Impresiones de la cumbre del G-8 al margen de lo político
Foto: EPA
La maratón política de muchos meses con el
nombre de “Preparativos y celebración de la cumbre del G-8” ha
concluido. Su resultado formal es un comunicado de casi cuarenta páginas
que recoge los principales acuerdos logrados en la reunión. Al margen
del mismo, han quedado las discrepancias y mutuas insinuaciones entre
delegaciones de diversos países, así como las protestas masivas de
antiglobalistas y los problemas de organización.
Un
conjunto hotelero de cinco estrellas con campos de golf ubicado a
orillas del pintoresco lago Lough Erne, en medio de apacibles paisajes
bucólicos… Es allí donde tuvo lugar uno de los más relevantes eventos de
la política y la economía global: la 39 Cumbre del G-8. La elección del
lugar no fue casual. Hace ya casi un año que esos hoteles de lujo e
inmensos campos de golf permanecen prácticamente vacíos. Entre todas las
regiones de Gran Bretaña, Irlanda del Norte resultó la más afectada por
la crisis financiera y a estas alturas se encuentra al borde de la
supervivencia. La lujosa apariencia del mejor centro hotelero por ambos
lados de la frontera norirlandesa es ficticia: su deuda con los
acreedores asciende a veinticinco millones de libras.
Al
escoger ese lugar para la cumbre del G-8, las autoridades británicas
pretendían dar un nuevo impulso al desarrollo de la región. Pero esa
“terapia de choque” parece haber tomado desprevenida a la población
local. Para todo el período de preparativos y celebración de la cumbre,
la pequeña ciudad de Enniskillen, con sus trece mil habitantes, la que
albergaba el principal centro periodístico del evento, se había
convertido en una verdadera base militar. A lo largo de todos esos días,
por sus calles se veían más policías que gente común y corriente. Por
un lado, esto no tiene nada de extraño para Irlanda del Norte, donde los
separatistas siguen siendo activos y desde 2008 vuelven a cometer
atentados terroristas, mas por otro lado, la población local estima que
todo eso es “ceder a caprichos de políticos” y se expresa incluso más
fuertemente. Su actitud es aún más comprensible dado que el presupuesto
local ha perdido importantes montos por negligencia de los organizadores
del evento que se olvidaron de acomodar suficientes locales en la
ciudad para hospedar a visitantes y periodistas. Los comunicadores rusos
y estadounidenses vivíamos y gastábamos nuestros viáticos al otro lado
de la frontera, en territorio de Irlanda, a una hora de viaje del lugar
de la cumbre. En algún momento, los organizadores intentaron cubrir las
pérdidas haciéndonos pagar ciento cincuenta libras por la entrada al
centro de prensa, pero finalmente lo reconsideraron. El “malentendido”
fue resuelto y los que vivíamos fuera de Enniskillen utilizamos
libremente los recintos del centro.
Otro detalle de
interés es que en esta ocasión las protestas antiglobalistas se
celebraron en todas partes, menos en el lugar de la cumbre, donde la
policía solo detuvo a dos personas tras una pequeña acción callejera. En
cambio, en Londres y Belfast se celebraron marchas masivas y fueron
detenidos decenas de manifestantes. Es de señalar que las autoridades
habían gastado cincuenta millones de libras para medidas previas de
seguridad, un monto suficiente como para cubrir con creces la deuda del
conjunto hotelero de Lough Erne. El lugar había sido rodeado con tres
cercas protectoras rematadas con alambre de púas. Obviamente que todos
estos problemas y “molestias” quedaron fuera de la vista de los
protagonistas de la cumbre. Tampoco los comentaron ni mostraron al
público que siguió las peripecias de la reunión en la pantallas de
televisión donde el primer ministro británico, David Cameron, aparecía
sonriente, mientras daba la bienvenida a sus colegas de otros países,
recibiendo de su parte una sonrisa y un beso, como en el caso de Angela
Merkel, o un seco apretón de mano, como en algunos otros, pero siempre
con una sonrisa que es indispensable en reuniones como esta. Las élites
políticas no pueden comportarse de otra manera: las reglas del juego son
para todos y se observan cabalmente a pesar de cualquier diferencia más
seria que exista entre los socios del club de los grandes.
Todos
el mundo sabía que las principales discrepancias entre las partes
tenían que ver con Siria. Muchos medios de comunicación especulaban que
Vladímir Putin podría verse solo frente a todos en este asunto. Por fin,
lo insinuó sin remilgos el primer ministro canadiense, Stephen Harper,
al declarar en la apertura de la cumbre que “esta es, llamémosla así,
una reunión de siete más uno”. Al día siguiente, los líderes ruso y
canadiense celebraron consultas fuera de la agenda programada de la
delegación rusa. Una hora más tarde, el viceministro de Exteriores ruso,
Serguéi Riabkov, calificó la declaración del mandatario canadiense como
“un malentendido” y agregó que “alguien puede lamentarlo”. Una reacción
bien dura para un diplomático de tan alto nivel. En la rueda de prensa
que cerraba el evento, Vladímir Putin
manifestó que su “soledad” en la cumbre es algo ficticio. Todo lo
contrario, cada vez son más los países que comparten la actitud de Moscú
respecto a Siria. “Ni siquiera dentro del G-8 hay unanimidad en cuanto a
las prueba del uso de armas químicas por parte de Damasco”, expresó el
presidente ruso. Stephen Harper, que ofreció una conferencia de prensa
final de la reunión casi simultáneamente con Putin, tuvo que
prácticamente desvirtuar sus previa declaración reconociendo que los
“ocho” tienen una postura común respecto a Siria recogida en el
comunicado final de la cumbre.
El 1 de enero de 2014,
Rusia asumirá por un año la presidencia del G-8. Vladímir Putin anunció
en Lough Erne que las fechas de su próxima, cuadragésima reunión serán
el 3 y el 4 de junio y aclaró que no es fortuito que el G-8 se reúna en
Sochi cuatro meses después de los Juegos Olímpicos, porque la intención
es aprovechar la infraestructura ya existente ahorrando presupuesto en
la organización del evento. Vladímir Putin considera que la próxima
cumbre mantendrá relación con la agenda de la actual cita británica.
nv/as/sm
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