La aversión a los trabajadores y
sus conflictos laborales empapa cada editorial, comentario o acción
política con tanta virulencia que cualquier huelga se toma como una
afrenta a la patria y rápidamente es convertida en cualquier otra cosa
para evitar hablar de los problemas y reivindicaciones laborales. Un
secuestro a los usuarios, una acción contra los intereses del turismo o
una afrenta a la marca España. El trabajador es manteado por todos entre
la algarabía de la patronal hasta que sus derechos acaban transformados
en la paja del relleno. Se ha convertido en un elemento decorativo al
servicio de los intereses de todos aquellos que se valen de su sudor. Un
accesorio. Otra herramienta política más despojada de su esencia colectiva.
El conflicto laboral de la plantilla de Eulen en el aeropuerto de El Prat ha servido para mostrar cómo se estructuran las prioridades en los relatos predominantes de la política nacional actual. Más aún si el conflicto es en Cataluña, donde la cuestión nacional lo contamina todo. Una cortina que sirve para que todos oculten el problema laboral y las condiciones del trabajador y lo instrumentalicen en su propio beneficio dejando al descubierto lo poco que les importa lo que dicen que les importa. Aflora la hipocresía con el obrero como único perjudicado.
Para la derecha nacionalista española el beneficio empresarial está por encima de cualquier otra circunstancia, incluidas la seguridad y la lucha antiterrorista, y para el nacionalismo catalán los derechos y reivindicaciones de los trabajadores están subordinados al procés. No significa que no sean cuestiones importantes para ambos, sino cuál de ellas prevalece en caso de que exista una disputa en el ámbito de la opinión pública.
Los nacionalistas españoles, a los que tanto les preocupa la seguridad y enarbolan la ley antiterrorista ante cualquier disidente, tuitero o adversario político, han reducido la plantilla de seguridad en los controles de aeropuertos, haciéndola pasar de 500 a 342 efectivos con la subrogación del servicio de Aena a Eulen. Los empleados, que cobran tan sólo 1.090 euros brutos al mes -brutos, recuerden-, tienen tal carga de trabajo por los recortes que no pueden realizar las labores de seguridad aconsejables en uno de los aeropuertos internacionales más importantes de un país que se encuentra en alerta 4 antiterrorista.
Parece importante que quienes velan por nuestra seguridad tengan unas condiciones laborales dignas que les permitan realizar su trabajo con eficiencia. Pero para Aena y el Gobierno es prioritario darle el contrato a Eulen a la baja sin incluir en el pliego de concesión unas condiciones laborales dignas para los trabajadores que presten el servicio. La seguridad, al fin y al cabo, no es tan importante como los beneficios.
La Assemblea Nacional Catalana (ANC) y algunos de los que llevan tiempo intentando convencer a la izquierda mesetaria de que su pacto con la otrora Convergència es para el bien supremo de crear una república catalana donde los trabajadores comerán maná y ambrosía no han dudado en desviar el foco de las reivindicaciones de los trabajadores para arrimar el ascua a su ‘procés’. El desvarío es de tal calibre que les ha llevado a no distinguir el concepto de huelga del de paro patronal para insinuar que los trabajadores sólo son un elemento circunstancial y accesorio al servicio de los ataques unionistas al catalanismo.
En una entrevista en Al Rojo Vivo, Jordi Sànchez, presidente de la ANC, ha afirmado que en el conflicto entre los trabajadores y la empresa no se posicionan, porque su labor es otra. Luego, al darse cuenta del error, intentó rectificar, pero lo que han hecho es desviar la atención y el foco convirtiendo un conflicto laboral, que es lo prioritario y más importante para alguien que se precie de representar a la sociedad civil, en un problema social identitario. En un conflicto laboral entre trabajadores y patronal, quien no se posiciona y solo desvía el tema de las legítimas reivindicaciones de los obreros está tomando posición contra esas reivindicaciones y a favor de la patronal. Puede que no lo sepa, pero si considera su problema nacional más importante que el sueldo del trabajador es parte del problema de la clase obrera.
La legítima defensa del derecho de autodeterminación y de la celebración de un referéndum que permita a los catalanes decidir su futuro no puede ser utilizada para despreciar e instrumentalizar las reivindicaciones igual de importantes de otros colectivos que defienden sus derechos. Si la ANC parasita e invisibiliza la lucha de otros colectivos en defensa de sus postulados acabará por perder el favor de todos aquellos que todavía ven con simpatía sus exigencias. Los trabajadores no son un adorno al servicio de ninguna bandera.
