lunes, 8 de abril de 2013

María Amparo Casar: ¿Importa la evaluación presidencial?

María Amparo Casar: ¿Importa la evaluación presidencial?






                                              Por María Amparo Casar  @AmparoCasar
   

María Amparo Casar es licenciada en Sociología por la UNAM; maestra y doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la University of Cambridge, King's College; catedrática e investigadora del Departamento de Estudios Políticos del CIDE; columnista en el diario Reforma; miembro de los comités editoriales de la revista Nexos y el Fondo de Cultura Económica, y colaboradora en espacios de análisis como el programa Primer Plano de Once TV México.
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Sorprende que después del enorme activismo político del nuevo gobierno, la aprobación del presidente Enrique Peña Nieto siga siendo la más baja de las registradas por los tres presidentes anteriores en un periodo similar.
A sus tres meses de gobierno a Ernesto Zedillo lo aprobaba al 53% de la población, a Vicente Fox el 70% y a Felipe Calderón el 58%, de acuerdo con mediciones de Reforma.
Pero más asombrosa es la distancia que media entre las percepciones de los “líderes” y el ciudadano de a pie; mientras que la aprobación de Peña Nieto entre la ciudadanía es apenas del 50%, entre los líderes alcanza un 78%.
Lo mismo ocurre en la mayoría de los rubros evaluados, aunque en algunos casos con distancias menos significativas. ¿Por qué esta disparidad?
Aventuro algunas interpretaciones.
La población está curada de espantos y ya no cree en las promesas de sus políticos, mientras que los “líderes” están dispuestos a dar una nueva oportunidad.
Estos últimos están premiando la consistencia, a los encuestados no les importa mayormente.
Los "líderes" valoran la concordia política, los ciudadanos suelen ser ajenos a las disputas políticas.
Los "líderes", en particular los de opinión, están encantados porque Peña Nieto ha hecho suya una agenda que llevan años proponiendo.
A los ciudadanos les da igual el gran activismo político, lo que quieren es resultados.
El ciudadano común tiene bajos niveles de información y los líderes están sobre-informados.
El fruto de las reformas es abstracto y a largo plazo mientras que los niveles de empleo, inseguridad, pobreza y oportunidades son una realidad concreta y cotidiana.
Los programas que podrían impactar la calidad de vida de los ciudadanos, como la "Cruzada Nacional contra el Hambre", "65 y más" y "Prevención Social de la Violencia", ni son conocidos ni han llegado todavía a sus beneficiarios.
Estas podrían ser algunas de las razones que explican la divergencia en las opiniones de uno y otro sector. Pero, ¿realmente importan las evaluaciones de los ciudadanos y de los líderes?
La evaluación que los ciudadanos hacen de los gobiernos en turno, no así del régimen democrático, del sistema político y de sus instituciones, no tiene muchas implicaciones.
Los presidentes en México no pueden reelegirse, tienen el tiempo contado independientemente de su desempeño; el aplauso de los ciudadanos no suele ir más allá de levantar el ego de los gobernantes; las facultades de los presidentes no se amplían cuando su popularidad crece.
Las evaluaciones tampoco son, necesariamente, un termómetro de que las cosas van bien, Hugo Chávez fue uno de los presidentes con mayor aprobación en América Latina y su país dejaba mucho que desear en materia de crecimiento económico, modernización, respeto a la legalidad, libertad de prensa o democracia. Gobernar conforme a lo que la gente piensa no es sinónimo de gobernar bien.
Paradójicamente, ser bien evaluado por los "líderes" y no particularmente por los líderes de opinión, puede ser más importante. Creer en un presidente y su equipo de gobierno puede detonar inversiones que redunden en prosperidad y en un círculo virtuoso que al final acarreé los resultados que la población espera.

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