ejército israelí ocupó el Jerusalén Este palestino en 1967, anexionándoselo en 1981, en un claro desafío al derecho internacional y a pesar de la firme oposición de la ONU.
A lo largo de 50 años, Jerusalén ha soportado batallas a diario. Los israelíes luchaban por ampliar su influencia en la ciudad, aumentar el número de colonos ilegales judíos y separar la ciudad del resto de los Territorios Palestinos; mientras, palestinos, musulmanes y cristianos por igual, resistían.
El recinto de Al-Aqsa –también conocido como Haram Al-Sharif o el Santuario Noble- es el elemento más simbólico de la lucha. Es un microcosmos del destino de la ocupada ciudad, de hecho, del destino de toda la tierra palestina.
El recinto está administrado por el Waqf [Patrimonio] Islámico, a través de un acuerdo jordano-palestino. Muchos políticos israelíes del Partido del Likud y la coalición del gobierno de derechas que dirige Netanyahu han tratado de cambiar esta situación.
Los palestinos saben que el destino de su mezquita y el futuro de su ciudad están estrechamente vinculados. Para ellos, si se pierde Al-Aqsa es como si Jerusalén hubiera sido realmente conquistada.
Esta lucha entre los fieles palestinos y el ejército israelí tiene lugar cada día, intensificándose habitualmente los viernes. Es en este día sagrado para los musulmanes cuando decenas de miles de creyentes acuden a rezar a Al-Aqsa, para encontrarse a menudo con que hay nuevos puestos militares instalados y nuevas normativas del ejército. A los jóvenes palestinos en particular se les ha impedido llegar a Al-Aqsa, también en nombre de la seguridad.
Pero la lucha por Jerusalén no puede expresarse en cifras, en número de víctimas y en reportajes televisados. Es la lucha constante de los palestinos por el espacio, por la identidad y por preservar la santidad de su sagrada tierra.
En los últimos dos años, la lucha se ha intensificado porque Israel empezó a ampliar sus ilegales asentamientos en el Este de Jerusalén y los partidos de derecha aprobaron una serie de leyes contra los palestinos que allí viven. Una de esas leyes es la que se refiere a la llamada a la oración, que intenta impedir que las mezquitas hagan ese llamamiento a orar a los fieles al amanecer, como se ha venido practicando desde hace un milenio.
Los jóvenes palestinos, muchos de ellos nacidos tras los fracasados Acuerdos de Oslo, están hartos de que el ejército israelí controle cada aspecto de sus vidas y de que sus corruptos líderes sean cada vez más irrelevantes y egoístas.
Esta frustración se ha manifestado de varias formas: en resistencias no violentas, en nuevas ideas políticas, a través del arte, de la música, en las redes sociales, pero también mediante actos de resistencia violenta.
Desde que la última Intifada de Al-Quds –levantamiento en Jerusalén- empezó en octubre de 2015, “han muerto alrededor de 285 palestinos en supuestos ataques, protestas e incursiones del ejército israelí”, informaron Farah Najjar y Zena Tahhan. Alrededor de 47 israelíes murieron en ese mismo período.
Pero la Intifada fue de algún modo contenida y manejada. Desde luego, los grupos por los derechos humanos protestaron por muchos de los asesinatos de palestinos perpetrados por el ejército al ser innecesarios y no mediar provocación alguna, pero pocas cosas han cambiado sobre el terreno. La Autoridad Palestina ha continuado actuando de forma casi completamente desgajada de la violenta realidad a que se enfrenta su pueblo a diario.
El tiroteo del 14 de julio podría haber quedado registrado como otro episodio violento de los muchos de los que se ha informado en Jerusalén en los últimos meses. Tras esos sucesos, el discurso oficial israelí ignora totalmente el hecho de la ocupación militar y se centra en cambio en el problema de seguridad de Israel causado por el “terrorismo palestino”. Los políticos se precipitan entonces a aprobar nuevas leyes, propuestas e ideas radicales a fin de explotar una situación trágica y remodelar el statu quo.