El trabajador accesorio es aquel que no sólo sirve para que su renta sea extraída por unas élites parásitas, sino que cuando consigue organizarse y paralizar un servicio esencial para defender sus derechos ve su protesta explotada al servicio de intereses que le son ajenos. Al obrero accesorio ya no sólo le roban los beneficios de su trabajo, sino que también le hurtan su legítimo derecho a la protesta. Un simple pelele.
El conflicto laboral de la plantilla de Eulen en el aeropuerto de El Prat ha servido para mostrar cómo se estructuran las prioridades en los relatos predominantes de la política nacional actual. Más aún si el conflicto es en Cataluña, donde la cuestión nacional lo contamina todo. Una cortina que sirve para que todos oculten el problema laboral y las condiciones del trabajador y lo instrumentalicen en su propio beneficio dejando al descubierto lo poco que les importa lo que dicen que les importa. Aflora la hipocresía con el obrero como único perjudicado.
Para la derecha nacionalista española el beneficio empresarial está por encima de cualquier otra circunstancia, incluidas la seguridad y la lucha antiterrorista, y para el nacionalismo catalán los derechos y reivindicaciones de los trabajadores están subordinados al procés. No significa que no sean cuestiones importantes para ambos, sino cuál de ellas prevalece en caso de que exista una disputa en el ámbito de la opinión pública.
Los nacionalistas españoles, a los que tanto les preocupa la seguridad y enarbolan la ley antiterrorista ante cualquier disidente, tuitero o adversario político, han reducido la plantilla de seguridad en los controles de aeropuertos, haciéndola pasar de 500 a 342 efectivos con la subrogación del servicio de Aena a Eulen. Los empleados, que cobran tan sólo 1.090 euros brutos al mes -brutos, recuerden-, tienen tal carga de trabajo por los recortes que no pueden realizar las labores de seguridad aconsejables en uno de los aeropuertos internacionales más importantes de un país que se encuentra en alerta 4 antiterrorista.
Parece importante que quienes velan por nuestra seguridad tengan unas condiciones laborales dignas que les permitan realizar su trabajo con eficiencia. Pero para Aena y el Gobierno es prioritario darle el contrato a Eulen a la baja sin incluir en el pliego de concesión unas condiciones laborales dignas para los trabajadores que presten el servicio. La seguridad, al fin y al cabo, no es tan importante como los beneficios.
La Assemblea Nacional Catalana (ANC) y algunos de los que llevan tiempo intentando convencer a la izquierda mesetaria de que su pacto con la otrora Convergència es para el bien supremo de crear una república catalana donde los trabajadores comerán maná y ambrosía no han dudado en desviar el foco de las reivindicaciones de los trabajadores para arrimar el ascua a su ‘procés’. El desvarío es de tal calibre que les ha llevado a no distinguir el concepto de huelga del de paro patronal para insinuar que los trabajadores sólo son un elemento circunstancial y accesorio al servicio de los ataques unionistas al catalanismo.
En una entrevista en Al Rojo Vivo, Jordi Sànchez, presidente de la ANC, ha afirmado que en el conflicto entre los trabajadores y la empresa no se posicionan, porque su labor es otra. Luego, al darse cuenta del error, intentó rectificar, pero lo que han hecho es desviar la atención y el foco convirtiendo un conflicto laboral, que es lo prioritario y más importante para alguien que se precie de representar a la sociedad civil, en un problema social identitario. En un conflicto laboral entre trabajadores y patronal, quien no se posiciona y solo desvía el tema de las legítimas reivindicaciones de los obreros está tomando posición contra esas reivindicaciones y a favor de la patronal. Puede que no lo sepa, pero si considera su problema nacional más importante que el sueldo del trabajador es parte del problema de la clase obrera.
La legítima defensa del derecho de autodeterminación y de la celebración de un referéndum que permita a los catalanes decidir su futuro no puede ser utilizada para despreciar e instrumentalizar las reivindicaciones igual de importantes de otros colectivos que defienden sus derechos. Si la ANC parasita e invisibiliza la lucha de otros colectivos en defensa de sus postulados acabará por perder el favor de todos aquellos que todavía ven con simpatía sus exigencias. Los trabajadores no son un adorno al servicio de ninguna bandera.
El trabajador accesorio es aquel que no sólo sirve para que su renta sea extraída por unas élites parásitas, sino que cuando consigue organizarse y paralizar un servicio esencial para defender sus derechos ve su protesta explotada al servicio de intereses que le son ajenos. Al obrero accesorio ya no sólo le roban los beneficios de su trabajo, sino que también le hurtan su legítimo derecho a la protesta. Un simple pelele.
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