La CNTE desafía a Peña Nieto
Por Juan Luis Hernández*
.El primer gran desafío al gobierno de Enrique Peña Nieto no ha venido de quienes fueron sus adversarios en las elecciones del año pasado. Hoy la oposición partidista al PRI es débil, fragmentaria y, aún peor, sin gran legitimidad política. El desafío político a la Presidencia de Peña Nieto ha surgido de un movimiento social en el sur profundo de México, donde se entreveran asuntos de educación, ideología, pobreza, exclusión, autoritarismo, luchas populares, acciones anti sistema, descentralización.
La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) ha puesto en jaque la gobernabilidad de Oaxaca y Guerrero. Curiosamente ambos estados están gobernados por personajes arropados tanto por Andrés Manuel López Obrador en el caso de Gabino Cué, como por el PRD en el caso de Ángel Aguirre. La CNTE se ha movilizado contra la mal llamada “reforma educativa” de Peña Nieto consensuada a través del Pacto por México con el PAN y el PRD.
Más que reforma educativa, se trata de una reforma laboral administrativa que plantea, esencialmente: para ser profesor en la escuela pública habrá que concursar por una plaza, para poder subir en el escalafón habrá que ver las evaluaciones de los alumnos y —el punto polémico que ha molestado a miles de profesores— una mala evaluación podrá ser motivo de pérdida de la plaza profesoral.
En nuestro maltrecho sistema educativo, las plazas profesorales podían heredarse, venderse o comprarse. Tener más salario y mejor escalafón suponía tener contactos políticos o hacer trabajo sindical. Para otros, tener recursos para la sección sindical implicaba movilizarse cada año, presionar a los gobernadores de Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Chiapas, y así avanzar en sus pliegos petitorios.
Los maestros de Elba Esther y los maestros de la CNTE hoy están unidos en contra de la reforma educativa de Peña Nieto. Pero la diferencia es que los primeros están controlados por su nuevo liderazgo y advertidos de lo que se puede hacer desde la Presidencia. Su manera de hacer política fue estar supeditados al cacicazgo de Elba Esther y de sus negociaciones. En cambio, los maestros de la CNTE han dominado el arte de la política vía la movilización y la protesta, y ese camino les ha dado resultados.
Las protestas y acciones movilizadoras de la CNTE, específicamente en Oaxaca y Guerrero, van tomando un derrotero que se ha vuelto un verdadero desafío de gobernabilidad para el gobierno federal. En Guerrero se ha formado el Movimiento Popular Guerrerense, que recuerda la formación de la APPO en Oaxaca en 2006 y su lucha social y política contra Ulises Ruiz y Vicente Fox. Las policías comunitarias, los maestros y las diferentes organizaciones populares guerrerenses han superado ya la capacidad de entendimiento y acción de Ángel Aguirre. En Oaxaca, la sección 22 también ha rebasado la capacidad de respuesta de Gabino Cué, cuyo acceso al gobierno no se entiende sin el respaldo del movimiento popular oaxaqueño.
Pero los gobernadores aludidos no son más que actores raspados involuntariamente por una política educativa que tiene dos pisos complicados de unión: las competencias de la SEP federal y la descentralización educativa que pone en los estados las formas de aterrizar planes de estudio y enfoques pedagógicos.
La evaluación estandarizada y universal es el punto más politizado. Para unos, los maestros deben dejar de serlo si sus alumnos tienen aprendizaje insuficiente. Para otros, eso significaría violar derechos laborales y un modo de evaluar que no concluya en el despido del docente.
La reforma educativa sin Elba Esther le granjeó muchos puntos de popularidad a Peña Nieto, pero paradójicamente le está ocasionando el primer pulso de sus opositores reunidos en un movimiento bien articulado. La CNTE ha tenido en las últimas semanas acciones de protesta que han molestado a muchos. No se puede defender una idea apedreando un Congreso estatal, cerrando autopistas o paralizando el centro de la Ciudad de México.
Pero son esas acciones las que han abierto mesas de negociación en Bucareli y es previsible que desde la Presidencia se analicen un conjunto de respuestas en las que se incluya tanto el diálogo como la represión selectiva. El problema de fondo es que la mal llamada reforma educativa no significó rediseñar el sistema educativo en su conjunto, analizar las mejores prácticas internacionales y reconocer las que tenemos ya en México. Tener un liderazgo sindical nacional le permite al gobierno federal tener una interlocución para la gobernabilidad, pero tener un sistema educativo descentralizado con una disidencia sindical empoderada significa un desafío al poder central.
Aunque el gobierno federal logró consenso en la clase política para su reforma educativa, ésta todavía no es comprendida ni asimilada por la opinión pública en general ni por el grueso de los diferentes actores escolares (papás, maestros, directivos). La educación es el espacio donde hoy se dirimen las políticas de legitimidad. Este proceso o termina por desarrollar una educación de más calidad y relacionada con nuestra realidad, o termina de sumirla en el atasco en que se encuentra.
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