A Peña no le sirve el chuchismo ni Rosario (la de Ahumada)
De las 13 “decisiones” con las que Peña expuso sus fines (los
medios para lograrlos se quedaron en veremos), no figuraron el ingreso
del exsecretario de Seguridad Pública del gobierno del Distrito Federal,
Manuel Mondragón, ni de la experredista Rosario Robles como secretaria
de Desarrollo Social, donde hubiera estado mil veces mejor Josefina Vázquez Mota. Rosario, que ya hizo fe
salinista, anduvo de dizque “periodista” en los noticieros de José
Cárdenas. Y tras desertar-traicionar al Partido de la Revolución
Democrática (PRD), durante el cuarto año de gobierno de Peña, se hizo su
consejera, llevándole chismes sobre López Obrador y el perredismo, y se
convirtió al priísmo. Ella escenificó el más cínico acto de corrupción
cuando entró al relevo como jefa de gobierno de la Ciudad de México.
Se bañó incontables veces con su entonces amante y socio
Carlos Ahumada en las putrefactas aguas de las cañerías de la
corrupción, otorgándole contratos dañinos para la ciudad, con múltiples
ganancias para el argentino, que con esta ciudadanía pudo huir a su país
para eludir el encarcelamiento por sus actos. Ambos adquirieron una
costosísima mansión para su nidito de amor, aparentemente con el
enriquecimiento ilícito de los contratos leoninos a favor de Ahumada;
que también compró un equipo de futbol y un periódico con el que
pretendió, sin éxito, tener un escudo para sus fraudes. El caso
es que la hoy peñista Rosario Robles estuvo involucrada en la mala
administración, corrupción y desmanes del gobierno defeño, como para inhabilitarla para toda función pública.
Pero Peña, con todo y su propuesta de una Comisión Anticorrupción,
la ha premiado y en grande. En la Secretaría de Desarrollo Social la ha
puesto, como dicen los pillos de la politiquería, “donde hay”. La gallina que come huevo, dicen los que de refranes certeros saben, volverá a comérselos una y otra vez. La
Robles, que no repara en nada y no tiene límites para dar rienda suelta
a sus intereses, es un punto menos para el peñismo. Tentar a Mondragón
para encargado de la Secretaría de Seguridad Pública federal, frente al
“ingeniero” García Luna, es admirable, pero sacarlo de entre quienes
iban a mantenerse con el nuevo jefe de gobierno defeño, ha sido una maldad. Mondragón ha cometido una deslealtad. Pero la Robles, con una larguísima cola
de corrupción e ineficacia, marcará a Peña mientras dure en el cargo.
Pues es un factor desestabilizador con ambición de protagonismo para
lucirse, proclive a la corrupción.
El chuchismo sumado a la Robles son un fardo por el
que Peña pagará un muy alto precio político (y económico, pues hay que
pagarles); pues son lo peor, no de la izquierda, sino de la podredumbre izquierdizante que dañó al PRD, al grado que, igual que el PAN, andan desapareciendo del mapa electoral. Tal vez la Robles es peor que los Chuchos, cuando menos por una nariz en la carrera por el bribonismo
político. Allá Peña y sus consejeros políticos (uno de ellos es Carlos
Salinas con su sobrina en la Secretaría de Turismo). Se pasaron de
audaces. Son decisiones que no tendrán reparación. No le sirve el chuchismo ni Rosario.
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