EE.UU: El fuego sigue encendido en Standing Rock
La batalla de Dakota de Norte ha sido desde el principio mucho más que la oposición contra una corporación petrolera.
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Frente al fuego la gente comparte por qué está aquí y por qué esta lucha es importante. Lo hacen sin adoctrinamiento –aquí los “ismos” no caben–. También se dan anuncios a través de la megafonía, las gentes se encuentran y consumen el café y el té que varios voluntarios preparan sin descanso. Cada mañana a las seis horas un centenar de personas acude a orar en círculo.
Los tipis siguen marcando la vista del campamento cuando se observa desde un punto elevado. Estas estructuras habitacionales portátiles de planta circular sirven de cobijo durante la noche, ya que permiten tener una estufa en el interior gracias a una apertura en la parte de arriba. Son también lugar de rezos y ceremonias grupales restringidas.
Los sioux
Son tierras de los sioux –pronunciado ’su’ en inglés–, o sencillamente de los lakota. Toro Sentado pereció en esta zona en 1890 tras resistir heroicamente contra los colonos europeos. Aquí se produjo la masacre de cientos de indígenas de Rodilla Herida.
También fue un lakota Black Elk –Alce Negro–, hombre sagrado cuyo pensamiento y profecías se reflejaron en el libro Black Elk Speaks, obra de culto desde los años 60 y fuente de inspiración para entender la espiritualidad de los pueblos originarios de América del Norte y el presente de la humanidad.
Intuyendo una clara derrota moral y ante la opinión pública a principios de diciembre, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, dependiente de la Administración Obama, denegó el permiso para completar el oleoducto planeado en estas tierras.
El anuncio llegó en el preciso momento en que cientos de guardianes del agua formaban un círculo ceremonial alrededor del campamento. Estalló la alegría, pero sólo supone una victoria parcial porque la empresa dijo al día siguiente que seguiría adelante con sus planes.
Existe cierto temor por lo que pueda hacer Trump, con un equipo aun –si cabe– más favorable a este tipo de proyectos y de las industrias extractivas. Pero a estas alturas nada puede ser peor que el maltrato sufrido por los indígenas de Isla Tortuga –uno de los nombres nativos que recibe América del Norte– desde la llegada del hombre blanco.
Represión
En estos meses de protesta pacífica los abusos han llegado en forma de bulldozers, tanquetas, pelotas de goma, gas lacrimógeno, gas pimienta, perros de ataque, granadas aturdidoras –una joven casi pierde un brazo–, chorros de agua en medio del frío de la noche y un largo rosario de violencias ejecutadas con una crueldad difícil de entender.
Hay que puntualizar que la policía militarizada no ha puesto en práctica estos métodos en un contexto de enfrentamientos, gran tensión y/o como medida defensiva. La mayoría de las veces los agentes han disparado parapetados detrás del alambre espino o desde lo alto de un monte, sin que su integridad estuviera en peligro en ningún momento.
Lo han hecho con una parsimonia que resulta pasmosa de observar, como si estuvieran escribiendo una multa. El rosario de crueldades injustificables sigue: intervinieron unas canoas y las devolvieron con el casco rajado con una radial, inservibles. En otra ocasión requisaron ropa, sacos de dormir y material de acampada. Lo devolvieron todo orinado.
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