Teniendo en cuenta las numerosas situaciones problemáticas a que se enfrentan los palestinos, cualquier análisis político racional habría concluido acertadamente que los palestinos estaban perdiendo también esta batalla. Con EEUU apoyando sin fisuras las medidas israelíes y con la comunidad internacional cada vez más distante y desinteresada, los palestinos de Jerusalén no tenían ni la más remota posibilidad.
Pero esa forma de entender el conflicto, aunque lógica, resulta a menudo terriblemente equivocada, al subestimar despreocupadamente a un pueblo.
Los palestinos de Jerusalén ganaron en esta última confrontación, ofreciendo un modelo impresionante de movilización y solidaridad popular con todos los palestinos. El ejército israelí eliminó las barricadas y los detectores de metales, poniendo a Israel al borde de una crisis política que involucró a enojados políticos, al ejército y a la inteligencia interior, el Shin Bet.
La victoria del pueblo supuso una gran vergüenza para Mahmud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina en Ramala. Intentó beneficiarse de las protestas pero fracasó, según informó The Atlantic.
Otras facciones se movieron también rápidamente para movilizarse ante la victoria del pueblo, pero sus esfuerzos parecían escenificados y poco sinceros.
“Hoy es un día feliz, pleno de celebración y pesar al mismo tiempo, pesar por las personas que perdieron su vida y por las que resultaron heridas”, dijo un manifestante a los periodistas, mientras miles de palestinos asaltaban las puertas de Jerusalén armados con sus alfombrillas de oración, banderas y voces roncas de haber estado gritando durante casi dos semanas.
“Este es ante todo un movimiento de las bases, no está dirigido ni por Hamas ni por Fatah, los dirigentes políticos tradicionales de los palestinos”, informaba el periodistas Imran Khan desde el exterior del recinto.
Este movimiento de base estaba integrado por miles de mujeres, hombres y niños. Entre ellos estaba Zeina Amor, que cocinó cada día para quienes se mantenían firmes fuera del recinto, recibiendo el impacto de una bala de goma en la cabeza y regresando al día siguiente para instar a los hombres a que se mantuvieran firmes en su lucha.
También se incluye entre ellos el niño Yusef Sakafi, entre cuyas tareas estaba la de salpicar agua sobre la gente cuando permanecían sentados durante interminables horas bajo un sol implacable, negándose a marcharse. También estaban allí muchos palestinos cristianos que llegaron para rezar con sus hermanos musulmanes.
Trasmitiendo la escena desde Jerusalén, las noticias de televisión y las fotos de los periódicos mostraban grandes muchedumbres de personas que estaban de pie, sentados, orando o corriendo de forma desordenada entre balas, bombas de sonido y botes de humo.
Pero las muchedumbres se componen de personas, como Zeina, Yusef y muchos más, todos motivados por su insistencia en enfrentarse a la injusticia a pecho descubierto en una demostración inspiradora de tenacidad humana.
Por supuesto que habrá más violencia porque la ocupación israelí se fortalece de forma implacable, pero los palestinos de a pie no abandonarán la lucha. Se han mantenido resueltos durante casi 70 años.
Es muy posible que a través de un análisis político racional no pueda explicarse cómo una nación que ha sufrido tanto puede seguir movilizándose contra un ejército y ganar.
Politics for the people. Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández. Extractado por La Haine
El espontáneo movimiento de masas en Jerusalén, que finalmente derrotó los planes israelíes para cambiar el estatuto de Al-Aqsa, fue únicamente un movimiento popular. A pesar del alto precio pagado con varios muertos y cientos de heridos, representó un desafío no sólo para el gobierno israelí, también para el colaboracionista liderazgo palestino.
Israel cerró el recinto de Al-Aqsa el 14 de julio, tras un tiroteo entre tres palestinos armados y un grupo de oficiales de la ocupación israelí. El recinto volvió a abrirse pocos días después, pero los creyentes palestinos se negaron a entrar cuando se instalaron puertas, cámaras y detectores de metales.
