¿Primacía simbólica del goce?
Por: Carlos Najera // Escritor Invitado // Fuente Plataforma Distrito Cero
¿Qué especie de paradigma constituye
el orden subjetivo en la actual edad histórica? Luego de que el propósito
supremo de la Modernidad,
equivalente al acondicionamiento institucional en aras de la felicidad
individual como social, sin recurrir al auxilio metafísico ni a la divinidad
religiosa; fuese desbordado a pesar de haber aplicado su esencial rigor
racional en cuanto al desarrollo de semejante proyecto, aparecen nuevos y
renovados discursos interpretativos correspondientes a nuevos y complejos
acontecimientos humanos, sin embargo; tales discursos aseguran la certeza
gracias a los resultados de su “objetividad metódica”. Ante este escenario cuyo
actor principal figura el insólito fenómeno de la destrucción, mismo que hizo de
la razón un eficiente instrumento según la lectura crítica de la Escuela de Frankfurt a
propósito de las dos guerras mundiales (especialmente de la segunda) del siglo
pasado, surge la siguiente pregunta: ¿qué propició el fracaso de la Modernidad y cuál es el
diagnóstico contemporáneo de la subjetividad occidental?
Resulta
innegable rechazar el conflicto originado entre la diversidad epistemológica y
la realidad social. De ello no sólo ofrecen testimonio el doloroso desencanto
de la profecía marxista por un lado y el ejercicio monopolista de la democracia
capitalista por el otro, sino que, y he aquí la observación acertada de la
teoría posmoderna; la extrema meticulosidad de la investigación científica
contribuye a mantener confuso el conocimiento sobre la claridad de las cosas,
la física cuántica es uno de los ejemplos más representativos al caso. Mas ¿por
todo ello se detiene el movimiento socialmente sistémico y ( acudiendo a la
terminología fenomenológica) abandona el sujeto la intencionalidad de su conciencia?
Definitivamente no. Entonces ¿qué motor pone en marcha al aparato institucional
y qué persigue el sujeto en el mundo, y así, tal vez; responder a la pregunta
formulada en el inicio del presente texto? Esta cuestión exige, no sin
justicia, un amplio y profundo análisis; sin embargo y dado la modestia del
espacio nos vemos obligados a sacar algún provecho.
Más
allá de cualquier ataque intelectual a la categoría de Totalidad, lo cierto es
que el terreno social pertenece al imperio del Mercado. De éste, el despliegue
elitista de la política y el fortalecimiento ideológicamente multireferencial
aseguran la potestad del capital como eje rector de la sociedad, de acuerdo con
el pensamiento de ciertos teóricos estructuralistas como Louis Althuser; de modo
que si partimos de esta posición, la articulación subjetiva se fundamenta
gracias al paradigma ideológico cuyo valor salvaje consiste en la competencia
por la cima de la estratificación social. No así el único diagnóstico. Para
quienes configuran su punto de vista a partir del juego de lenguaje de carácter
lacaniano, señalan que la red simbólica instalada en el espacio del orden
social responde a la exigencia del goce, así pues; la tradicional instancia del
yo psicológico queda anulada a causa de la paradójica inversión moral, a saber:
los estatutos ideológicos sustituyeron su tarea de brindar al sujeto una guía
ética que, a la vez que le protegiera de
la irracionalidad de los deseos, le encaminaba a la sublimación existencial de
acuerdo a los fines de la cultura, por la de insistirle en la turbulenta
necesidad de gozar. Sin duda ambas conclusiones ayudan a vislumbrar el problema
de la consolidación subjetiva. Pero ¿en
caso de, cómo saber la forma de interactuar entre la lógica del capital y el
mandato del goce, y, cómo distinguir, si así fuese; el límite de cada cual? Por
encima de toda especulación vaga o exacta, tal parece que, en palabras del
cineasta sueco Ingrid Bergman; en el sujeto gobierna el sueño imposible de ser. Por lo tanto ¿qué hacer frente a la
avalancha decadentista de nuestra era? ¿dejarnos arrastrar por la corriente
relativista de la vida, ora en el individualismo neoliberal, ora en la
autenticidad trascendental del dasein heideggeriano,
ora en la meditación redentora del espíritu cultural de Oriente, etc. y
desatendernos de la responsabilidad histórica? ¿dedicarnos de una vez para
siempre a la satisfacción incuestionable de nuestros deseos, inmunes al veneno
del remordimiento? o ¿ será vital, considerando la esperanza en el respeto
humano y la belleza social, por utópico que parezca a la mayoría; retomar el
camino del eterno retorno comenzando por buscar la mirada de Dios?
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