jueves, 1 de noviembre de 2018

La Renta Básica de la Élite (RBE) subsumida bajo el TG como garantía del poder del capital


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La Renta Básica de la Élite (RBE) subsumida bajo el TG como garantía del poder del capital


La indignidad de la propuesta del TG es que en su crítica de la RBU no está poniendo en cuestión la renta básica que ya reciben los poderosos, la renta básica de la élite, RBE. Mostrando así poco rigor y honestidad, además de una ignorancia supina, alineándose de facto con la crítica liberal.

Por Agustín Franco
La indignidad de la propuesta del TG es que en su crítica de la RBU la tilda de liberalismo estilizado, de inmoral, de filosofía barata, etc. Como si todas las corrientes que estudian la renta básica fueran lo mismo. Mostrando así poco rigor y honestidad, además de una ignorancia supina sobre qué es realmente la RBU, por un lado; y dejando el campo abierto a la nueva visión liberal, por otro lado, que trata de convertir la renta básica en un sustituto del Estado del Bienestar.
Además, la crítica desde el TG contra la RBU (así, en abstracto, sin matices) no se fija en dos detalles importantes:
Uno, que se alinea de facto con la crítica liberal (cínica y miope) que cuestiona la RBU por coercitiva, como hace Rallo en su panfleto Contra la renta básica. De hecho, ni unos ni otros discuten nada que se le parezca a la RBU, como ya se recogía en el breve análisis crítico sobre las falacias del debate contra la RBU.
Dos, que en su ataque contra la RBU no está poniendo en cuestión la renta básica que ya reciben los poderosos, la renta básica de la élite, RBE.
La RBE es, curiosamente, algo de lo que el pensamiento liberal no dice nada, pero que bien podría incluirse en esta discusión. Lo que dice el Sr. Rallo respecto a la injusticia de una hipotética RBU para combatir la pobreza, valdría, mutatis mutandi, para cuestionar las riquezas de los ricos, esto es, algo “profundamente injusto al permitir a ‘cada ciudadano [rico] apropiarse coercitivamente de una parte de la producción generada por otros ciudadanos [no ricos]’” (citado en Viñas, 2018).
Hay mucho cinismo e ideología individualista en criticar la RBU por coercitiva precisamente en un sistema económico basado en la explotación del trabajo y la desposesión en masa, con la colaboración impagable del Estado burgués y la socialdemocracia keynesiana.
Por tanto, la supuesta controversia entre RBU y TG es, en realidad, la controversia entre RBU y RBE, ya que el TG viene a ser un instrumento para garantizar el poder del capital.
Entonces, ¿para quién es la RB? Depende. Si hablamos de RBE, entonces para la clase trabajadora desde luego que no. Ahora, para la banca, para la iglesia católica, para la clase política, para el ejército, para esos sí. Para esos sí valen los argumentos liberales: “que cada individuo debe buscarse sus métodos de subsistencia” (citado en Viñas, 2018). Pero cuando se reclama el mismo derecho para la mayoría explotada, entonces es ‘coerción’. Si la coerción la ejercen los poderosos, entonces se llama ‘libertad’.
Y es que aquí es necesaria una visión más amplia, como afirma Marc Casanovas (2018: 103), es preciso el “punto de vista de la totalidad como principio metodológico y epistemológico” para “rechazar desde una posición práctica y realista (y no desde una posición moralista abstracta)” la propuesta reformista postkeynesiana del TG y su TMM. La cual pretende ser una fuente socialdemócrata de nuevos empleos. Una ventaja social mejor, en apariencia, frente a otras alternativas, como la RBU, gracias a su imaginaria soberanía monetaria estatal.
Así, mutatis mutandi, cuando Löwy (1975: 82) afirma, siguiendo a Rosa Luxemburgo, que “estas ventajas no pueden ser juzgadas en sí mismas, aisladamente, sino en relación con el movimiento total” (citado en Casanovas, 2018: 103), es porque se descubre así su verdadero interés: el fortalecimiento del poder capitalista reaccionario, que es el auténtico enemigo de la lucha revolucionaria de la clase obrera.
Y concluye Casanovas (2018: 103): “Así pues, donde esta concepción de la totalidad como proceso histórico contradictorio se hace más patente, es allí donde intersecciona con la experiencia concreta de los oprimidos, y es ahí donde se abre también la posibilidad de la praxis revolucionaria”.
La pregunta es obvia: Dónde están los oprimidos reclamando al Estado empleo garantizado, aunque venga escrito en la Constitución, ésa que tanto manosean quienes se autodenominan ‘constitucionalistas’, para unas cosas claro, para otras no.
Pero es que, como decía Kalecki, el ciclo político de la economía capitalista consiste en controlar y gestionar el subempleo, oscilando entre el pleno empleo y la austeridad. No en gestionar el pleno empleo (oscilando entre sector público y privado).
Mientras se mantenga el poder social del capital, todos los esfuerzos por disminuir su poder económico (a través de la lucha obrera y sindical) tendrán un éxito limitado. La lucha contra el poder económico del capital es importante, pero no sustituye la lucha contra su poder social, verdadera base de su sostenimiento y supervivencia. Dicho en otras palabras, la lucha contra la pobreza y el subdesarrollo no puede sustituir la lucha política para destruir el poder que ejerce una élite oligárquica sobre la sociedad en su conjunto.
Y es que, retomando a Casanovas que cita a Adorno, “todo concepto deja su remanente material de experiencia vivida”, es decir, que podemos alabar todo lo que queramos el capitalismo y al Estado burgués y su deber de garantizar el empleo, pero hasta un límite, hasta que llega un punto de no retorno: cuando los trabajos no rentables debe asumirlos el Estado, cuando la precariedad en el empleo te hunde un poco más bajo el umbral de la pobreza, cuando la macroeconomía es una excusa para anular los derechos y libertades individuales y colectivas.

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