La gente de Jerusalén comprendió de inmediato las implicaciones de la acción israelí. En nombre de unas nuevas medidas de seguridad, el gobierno israelí estaba explotando la situación para cambiar el estatuto de Al-Aqsa como parte de sus esfuerzos para aislar más aún a los palestinos y judaizar la ciudad ilegalmente ocupada.
El ejército israelí ocupó el Jerusalén Este palestino en 1967, anexionándoselo en 1981, en un claro desafío al derecho internacional y a pesar de la firme oposición de la ONU.
A lo largo de 50 años, Jerusalén ha soportado batallas a diario. Los israelíes luchaban por ampliar su influencia en la ciudad, aumentar el número de colonos ilegales judíos y separar la ciudad del resto de los Territorios Palestinos; mientras, palestinos, musulmanes y cristianos por igual, resistían.
El recinto de Al-Aqsa –también conocido como Haram Al-Sharif o el Santuario Noble- es el elemento más simbólico de la lucha. Es un microcosmos del destino de la ocupada ciudad, de hecho, del destino de toda la tierra palestina.
El recinto está administrado por el Waqf [Patrimonio] Islámico, a través de un acuerdo jordano-palestino. Muchos políticos israelíes del Partido del Likud y la coalición del gobierno de derechas que dirige Netanyahu han tratado de cambiar esta situación.
Los palestinos saben que el destino de su mezquita y el futuro de su ciudad están estrechamente vinculados. Para ellos, si se pierde Al-Aqsa es como si Jerusalén hubiera sido realmente conquistada.
Esta lucha entre los fieles palestinos y el ejército israelí tiene lugar cada día, intensificándose habitualmente los viernes. Es en este día sagrado para los musulmanes cuando decenas de miles de creyentes acuden a rezar a Al-Aqsa, para encontrarse a menudo con que hay nuevos puestos militares instalados y nuevas normativas del ejército. A los jóvenes palestinos en particular se les ha impedido llegar a Al-Aqsa, también en nombre de la seguridad.
Pero la lucha por Jerusalén no puede expresarse en cifras, en número de víctimas y en reportajes televisados. Es la lucha constante de los palestinos por el espacio, por la identidad y por preservar la santidad de su sagrada tierra.
En los últimos dos años, la lucha se ha intensificado porque Israel empezó a ampliar sus ilegales asentamientos en el Este de Jerusalén y los partidos de derecha aprobaron una serie de leyes contra los palestinos que allí viven. Una de esas leyes es la que se refiere a la llamada a la oración, que intenta impedir que las mezquitas hagan ese llamamiento a orar a los fieles al amanecer, como se ha venido practicando desde hace un milenio.
Los jóvenes palestinos, muchos de ellos nacidos tras los fracasados Acuerdos de Oslo, están hartos de que el ejército israelí controle cada aspecto de sus vidas y de que sus corruptos líderes sean cada vez más irrelevantes y egoístas.
Esta frustración se ha manifestado de varias formas: en resistencias no violentas, en nuevas ideas políticas, a través del arte, de la música, en las redes sociales, pero también mediante actos de resistencia violenta.
Desde que la última Intifada de Al-Quds –levantamiento en Jerusalén- empezó en octubre de 2015, “han muerto alrededor de 285 palestinos en supuestos ataques, protestas e incursiones del ejército israelí”, informaron Farah Najjar y Zena Tahhan. Alrededor de 47 israelíes murieron en ese mismo período.
Pero la Intifada fue de algún modo contenida y manejada. Desde luego, los grupos por los derechos humanos protestaron por muchos de los asesinatos de palestinos perpetrados por el ejército al ser innecesarios y no mediar provocación alguna, pero pocas cosas han cambiado sobre el terreno. La Autoridad Palestina ha continuado actuando de forma casi completamente desgajada de la violenta realidad a que se enfrenta su pueblo a diario.
