Proceso y el “no le creemos”
El homicidio de la reportera Regina Martínez, en Veracruz, corresponsal de la revista Proceso,
como los más de 20 homicidios de periodistas en la entidad desgobernada
por el heredero del nefasto y corrupto Fidel Herrera (de tal palo tal astilla), Javier Duarte Ochoa, primo hermano del desgobernador
de Chihuahua, no ha sido siquiera investigado, aunque las mentiras y
enredos del duartismo digan que encontraron al ladrón, que confesó
haberla matado para robarle bienes, entre los que está la computadora y
papeles relacionados con el trabajo profesional de la reportera.
Por eso es que la revista Proceso,
a toda una página al iniciar su número del 11 de noviembre [de 2102],
dirigió un texto titulado “Caso Regina: no les creemos”, suscrito por
todo el personal de ese medio de comunicación. El “no les creemos” son
las palabras dirigidas al desgobernador por don Julio Scherer García, ya que la información deducida de la arreglada investigación no es verídica y sólo quisieron echarle más tierra
al homicidio, como lo han hecho con el resto de los asesinatos de
periodistas en Veracruz (que entre otros más se consignan en el reciente
libro del periodista sonorense Carlos Moncada, de editorial Grijalbo,
titulado Oficio de muerte, periodistas asesinados en el país de la impunidad, con el último prólogo que escribió Miguel Ángel Granados Chapa).
A la par de que las delincuencias, los
funcionarios e incluso empleados menores han dado en cometer toda clase
de homicidios con todas las agravantes penales, también eliminan a los
trabajadores de los medios de comunicación, particularmente a quienes
acuden a los hechos para informar: reporteros y fotógrafos, sobre todo
de la prensa escrita, pero también a quienes cubren esas tareas para
los noticieros de radio y televisión.
Así, los mexicanos han sido víctimas
de la guerra calderonista contra los sicarios de los cárteles del
narcotráfico, secuestradores, rateros, tratantes de personas y cazadores
de inmigrantes para sus fines delictivos de toda naturaleza. Entre los
cientos de miles de homicidios que dejó Calderón a su paso por más de 5
años de militarismo, están los periodistas: en 12 años cayeron más de
80, bajo las balas de matones, marinos, soldados y policías.
Estos homicidios ocurrieron sobre todo
en 18 entidades, pero Veracruz tuvo el mayor número: 12 mujeres y
hombres acribillados durante el desgobierno de Javier Duarte Ochoa.
El “no le creemos” de Proceso
lo suscribimos en todas sus consecuencias, porque el homicidio de Regina
Martínez no fue para robarle. Fue para silenciarla. Para que ya no
siguiera ejerciendo el periodismo de investigación, para que dejara de
dar cuenta y razón de los hechos con veracidad, en una entidad donde su exdesgobernador, el nefasto Fidel Herrera (escondido en alguna madriguera y revolcándose
en el botín de su corrupción), dejó 6 años de nepotismo, criminalidad,
auge del narcotráfico y una consigna al sucesor: duro contra las
libertades de prensa, al hacer a un lado a quienes las ejercen y no
aceptan sobornos ni favores.
Regina Martínez era una de esas
reporteras. “No hay duda –escribe Carlos Moncada en su libro– de que la
delincuencia organizada, con la probable participación de funcionarios
del gobierno local, tramaron y llevaron a cabo el asesinato de Regina
Martínez Pérez, periodista modelo de rectitud y probado profesionalismo,
corresponsal de la revista Proceso. La hallaron muerta por
estrangulación y con diversos golpes en el rostro y en el cuerpo, en su
casa de Xalapa [capital de Veracruz] el 28 de abril de 2012. Regina, de
49 años, había laborado en Chiapas cierto tiempo, pero se había asentado
en su estado natal colaborando en varios medios, hasta 2000, cuando fue
enrolada por la revista. Se distinguió siempre por el valor con que
hizo denuncias de atropellos oficiales, cometidos en cualquier nivel”.
En la reunión del director general de Proceso, Julio Scherer García, y el director de la misma, Rafael Rodríguez Castañeda, el desgobernador
veracruzano y el procurador daban enredadas seudoexplicaciones, por lo
que Scherer García interrumpió la perorata: “Lo que usted está diciendo y
lo que acabamos de escuchar no es más que la superficie. No hay
explicación alguna de las aguas profundas en las que ocurrió el
asesinato de nuestra reportera. La muerte de Regina Martínez es producto
de la descomposición del estado y del país. Queremos saber qué es lo
que hay debajo de esa superficie. Aunque en suma, señor gobernador, no
les creemos”.
Los titulares de los poderes
municipales de las 31 entidades, del gobierno del Distrito Federal y de
la Presidencia de la República (donde están incluidos jueces,
magistrados y ministros; diputados locales y federales, y senadores) han
perdido credibilidad. Y son ya enemigos de los mexicanos, a quienes,
directa o indirectamente, privan de sus vidas. Y nunca imparten
justicia, porque matones y funcionarios tienen mucho que ver en esos
hechos de sangre. Son gobernantes contrarios a los principios que
dispone la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. La
sociedad civil se encuentra emplazada a recobrar su libertad para
restablecer la observancia de la ley suprema.
*Periodista
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