“El problema es el Sistema; la solución es la Revolución”
Consigna del 15 M
Es
esta una de las cuestiones claves que muchos nos venimos planteando
cuando examinamos la evolución de la deuda pública española y su
continuo e imparable incremento, hasta el punto de concluir, que el pago
de dicha deuda es imposible y de que va siendo ya hora de abordar su
reestructuración, una más que evidente declaración parcial de
ilegitimidad y hasta una posible quita.
La
deuda pública española (es decir, lo que el Estado debe a sus
acreedores) alcanzó en septiembre de 2014 la astronómica cifra de un
billón 236 mil millones de euros (59.000 millones más que en 2013, lo
que representaba el 96,80% del PIB
o riqueza anual de un país), record histórico desde hace más de cien
años que significa que cada ciudadano español debe por este concepto
algo más de 20.000 euros, insostenible situación que ha llevado ya al
país a situaciones de pobreza generalizadas y a un callejón sin salida
cuyas consecuencias, de no abordarse seriamente este problema, son
imprevisibles, empezando porque en 2015 el estado español tendrá que
hacer frente al mayor pago de deuda de toda su Historia (155.000
millones de euros).
Pretender
pagar una deuda de semejante envergadura cuando la precariedad y el
empobrecimiento generalizados de la población impiden que el Estado
pueda obtener los recursos suficientes para poder afrontarla, es una
broma de mal gusto que sólo se explica si tenemos en cuenta que muchos
de sus posibles acreedores son los mismos que la han provocado y que
están haciendo grandes negocios especulativos con ella hasta reducir a
los estados deudores a meras marionetas.
Lo primero que deberíamos conocer es quiénes son esos acreedores, un dato “oculto” que no hay manera de saber con certeza (aunque
sabemos que la Seguridad Social ha invertido en torno a 60.000 millones
de euros en pasivo público, que otros 16.000 millones serían de
empresas particulares no financieras y unos 5.000 de personas
individuales), opacidad ésta que sólo se entiende si tenemos en cuenta
la connivencia natural de intereses entre la maquinaria estatalista y el
capital financiero, por lo tanto, ¿por qué estar obligados a pagar una
deuda a cuyos acreedores “fantasma” ni siquiera conocemos?.
¿Es
legítima la deuda generada por los especuladores financieros
prestamistas de capital (y no tanto de la generada por los
suministradores de bienes tangibles), para incrementar sus beneficios a
costa incluso de la aniquilación de la sanidad y educación
públicas, “obligando” a los gobiernos títeres, por ellos moldeados, a
privatizaciones en masa de bienes y servicios públicos y a rescates
bancarios que constituyen una de las afrentas más gigantescas que
hayamos tenido que soportar?.
¿Estamos
obligados, los ciudadanos, a pagar la deuda contraída con numerosos
acreedores, a título individual y muchas veces de mala fe amparándose en
las instituciones, en contra de nuestros intereses generales, por el
solo hecho de revestir una supuesta formalidad legal que, pese a ello,
no puede impedir encubrir una inmoralidad que avala el que no debiera
ser pagada?
¿Por
qué ningún gobierno europeo y muy pocos en el mundo, abordan estas
cuestiones con seriedad? Ah, se me olvidaba que esa pandilla de
adláteres especialistas en “puertas
giratorias” y psicópatas contumaces, sólo responden ante sus verdaderos
amos, amedrentando, eso sí a las poblaciones, con grandes cataclismos
sociales y económicos si el país dejase de pagar la deuda
declarada como ilegítima, como si las clases populares no estuvieran
padeciendo ya semejantes tsunamis y soportando las consecuencias de sus
irreverentes y criminales políticas, ¿qué se puede perder cuándo ya se
está pagando mucho más de lo que se recibe o incluso cuando todo o caso
todo se ha perdido ya?
¿No
será que sus temores radican en que dejarían de cobrar fabulosas
cantidades de dinero generadas sobre el sufrimiento de no pocas gentes,
cuando es sabido que ese “cierre del grifo” crediticio con el que
intentan atemorizarnos, nunca tendría lugar, sencillamente, porque ellos
serían los principales perjudicados? ¿por qué no explicarle a las
poblaciones que esas supuestas restricciones podrían generar probables
complicaciones e incomodidades que, en todo caso, encontrarían seguras
soluciones en otros mercados o en el intercambio de bienes y de
servicios, así como en la concienciación de las clases populares de que
aquellas constituirían el tributo para salvaguardar su independencia y
su dignidad?
Propugno,
en consecuencia, ingenuo de mí, que el próximo gobierno que salga del
simulacro electoral de esta pantomima de democracia, aborde esta
cuestión anteponiendo, el bienestar de su pueblo, sobre la usura
especuladora, un bienestar hipotecado, eternamente, a pagar una deuda a
quiénes especularon para enriquecerse a costa del empobrecimiento de las
naciones y del buen nombre del maldito y criminal neoliberalismo
capitalista.
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