El tiroteo del 14 de julio podría haber quedado registrado como otro episodio violento de los muchos de los que se ha informado en Jerusalén en los últimos meses. Tras esos sucesos, el discurso oficial israelí ignora totalmente el hecho de la ocupación militar y se centra en cambio en el problema de seguridad de Israel causado por el “terrorismo palestino”. Los políticos se precipitan entonces a aprobar nuevas leyes, propuestas e ideas radicales a fin de explotar una situación trágica y remodelar el statu quo.
Teniendo en cuenta las numerosas situaciones problemáticas a que se enfrentan los palestinos, cualquier análisis político racional habría concluido acertadamente que los palestinos estaban perdiendo también esta batalla. Con EEUU apoyando sin fisuras las medidas israelíes y con la comunidad internacional cada vez más distante y desinteresada, los palestinos de Jerusalén no tenían ni la más remota posibilidad.
Pero esa forma de entender el conflicto, aunque lógica, resulta a menudo terriblemente equivocada, al subestimar despreocupadamente a un pueblo.
Los palestinos de Jerusalén ganaron en esta última confrontación, ofreciendo un modelo impresionante de movilización y solidaridad popular con todos los palestinos. El ejército israelí eliminó las barricadas y los detectores de metales, poniendo a Israel al borde de una crisis política que involucró a enojados políticos, al ejército y a la inteligencia interior, el Shin Bet.
La victoria del pueblo supuso una gran vergüenza para Mahmud Abbas, el presidente de la Autoridad Palestina en Ramala. Intentó beneficiarse de las protestas pero fracasó, según informó The Atlantic.
Otras facciones se movieron también rápidamente para movilizarse ante la victoria del pueblo, pero sus esfuerzos parecían escenificados y poco sinceros.
“Hoy es un día feliz, pleno de celebración y pesar al mismo tiempo, pesar por las personas que perdieron su vida y por las que resultaron heridas”, dijo un manifestante a los periodistas, mientras miles de palestinos asaltaban las puertas de Jerusalén armados con sus alfombrillas de oración, banderas y voces roncas de haber estado gritando durante casi dos semanas.
“Este es ante todo un movimiento de las bases, no está dirigido ni por Hamas ni por Fatah, los dirigentes políticos tradicionales de los palestinos”, informaba el periodistas Imran Khan desde el exterior del recinto.
Este movimiento de base estaba integrado por miles de mujeres, hombres y niños. Entre ellos estaba Zeina Amor, que cocinó cada día para quienes se mantenían firmes fuera del recinto, recibiendo el impacto de una bala de goma en la cabeza y regresando al día siguiente para instar a los hombres a que se mantuvieran firmes en su lucha.
También se incluye entre ellos el niño Yusef Sakafi, entre cuyas tareas estaba la de salpicar agua sobre la gente cuando permanecían sentados durante interminables horas bajo un sol implacable, negándose a marcharse. También estaban allí muchos palestinos cristianos que llegaron para rezar con sus hermanos musulmanes.
Trasmitiendo la escena desde Jerusalén, las noticias de televisión y las fotos de los periódicos mostraban grandes muchedumbres de personas que estaban de pie, sentados, orando o corriendo de forma desordenada entre balas, bombas de sonido y botes de humo.
Pero las muchedumbres se componen de personas, como Zeina, Yusef y muchos más, todos motivados por su insistencia en enfrentarse a la injusticia a pecho descubierto en una demostración inspiradora de tenacidad humana.
Por supuesto que habrá más violencia porque la ocupación israelí se fortalece de forma implacable, pero los palestinos de a pie no abandonarán la lucha. Se han mantenido resueltos durante casi 70 años.
Es muy posible que a través de un análisis político racional no pueda explicarse cómo una nación que ha sufrido tanto puede seguir movilizándose contra un ejército y ganar.
Politics for the people. Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández. Extractado por La Haine
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