Ahora, el revolucionario es Peña Nieto y no Lucio Cabañas
Artículo publicado por Siempre el 13 de Abril del 2013
Era usual recomendar a los presidentes evitar tomar decisiones que pudieran despertar al México bronco.
A partir de esta tradición política
medrosa y reaccionaria, se fueron constituyendo a lo largo y ancho del
país una serie de organizaciones sociales que utilizan la pobreza, más
como un recurso para la impunidad y la obtención de privilegios caciquiles, que para obtener justicia y desarrollo para sus pueblos.
El costo ha sido el empobrecimiento del
país y la formación de enclaves que, como la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación, pretenden vivir al margen de la ley para
imponer la propia mediante el chantaje y la extorsión.
Esto echa abajo un mito. Demuestra que
cambiar el país no sólo implica enfrentarse a los poderes fácticos, a
las empresas y los empresarios que buscan mantener y acrecentar sus
fortunas a costa de la desigualdad social, sino que significa
desarticular una serie de organizaciones infiltradas por la guerrilla,
la violencia política y el narcotráfico.
Las movilizaciones encabezadas por la
Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero y la
sección 22 del magisterio nacional en Oaxaca han logrado colocar el
gobierno reformista de Peña Nieto en la hora cero.
De lo que suceda con la reforma
educativa y con los grupos que hoy pretenden cancelarla dependerá el
futuro político de este gobierno y del país mismo. Está en juego, sin
duda también, la imagen del presidente, su fortaleza y credibilidad.
El secretario de Relaciones de la
sección 22 del SNTE, David Estrada, dejó ver cuál es el verdadero
trasfondo de la protesta magisterial cuando dijo: “Es necesaria la
creación de un movimiento que haga frente a las reformas estructurales
que ha impuesto el presidente Enrique Peña Nieto…”
Es decir, se trata de cercar a un jefe
de Estado y a su administración por atreverse a afectar los intereses
ilegítimos del magisterio.
¿Cuáles son esos intereses? Al 3 de
febrero de 2012, la Secretaría de Educación Pública había entregado —en
una década— mil 138 millones 83 mil 497.02 pesos al SNTE, dinero que iba
a las arcas personales de la maestra Elba Esther Gordillo.
Falta por saber cuántos miles o cientos
de pesos tenían que entregar el gobierno federal, los gobernadores de
Oaxaca y Guerrero a la disidencia magisterial para evitar marchas o
evitar suspensión de labores.
Recientemente, se hizo público el
negocio que tiene el dirigente del Partido del Trabajo, Alejandro
González Yáñez, en diez centros de educación preescolar, tres primarias,
una secundaria y un bachillerato en el estado de Durango.
Las escuelas del exsenador González
Yáñez recibieron —sólo el año pasado— 64 millones de pesos de una
partida que entrega el gobierno de la entidad y que fue aprobada por la
Cámara de Diputados. Como éste, hay una serie de negocios de carácter
educativo explotados por grupos políticos.
Peña Nieto representa un riesgo para los
sindicatos del magisterio porque la reforma educativa acaba con el
negocio de un importante puñado de líderes que lo mismo viven —como la
señora Gordillo— en San Diego, California, que en la comunidad más
apartada de Guerrero.
La diferencia entre uno y otro es la
casa y el tipo de propiedades que acumulan. En cinismo, ambición e
inmoralidad son exactamente lo mismo. Ni la pobreza ni la riqueza hacen
diferencia en esto.
El péndulo se ha colocado exactamente
del lado contrario. ¡Vaya paradoja! Ahora el revolucionario es Peña
Nieto y no los que dicen ser seguidores del Che Guevara o de Lucio
Cabañas.
Hoy, los enemigos del cambio y la
equidad social no están en el gobierno sino en quienes defienden la
industria de la extorsión a costa del interés general y de los más
pobres.
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